Se veían la cara en la corrida del siglo dos toreros, las muestras evidentes del conceptismo quevediano y el culteranismo gongoriano. En el duelo al sol del albero se la veían dos conceptos, dos tauromaquias, dos sintomas, dos formas de entender la vida y la muerte, Posiblemente la carrera mejor llevada de la historia del toreo basada en el valor estorico de un ser de otra galaxía, versus una figura que ha dilapidado el credito del torero de arte más valiente o el torero de valor más artista que ha parido madre por razones que no todos conocemos ni entendemos.
Que quien venció el torero, plaza llena con aficionados de los cinco continentes, la reventa a revientacalderas, todo el que es alguién en la vida social presumiendo con sus entradas, ineternet que echa humo, profesionales, ganaderos, periodistas, aficionados... todos al Puerto.
El resultado técnico es de empate, el ganado elegido, a modo, de la ganadería predilecta de las figuras, se cargó el festejo, las actitudes y las aptitudes también tendrán su importancia, digo yo.
En el Puerto, en la corrida del siglo, ganó el toreo, por que además el sábado pasaron los dos figurones que soportan la temporada, a quienes no aguanta nadie salvo el tercero del cartel, un chaval de maneras y formas que entusiasman. Dos figuras que ni se van ni vienen, ni se venden ni los venden, ni se ocultan ni ni se enseñan donde no deben. En la Plaza Real ganó el toreo en las presencias y en las ausencias, ganamos todos perdieron los fanáticos, no los quiero ni en mi bando ni en el otro.
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