La singularidad de la plaza del Castaño del Robledo es que está
abandonada, su solar y sus gradas ocupadas por alcornoques de importantes
proporciones, lo cual indica que el abandono no es cosa reciente.
La plaza no se reconoce a primera
vista, y sólo una vez fijada la atención sobre ella, se empieza a apreciar, el
ruedo conquistado por la hierba y los antiguos tendidos, arruinados y cubiertos
de vegetación. También son reconocibles, las diversas entradas y restos de los
corrales.
El conjunto
ofrece la belleza romántica de la ruina. "El torero clavado en el suelo
sostiene, a su alrededor, un círculo hechizado de ruinas".
La plaza se sitúa en el camino de entrada al pueblo, a una cierta
distancia de éste, aunque en directa relación visual. Un pequeño arroyo y una
zona más baja de huertas separan el pueblo de la plaza.
Las gradas de la
plaza se apoyan sobre la ladera de una elevación topográfica; son de una
pendiente pronunciada, muy altas, irregulares en planta y en número de gradas,
según lo determina la adaptación a la topografía; son incompletas, también en
planta; rodean aproximadamente la mitad del ruedo. La otra mitad, la que se
construye sin apoyarse en las gradas, linda con el camino y se reduce
exclusivamente a la barrera de mampostería de piedra. Esta disposición hace que
sentados en las gradas los espectadores tuvieran el pueblo como fondo de su
perspectiva de la corrida.
Hacia el lado de
la pequeña montaña sobre la que se apoyan las gradas también se disponen dos
puertas, a las que se llega por una calle, actualmente cubierta de vegetación
que recorre, subiendo, el perímetro de la plaza.
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