miércoles, 22 de abril de 2009
Mojiganga en la Maestranza.
Foto Matito Sevilla Taurina
Si no hay toro no hay fiesta brava. Ni de Despeñaperros para arriba, ni de Sierra Morena hacia abajo.
Si convenimos que el toro bravo se define como un animal armónico, fiero, con ansias de coger, nobleza en su comportamiento y que debe transmitir sensación de peligro cierto, si estamos de acuerdo en esto, hoy no ha habido toros bravos en el coso del Baratillo.
El trapío es un concepto taurino que desaparece de los reglamentos, Es como el chiste del atestado de los guardias civiles en el que el cabo dicta:
- La cabeza de la victima está en el arcén,
El compañero inquiere
- ¿Arcén es con hache o sin hache?
Y el cabo le da una patada al despojo e indica
- La cabeza de la victima se sitúa en la cuneta
Pues en un paso más de la perversión del lenguaje, eliminamos el palabro del reglamento y nos olvidamos del concepto.
Pues se escribirá como se escriba, pero el encierro de hoy no tenía trapío, ni bravura ni casta, ni fuerza, ni celo, se dolían en banderillas, se paraban en la muleta, se defendían, se acordaban, en fin, un fiasco absoluto.
El señor Rufino dice que de Despeñaperros hacia abajo la fiesta es una mojiganga, en tardes como esta le doy la razón. Ha publicado el versátil ganadero un dizque muy interesante libro del que destacó su presentador “la destreza al trasladar algo tan complicado como la cría y la selección del ganado bravo de una manera tan ilustrativa para la comprensión de los lectores”. Bueno, pues un libro de cabecera para todos, empezando por el ganadero de los Ibanes.
Nada tendríamos que recordar de esta séptima de abono, si por ventura no se encuentran a última hora de la tarde el feo sexto, desgarbado y altón, con el colombiano que responde al apellido del libertador y que se deja aconsejar por ese taurino cabal que es Luís Alvárez. Sus conceptos surgen puros y se expresan en terrenos de cercanías, quietudes y firmezas encomiables, anda además muy puesto, después de una importante temporada americana. Por cierto, Bolívar nos recuerda al Rincón de la emotiva despedida hace dos años: su forma de citar de medio lado, que hoy le ha pitado Sevilla, el dulce acento que se oye en su cuadrilla de ese castellano de ida y vuelta que en la tierra de Gabo se hizo hermoso, esa forma pinturera de adornarse al abrochar las series, y esos esfuerzos para matar toros con el hoyo de las agujas demasiado a trasmano para la pequeña talla del bravo torero.
Barrera no estuvo bien, apenas un par de adornos por bajo en la retina, pero el público tampoco anduvo fino cuando, para darle en las narices, aplaude a un toro que se apalanca y tarda en doblar, eso no es bravura, es guasa sevillana para un paisano. Ayer pasó lo propio con un Palha.
Juan Bautista pensaba que venía a otra cosa y no supo dar el trato y la faena que el tercero pedía. El quinto era un regalo, bronco, soso, enterándose y sin casta. El francés atentó contra el undécimo, otro más, y se puso pesaito. Una pena
Una pena de cinco toros y un alegrón para un torero de muy largo recorrido.
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