Entender la importancia de la dinastía Bienvenida se hace difícil para quien no haya vivido la fiesta en Madrid. Pero en una ocasión Vicente Zabala, padre, me hizo ver que el distintivo de esta dinastía era el señorío en el toreo. Esta historia así lo corrobora.
Cuando después de ver torear en el año 10 del siglo pasado a Bienvenida la corrida del motín con el Gallo padre y Manolete, Don Modesto otra vez exaltado y eufórico le dio la vena de la poesía épica y abrochó su crónica con estos versos:
De Bienvenida el pendón
ondula mirando al cielo
y a sus pies al ras del suelo
y entre gloriosas muletas,
«se estremecen» las coletas
de Lagartijo y Frascuelo
Es genial, oportuno, nos da matices de una época del toreo y de la vida en la España que seguía oliendo a sacristía cuando se gestaba la revolución bolchevique. A los jesuitas, entre destierros y repatriaciones, se les consideraba el poder en la sombra, la alternativa en la Iglesia, una especie de Opus Dei actual, enfrente del Papa Blanco, el Papa Negro
De ahí el apodo del hijo de Bienvenida, Mejías Lujan, y padre de Bienvenidas, Mejías Jiménez
Luego, existe una preciosa historia que da idea de la categoría humana y profesional de los protagonistas de la esta preciosa historia, podían tomar nota muchos fariseos de la prensa actual.
Cuando el fundador de la dinastía quiso agradecer al revistero su crónica no se le ocurrió mejor manera que quitarse del dedo el solitario de gran valor que llevaba en su anular. Compró un estuche y con su apoderado se presentó en casa del cronista. Manuel Mejias pronunció torpemente emocionadas palabras entrecortadas y con lágrimas de agradecimiento le entregó la joya.
No nadaba en la abundancia Don Modesto, ni mucho menos, pero renunció al bienintencionado regalo a don Manuel. "No se disguste porque no se lo acepte. A usted le ha costado exponer la vida delante del toro y lo mío ha sido cuestión de alabar justamente con mi pobre pluma lo magnífico".
«No es un desprecio. Si me quiere obsequiar voy a complacerle. Vea, dijo enseñando una muñeca de porcelana rota, es de mi hija y se le ha roto, había sido su regalo de Reyes. La niña no se consuela. El juguete lo mercaron sus majestades, vaya usted a saber donde, y los que vivimos de la pluma no podemos tener Reyes Magos cada dos por tres. Si encuentra una igual yo se lo agradeceré y la pequeña más".
Se me saltaron las lágrimas cuando leí la historia de hombres buenos, de hombres grandes, de hombres con principios. Por esto amo al toro y a su gente.
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