jueves, 12 de junio de 2014

Una pequeña historia de un hombre grande, Alfonso Aramburu, un toro y un aprobado en expectativa

Ser de una ciudad pequeña. vivir en el ámbito reiterado de un centro histórico, pasear por las calles mil veces holladas por nosotros mismos frente a los mismos prójimos, puede aburrir a cualquier espíritu inquieto, pero puede llenar de momentos geniales a un auténtico buscador de instantes.

Siete de la tarde.Mi hijo Manuel, once años el próximo día 16, me llega a casa con una de esas tareas de quinto de primaria que a los negados para las artes plásticas se nos hace imposible resolver sin usar san google (patrón de las búsquedas inverosímiles),

- Tengo que llevar un collage al cole para aprobar plástica.
(Mi hijo, como su padre, no es de mucho aprobar, aunque acaba de sacar un 8 en música gracias a unas sevillanas de Paco Toronjo)

Mi incapacidad de pintar nada que no sea una pared, me hace proponerle ir a la oficina y buscar una silueta en internet.  En la puerta de la Concepción nos cruzamos con el pintor Alfonso Aramburu, nos saludamos, cortesmente por su parte, con la admiración que le profeso por la mía y seguimos camino.

No es hasta que, mi torpeza de reflejos habitual, diez pasos mas adelante me doy cuenta que acaba de pasar mi solución. Con mi poca vergüenza habitual me doy la vuelta, ante los asombrados ojos de mi hijo le espeto al arquitecto onubense:

- Alfonso, me tiene que pintar un toro, Mi niño tiene que llevarlo mañana al cole.
La respuesta del buen hombre lo define.
- Ahora mismo... pero, digo yo, que los maestros se darán cuenta que no lo ha pintado él (humildad y grandeza en su frase)
- Ole. Pero no te preocupes Alfonso, es sólo una silueta, él después la completará con recortes para el collage
- Perfecto, venid conmigo- dice mientras anda en dirección a la Sala de Exposiciones la Caja Rural de la Calle Botica.
El "segurata" del centro, Octavio, otro buen amigo, nos dice al ver nuestra disposición, mientras se levanta
- Ha llegado "el arte" y me temo que estorbo en mi sitio- limpia la mesa que es lugar de trabajo
- ¿De que edad quieres el toro?
- Uno grande- dice mi hijo con esa querencia al 7 que siempre ha tenido
Un minuto de reloj tardó en tener pintado, tras sacar del bolsillo un paquete de carboncillo, sobre la cartulina verde el toraco.
- Este tiene seis años. Es un toro pasado, niño-dice Don Alfonso mientrás alarga la obra de arte al examinando.

Mi hijo, que algún día contará esta anécdota a sus nietos, se quedó sorprendido, yo emocionado y agradecido, Alfonso Aramburu se marcho con normalidad, con la normalidad con que los artistas de esta clase hacen esta clase de cosas.

Esto es ser de Huelva. esto es ser artista, esto es ser del toro.
Como podéis comprobar mi niño no está llamado por los terrenos del oficio, más bien por los del arte


Ahora a esperar que la seño del menino no sea anti y quiera dar un suspenso a Alfonso Aramburu

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