Badajoz 26-09-84 Paquirri en la enfermería de Pozoblanco, con la cornada mortal de "Avispado", visto por Idígoras y Pachi
Hay acontecimientos que marcan la vida de una persona. La fecha queda grabada de forma indeleble en un lugar que de debe estar a medio camino entre el alma, el corazón y la mente. Siempre recordamos que hacíamos ese día, donde estábamos, como nos enteramos de la noticia… Luego los recuerdos propios se confunden con los colectivos, la imaginación, el acervo común, el forzar el recuerdo de cosas que nunca vivimos, nos hace no saber distinguir nuestra realidad de lo que realmente sucedió. Todos nos acordamos por ejemplo donde estábamos y con quien el nefando 11-M o el día que España gano la Eurocopa de Austria.
26-09-84. Aquel día era el cumpleaños de mi hermana Teleta, la mayor, por entonces estudiante de medicina, yo estaba recién llegado a Badajoz después de una infancia en Huelva y un periodo en Ronda, la vieja, Ronda la Bella, donde conocí a Ordóñez y el ordoñesismo, y la plaza de toros más bella del mundo y la sierra del Pinzapo y…y…y, cosas de los diecisiete años. Como digo estábamos de cumpleaños en la zona vieja de Badajoz, en un local de un buen amigo, Joaquín Macias, Teleta invitó a sus amigos universitarios, y nosotros, hermanos pequeños, íbamos un poco de carabina, de cuelgue y de niños-mayores-pero-menos.
Algún gintonic me sentó mal, en el paseo desde la Plaza de San Juan a la Plaza de lo Alféreces provisionales, se me bajaros algo los sopores, el plan era seguir de copas en el 29-92, una medio disco entonces de moda. Antes de entrar me encontré a una de las pocas personas que conocía en is apenas tres semanas en la capital pacense, sabía de mi afición y me espeto “A Paquirri lo ha matado el toro en Pozoblanco”.
Desde ese día le doy sentido a los versos de Gustavo Adolfo,” Cuando me lo dijeron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas,… cayó sobre mi espíritu la noche… y con pena logré balbucear breves palabras”, no concibo la muerte de Paquirri sin esta estrofa “¿que quien me lo había dicho? un buen amigo, me hacía un gran favor, le di las gracias”.
Me quede alelado, con copas sin costumbre, un poco desubicado, herido en el alma, sin nadie en quien poder volcar y de quien poder recibir la amalgama de sentimientos que brotan del alma en esos momentos. Paquiri no era mi torero, pero era torero y poderoso y joven y famoso y un gladiador. De verdad que cayó sobre mi espíritu la noche, me sentí mal, vacío, golpeado, un hombre del toro muerto, un titán vencido. Los tópicos de entonces eran los mismos, novillotes afeitados, Moles llamaba al ganadero Bandolero y Van Tres, Paquirri era un desahogado, el toro tenía que tirarle el cuerno para cogerlo…, Canorea era un golfo, lo mismo que ahora lo mismo que siempre en el toro. Llore en soledad en un banco de la plaza de los Alféreces, me fui a casa y me podía la pena, me dio llorona, sí, había más cosas claro, mal de amores y … la noche fue larga.
No vi imágenes hasta bastante después, al día siguiente fui a Cáceres con mi padre, feria de San Miguel, a los toros y a cobrar las rentas a Santiago Blanco, en fecha emblemática y tradicional de echar cuentas entre renteros administradores y propietarios después del agostadero. Montado en el GS de mi padre iba hundido, como si hubiera muerto alguien de la familia, mi padre, en frase muy de la casa, me espetó nada más subir al coche ”Para saber beber hay que saber mear” y zanjó el tema de mis excesos etílicos. No recuerdo que corrida vimos en Cáceres, no recuerdo muchas cosas, pero no puedo olvidar que luego fue la locura mediática, el vídeo de marras, cien veces, mil veces, un millón de veces, la muerte en directo, la hombría en directo, la verdad de las mentiras en directo, “Doctor, quiero hablar con usted, tengo dos trayectorias, una hacía arriba…. Usted haga lo que tenga que hacer”. ¡¡Que tío!!.
Un año después murió el Yiyo, me impactó también sobremanera, en la facultad de veterinaria me llamaban Yiyo, decían que me parecía, decían que también di la nota, entonces sin aditivos artificiales. Hasta hace pocos años colgaba una orla en el Mesón Extremeño de la plaza Mayor de Cáceres, única orla universitaria que tiene el honor de contar con mi retrato, donde aparecía una foto mía y debajo por nombre rezaba “El Yiyo”.
Este era más mi torero, me gustaba más que Paquirri, lo pené igual pero mi recuerdo es menos intenso. Este país de supersticiones, de crédulos y viejas brujas, del “haberlas haylas” y autos de fe en la plaza de toros, casó las dos muertes con la muerte buscada del apoderado Tomás Redondo, la del Chocolate, la lesión del Soro en la Maestranza, la muerte de Atienza, accidentes también del ganadero y en fin la España profunda de leyendas negras, amante por igual de la tragedia y la frases altisonantes calificó aquel como el cartel maldito. Cuentan que Paquirri dijo dos días antes de la corrida de Pozoblanco al periodista Peruano, Angel Parra Guzman"Siento que entre los toros que hoy toreo se esconde el que me va a matar. Ese toro pasta ya con ellos" he oído hace una semana a su hermano mayor, Riveirita, decir que lo sabía antes que se lo dijeran, "ese viento arremolinao sólo podía anunciar la muerte de Paco".
Desde entonces no faltan las UVIS móviles en las plazas, todo cambio desde entonces.
El toro, por mal nombre Bailaor, bueno, al menos su cabeza, acabo subastada en E-Bay,,en alguna Venta de carretera me la enseñaron también en una ocasión en que fui a Jerez a ver a Paula, no se donde acaba la realidad y donde empieza la leyenda.
Aquel día murió un torero, una forma de entender la fiesta, un matador-banderillero sin complejos, un estoqueador firme y seguro, había toreado mil tardes con Antonio Ordóñez, el toro que le dio muerte lo brindó al “Pelos“, Manuel Díaz, luego el Cordobés. Desde entonces no faltan las UVIS móviles en las plazas, todo cambio, sirvió de puente entre la muerte de Manolete por shock por hemotrsanfusión y las cogidas de treinta centímetros con el torero reaparecido en tres días.
Sirvió de puente entre Camino y Manzanares o entre El Viti y Pepe Luís Vázquez, fue uno de los grandes, mandó en esto y su recuerdo es un pilar de la tauromaquia moderna.
Una tarde en la Maestranza vi una larga cambiada de un chaval que me pareció el de Zahara de los Atunes redivivo, fue un espejismo, un espejismo que duró un año.
Paquirri fue real el Yiyo fue de verdad, El Soro puso banderillas como nadie en la difícil suerte del remolino. Esta es parte de mi historia de amor al toro.
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