....Desgraciadamente, no soy Javier Villán y ya me gustaría serlo. No estoy cojo pero no cuento con su talento, no voy apoyado en muletas pero tampoco tengo su pluma. No me caigo por un cabezazo a traición, ni me doblo por un puñetazo, pero tampoco me dejo pegar el tercero. Lamentablemente, a estas alturas, tras todo el episodio gratuito de violencia y la agresión del 31 de diciembre por parte de Fernando Galindo, en algún punto de mi fuero interno hubiera deseado ser también Javier Villán y haberme caído al suelo y esperar una lluvia de patadas y no tratar de frenar ni repeler los golpes. Ahora formaría parte de ese inmenso listado de periodistas taurinos que, según la historia, debe pagar el precio de una crónica escrita en libertad con una mano de hostias...
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