En estos tiempos que corren todo son
preocupaciones alrededor de la Tauromaquia: unos la atacan, otros la defienden,
los responsables del tinglado taurino no hacen lo suficiente para
salvaguardarla, el público abandona los tendidos, los aficionados
desencantados, los políticos con los complejos de siempre… Pero lo cierto es
que la Fiesta tiene tal arraigo en las entrañas del pueblo español que nadie va
a conseguir que desaparezca. Así de claro y así de contundente.
Pocos
se paran a reflexionar sobre la gran riqueza que posee la Tauromaquia, con dos
vertientes bien distintas pero complementarias: la tauromaquia clásica de lidia ordinaria y la tauromaquia
popular con festejos en calles y plazas.
Ninguna de las dos es más importante que la otra y ambas han coexistido a lo
largo de la historia y se han retroalimentado mutuamente. Tienen que seguir
caminando juntas, porque ambas se apoyan y se necesitan.
Los
buenos aficionados aman, por lo general, ambas tauromaquias por igual. A veces
una de ellas es el camino para llegar a la otra, como es el caso de la popular
que hace que sus aficionados -que son legión y muy apasionados- decanten en la
tradicional, especialmente, cuando ganan en edad. Otras veces son los
aficionados de la tauromaquia clásica –algo desencantados por la falta de
emoción en los ruedos- los que de repente descubren la belleza y la
autenticidad de la tauromaquia popular, aunque este hecho es menos frecuente.
Los
que participan activamente en estas tauromaquias, toreros y corredores o
recortadores, se sienten artistas, cada uno a su manera, todos exponen su vida
y procuran crear arte para su propio goce y para divertimento de los
espectadores.
Muchas
veces, desde dentro, para apoyar a una de ellas se ningunea a la otra. Hace tan
solo unos pocos lustros, los organizadores de la tauromaquia clásica
despreciaban a la tauromaquia popular por falta de sentimiento –“pellizco”- y
de tronío. Hoy, los aficionados a esta última, que cada vez son más numerosos,
se desmarcan de la clásica por lo que tiene de sangrienta y muerte en el ruedo.
Tanto aquellos como estos se confunden y que más quieren los enemigos de la
Fiesta -que siempre han existido-, que se les haga el trabajo sucio desde los
propios aficionados.
Animales
El ganado que se utiliza en ambas tauromaquias
tiene el mismo origen: la agrupación racial de lidia, animales producidos por
los ganaderos de bravo para el cometido de responder con fiereza cuando se les
provoca. La metodología de selección es la misma: elección de los futuros
sementales y de las vacas madres de entre los hijos de los mejores
reproductores, que tienen que mostrar su bravura en la tienta y además tienen
que transmitirla a sus descendientes. La tienta con la suerte de varas como
prueba fundamental es el verdadero laboratorio de la bravura.
Hay
un hecho que es totalmente cierto: si no existiera la tauromaquia clásica no
podría existir la tauromaquia popular, porque desaparecería la cría del ganado
bravo de nuestros campos y dehesas. Como se ha indicado, los animales para
ambos tipos de festejos tienen el mismo origen y la misma forma tradicional de
cría y manejo. Es constatable que, en la actualidad, los ganaderos que crían
toros para la lidia ordinaria han encontrado un gran alivio económico en la
venta de sus animales para los festejos populares en calles y plazas. Los
festejos populares se sienten orgullosos de disponer de toros con trapío y bravura
procedentes de las ganaderías más prestigiosas de carácter torista. Pero no es
menos cierto, que ahora se avecina un posible peligro, ya que como consecuencia
del descenso brusco de festejos mayores por la crisis económica y la
consiguiente eliminación de vacas madres en las ganaderías de lidia, estas
pueden ser incapaces de suministrar animales suficientes para los festejos de
ambas tauromaquias.
Encierro
No hay que perder de vista que el origen primario
de los festejos populares en España se encuentra en el encierro de las reses desde extramuros de ciudades y pueblos hasta
las plazas donde iban a ser lidiados al estilo clásico o tradicional. El mayor
paradigma actual aunque desvirtuado de su concepción original es el Encierro de
Pamplona, con una repercusión mediática insospechada hace tan solo dos o tres
décadas. Que nadie piense que estos encierros se iban a celebrar en la
actualidad si no hubiera corrida de toros por la tarde. La Feria del Toro de
Pamplona ha adquirido tanta relevancia por existir el Encierro y este no
tendría la importancia que tiene si no lo corrieran los toros que se van a
lidiar por la tarde: “tanto monta, monta tanto”, este es un ejemplo rotundo de
cómo se necesitan ambas tauromaquias.
En
la raíz de esta disyuntiva -¿tauromaquia clásica o tauromaquia popular?- se
encuentra una vez más el síndrome de las dos Españas: izquierda y derecha,
republicanos y monárquicos, Norte y Sur, toros y futbol…y muchos ejemplos más.
En este caso que nos ocupa, además de ser una aberración “técnica”, es un grandísimo
error que perjudica a la Tauromaquia en su conjunto. Sólo la unión nos hará fuertes
y permitirá luchar con determinación contra los intransigentes que no conocen y
no respetan los sentimientos y la historia de nuestro pueblo (“No se puede
entender la historia de España, sin reconstruir la historia de las corridas de
toros en el sentido estricto del término”; J. Ortega y Gasset).
Y lo
mismo ocurre en el resto de países taurinos, donde también la tauromaquia
popular tiene una gran relevancia. Basta con echar un vistazo a los dos países
vecinos donde se celebran fiestas con toros. En Portugal son muy importantes
los forçados en el ruedo y los toros por las calles, especialmente, los toros
ensogados en las islas Azores. En Francia con la corrida landesa (Sud-Ouest) y la corrida camarguesa en la
región de la Camarga (Sud-Est), las
dos tauromaquias conviven en perfecta armonía. Pero es que se da la paradoja de
que existen países no reconocidos como taurinos donde celebran una tauromaquia
popular con ganado vacuno local, más o menos violento, a menudo pintoresca, que
tiene una gran tradición entre la gente (los rodeos norteamericanos, las
carreras de toros en Bali, las peleas con vacas “reinas” en Suiza…).
Los buenos aficionados no tienen que
permitir el divorcio entre ambas tauromaquias, porque las aman por igual y
porque juntos se defiende mejor la Fiesta de quien la ataca por ignorancia y
por odio a la tradición y a lo que representa la tauromaquia en el contexto del
siglo XXI, no solo en España, sino en muchos lugares del mundo.
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