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Paco Girón tenía el arte de transmitir y de emocionar, ese arte que en la vida sólo tienen unos cuantos privilegiados, como Paco Toronjo, al que un día le escuchó el fandango (Aliciente/ ponle a la vida aliciente/ que un hombre no vale ná /si no lleva en la mente/ algo grande pa luchar). Esta letra le gustó tanto que la estuvo repitiendo hasta su muerte. (....)
Paco amaba el silencio y estaba todo el día hablando o predicando. Se fue al seminario cuando más enamorado estaba de su novia. Fue director de una fábrica de aguardiente y no le gustaba el alcohol. Su pasión era el toreo y, siendo cura, fue muy pocas veces a una plaza de toros. Se pasaba el día y la noche visitando a los enfermos por los hospitales y no fue capellán de ninguno. Era un cura sin agenda, pero estaba donde tenía que estar a la hora exacta. Fue un alma libre dentro de la curia, pero vivió atado a los cursillos de cristiandad, a su barrio, a su parroquia, a su pueblo, a su cabalgata, al festival, a su residencia de ancianos.
creación de la Asociación de Agua Viva y Valdocco.
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Este era mi cura, cercano con el otro, próximo a los pobres, que vivió saboreando lo que hacía, sin bienes materiales, disfrutando el sacerdocio, sin ego ni poder, transmitiendo su vida con el pellizco de su rica personalidad. Este era Paco, un torero de Dios en la tierra, que soñaba con cortarles dos orejas al toro de la vida.
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