Pasaba en el medievo, los grandes
luchadores, los más bravos soldados de fortuna, los que llegaban a la nobleza
por su bravura, eran acreedores de facto de privilegios que suponían derechos,
no siempre oficiales, que alienaban al resto de la humanidad, que atentaban
contra las leyes escritas y morales. Iban en contra de su propia nobleza y
achicaban su demostrada grandeza, no era más que una forma pequeña, cruel y
caprichosa de demostrar su poder.
El argumento era simple, a un
hombre grande, fuerte, rico, soporte de reinos y defensor del pueblo contra el
enemigo exterior, se le podían permitir pequeñas excentricidades (comerse el
primer capón de la temporada, a lo mejor todos), vistosos privilegios
(permanecer cubierto en presencia del Rey), incluso alguna barrabasada
menor (la leyenda del derecho de pernada).Aquellos hombres de tan bajas
miserias se mostraban sin embargo grandes en las más duras batallas.
Siempre hubo quien daba coba,
siempre, incluso entre los vasallos, hubo consentidores, jaleadores, pequeños
imitadores y palmeros. Nunca hubo documento escrito para sostener aquellos
derechos, Julián, no hacía falta, era una realidad de facto, impuesta por la
fuerza moral y la admiración que despertaba quien la imponía. Algún exceso
llegaba a ser sancionado económicamente por el monarca o el obispo del lugar.Se
pagaba la sanción (o no se pagaba) y vámonos que nos vamos. don Hernán, a
seguir que para eso es usted descendiente de la pata de "El Cid".
Que usted decida torear en duplas
(un "mano a mano" es otra cosa) en lugar de ternas, es un privilegio
de figurón. Que imponga o consienta el ganado con el trapío que usted considera
oportuno, es un derecho abusivo. Que salga dos veces a hombros de dos plazas
como Huelva y Sanlucar de manera ilegal y a sabiendas de ello, menospreciando
la autoridad, no es de recibo, no le hace falta y no aporta nada a un
curriculum como el suyo, de los más significados de la historia del toreo.
Que estos privilegios, presuntos
derechos y violaciones flagrantes del reglamento, se amparen, por parte de
algún palmero pseudoprofesional, en que usted es el mejor torero de la
historia, él que ha emocionado al pueblo en esa tarde, en que es él que tiene
más cojones, en que es el que ha metido la gente en la plaza pasando por
taquilla, en que es "El Juli" él que más y mejor defiende la
fiesta..., provoca un paralelismo evidente con los argumentos que se daban para
amparar las prácticas abusivas de los señores feudales.
Para acabar con aquellos feudales
privilegios injustos hizo falta una revolución. Julián, recuerde que los mismos
que vitoreaban al Rey Sol, lo llevaron a la guillotina. A usted no le hace
falta esa forma banal e injusta de reafirmarse, ni esta es la manera de
defender la fiesta brava que todos amamos, ni honra la leyenda que usted protagoniza
desde hace lustros.
Lejos de leguleyismos, de
cogérnosla con papel de fumar, desde el respeto, desde la admiración,
desde la credibilidad, recapacite: Su grandeza no entiende de ventajas, no ha
sido usted nunca torero de tomar atajos, de servirse de miserias para ser el
más grande.... Admirado Julián, "El Juli" no se merece pequeñeces
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