Miguel Galera nació en 1946 en un pueblo de Granada y a los 12 años su familia marchó a Barcelona. A esa edad ya quería ser torero. Enseguida empezó a trabajar en un empleo privilegiado para su afición: vendía recuerdos en las plazas de Las Arenas y La Monumental, y como empleado de la casa, tenía acceso directo y gratuito a la plaza, con lo que podía asistir a todas las corridas de toros. «Este era mi verdadero interés y no el dinero que pudiese sacar con mi trabajo», confiesa.
Pero para poderse realizar como torero, Miguel Galera se topó ya de niño con un impedimento insalvable: su madre no permitía ni por asomo que se planteara ni siquiera dedicarse a esta profesión. Por este motivo, a los 18 años tuvo que abandonar su proyecto taurino y se decidió por otro oficio, la música. Y así es como llegó a la isla de Ibiza, donde formó parte en Sant Antoni de la primera banda estable de música pop de la sala la Gitana, Los Masters, que deste invierno serán objeto de una fiesta homenaje a cargo de la asociación músico cultural Retro.
Trabajo de mayoral
Tras la etapa de Ibiza, Miguel Galera, conocido como Michel, estuvo en Inglaterra, regresó a Barcelona, y formó parte de varios proyectos musicales, uno de los cuales le devolvió a Ibiza.
En 1970 empezó a trabajar en la plaza de toros de Ibiza como mayoral, cuidando y alimentando a los toros. Aquí entró en contacto con el mundo taurino a todos los niveles. La ocupación le duró siete años, hasta que marchó a Formentera, contratado por una empresa hotelera como jefe de mantenimiento. En la pitiusa menor todavía se le recuerda por su faceta musical, ya que fue miembro de la única banda activa, Moby Dick.
En 1991 marcha a la península, concretamente a Talavera de la Reina, donde empieza a coleccionar carteles relacionados con el mundo de los toros. Aquí es donde nació el archivo taurino Miguel Galera, que actualmente cuenta con documentación sobre más de 10.000 toreros. Fichas biográficas, carteles, películas, vídeos y todo tipo de documentación cuya recopilación constituye «un trabajo de chinos», asegura. Posteriormente se trasladó a Vera, Almería, donde trabajó unos diez años haciendo inspecciones a toros, caballos de picar, caballos de rejoneo y revisando la carne de los toros. Desde 2008, cuando regresó a Ibiza y se estableció en ses Païsses está trabajando en el libro y pasando su material de archivo a un ordenador.
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PEP RIBAS Miguel Galera, Michel, un aficionado residente en Sant Antoni, lleva dos años trabajando en el libro que ha titulado ´Historia de la tauromaquia en Ibiza´, en el que publicará la actividad de la plaza de toros de la isla durante sus 25 años de existencia.
Este investigador ha documentado que ya en 1876 se celebraron espectáculos taurinos en la plaza de Mariano Riquer, en el puerto de Vila, para las fiestas patronales de agosto, y que posteriormente se celebraron los típicos correbous. La afición a los toros entre los ibicencos ha sido siempre escasa y se centraba en el rejoneo. La plaza se llenaba con turistas.
La fiesta de los toros llegó a tener su presencia muy considerable en la isla de Ibiza. Por más que a los más jóvenes esta afirmación pueda parecerles arriesgada y gratuita, durante algunas décadas del pasado siglo XX la isla registró una cierta actividad taurina y por el ´Coliseo de San Rafael´, que así se llamaba la plaza de toros de Ibiza, situada en la zona de es Pratet de Vila, pasaron figuras legendarias del toreo, como Antonio Bienvenida, que toreó en la inauguración de la plaza, el 17 de septiembre de 1961, o el mismísimo El Cordobés, que, inusualmente, llenó el recinto en marzo de 1970.
Todos estos datos y muchos más los está recopilando Miguel Galera, un aficionado granadino de 64 años, que en su juventud vivió y trabajó en las Pitiusas y que durante siete años fue mayoral del coso ibicenco (cuidaba y alimentaba a los toros). Galera vivió y trabajó después en Formentera y posteriormente en diversos lugares de la península. Desde 2008 vive en ses Païsses, Sant Antoni y trabaja en la elaboración de la ´Historia de la tauromaquia en Ibiza´. El libro tiene ya redactadas unas 85 páginas en limpio, pero el autor desconoce el tamaño final del volumen.
«Este libro pretende ser la verdadera historia de la tauromaquia en Ibiza –comenta–. Abarca los eventos taurinos junto con todos los matadores que tomaron la alternativa en la isla y todos los ibicencos que, gracias a la existencia de esta actividad taurina, tuvieron oportunidad de participar en alguna novillada o becerrada».
Historia bien delimitada
Al contrario de lo que ocurre en otras partes, la historia de la tauromaquia en la isla está bien delimitada, ya que se inicia en 1876, que es la fecha de la que se tiene noticia que se empezaron a celebrar festejos durante las fiestas patronales del mes de agosto. Y finalizan cuando concluye su actividad la plaza de toros de Vila, el domingo 22 de septiembre de 1985. «Creo que ya jamás se volverán a celebrar corridas en la isla», comenta.
Volviendo a los inicios de la fiesta taurina en la isla, en 1876 se celebraban lidias en la plaza de Mariano Riquer, en el puerto de Vila. Posteriormente se celebraron los típicos correbous, como los que todavía se organizan en Cataluña y en el Levante español, con gran participación popular, a pesar de la prohibición de la fiesta taurina aprobada este año por el Parlamento catalán.
En 1960, cuando ya la plaza de toros estaba en construcción, se instaló la primera plaza portátil en terrenos de la finca sa Palmera, por los que actualmente transcurre la calle Felipe II. Esta instalación se terminó de montar en julio y se tuvo que desmontar en invierno. Se levantó otra vez para el 19 de marzo de 1961 y funcionó hasta el 10 de septiembre. Para esta fecha estaba prevista la inauguración de la plaza de es Pratet pero, por problemas burocráticos, este acto se pospuso hasta el 17 del mismo mes.
El Coliseo de San Rafael se inauguró con una corrida de Antonio Bienvenida, Limeño y Blázquez. «Se trataba de una plaza de tercera categoría, lo cual viene dado no por los toros que se lidian, ni por los toreros que participan, sino por el número de habitantes de la ciudad a la que corresponden», explica Galera. El coso cerró su actividad el 22 de septiembre de 1985, con una novillada en la que participó entre otros El Niño de Formentera. Los 25 años de historia de esta plaza constituyen a grandes rasgos el contenido de este libro de Miguel Galera.
Preguntado sobre la afición a los toros del público ibicenco, el autor tiene muy claro que ésta fue mínima. Asegura que si la plaza se llenó en alguna ocasión fue básicamente con público formado por turistas. Lo que sí despertaba una gran curiosidad era el mundo del rejoneo, por la participación de caballos, unos animales que, al igual que ocurre en otras muchas plazas, suelen causar gran admiración entre el público. Los responsables de la plaza ibicenca eran conscientes de esta circunstancia, y por este motivo, los espectáculos taurinos de Ibiza tenían más números de rejoneo de lo que es habitual.
Toreros pitiusos
Las Pitiusas han sido también cuna de toreros. Miguel Galera asegura que los más significativos durante el tiempo en que estuvo operativo el coso ibicenco fueron Antonio Torres ´El Ibicenco´, natural de Sant Joan, que en sus tiempos llegó a desarrollar importantes faenas, y Ángel Yern, ´El Niño de Formentera´, amigo del autor y presente durante la entrevista. «Hay que ver el tiempo que hace que dejó de torear este hombre y la pasión que sigue poniendo en todo este mundo», afirma Galera, en referencia al ex torero formenterense.
Otro ibicenco que no ha podido terear en Ibiza, pero que actualmente está considerado entre los quince mejores matadores del último escalafón de toreros nacionales es Antonio Farrera Sanmarcos, que nació en 1978 en el cuartel de la Guardia Civil de Can Sifre y que a los siete años se marcho a vivir a Extremadura con sus padres. Desde muy pequeño ya se le consideraba un niño prodigio y participaba en novilladas.
Los demás toreros que participaron en espectáculos taurinos en la plaza de Ibiza que acompañaron a los grandes en letras de menor tamaño en los carteles no eran naturales de las Pitiusas, sino inmigrantes llegados a la isla para trabajar.
La plaza de toros de es Pratet, edificada en un suelo que actualmente es de propiedad municipal, llegó a su final por un motivo que Miguel Galera tiene muy claro: «Fue por la especulación del suelo, es la única explicación», asegura. El autor recuerda que, tras el cierre de la actividad de esta plaza, el lugar fue objeto de un proyecto de mercado en el que el constructor cobró a numerosos propietarios y despareció de la isla con el dinero. Años después el Ayuntamiento tuvo que intervenir para hacerse con la titularidad de este suelo.
El libro de Miguel Galera acaba en 1985, cuando finaliza la actividad del coso taurino ibicenco. El autor tiene previsto incluir un catálogo de cartelería que incluya los máximos carteles posibles de los espectáculos que se celebraron durante ese cuarto de siglo, aunque este apartado todavía no está definido.
Asegura que todas las personas con quienes ha contactado y que tienen información sobre aquella época se han prestado a colaborar, pero se ha encontrado también con muchas dificultades para obtener información. Por ello está interesado en que cualquiera que disponga de carteles, fotografías, datos o de cualquier tipo de documento relacionado con la actividad de la plaza de toros de Ibiza durante su etapa de actividad, se ponga en contacto con él a través del correo electrónico michelgalera@ hotmail.com. De esta forma, la obra podrá ampliarse con todos aquellos testimonios que tuvieron algo que ver con la historia de la tauromaquia en la isla de Ibiza.
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