Lo primero que llenó
Morante, y Talavante y Castella,
pero sobre todo Morante fue la plaza, la plaza llena sin el no hay billetes para
ver una terna a la que Sevilla sabe esperar.
Llenó de torería
Morante una tarde en que el ganado, después del baile de corrales, salió
con aceptable presentación, quizá el tercero más por abajo. Corrida digna
No quiso darse un baño de morantismo militante y converso en
el cuarto con la vuelta al anillo que el público requería, de esta forma llenó de verdad la afirmación de que
las vueltas al ruedo han muerto. Una pena, son toreras
Talavante estuvo muy bien, fresco, seguro, a portagayola,
poderoso, versátil, enchufado.., pero cuando cogió la
Tizona llenó a las
gradas de dudas, luego se cortó con el filo y pasó a la enfermeria.
La de Cuvillo, que sólo
pudo llenar los chiqueros de toros de El Grullo a altas de la madrugada, no
fue una corrida mala. No fue una corrida buena. Le faltó fondo y entrega a
casi todos los toros. El mejor el sexto.
Se llenó el mundo de
nuevos morantistas, de nuevos devotos de la fe que espera el milagro de un
lance a aletargado y puro.
El toreo de capote debe tener premio, ya le pasó a Morante
en Madrid, le vuelve a pasar en Sevilla.
Si después de cuajar el toro con la seda coge la espada, cuadra al toro y mata,
Llena la maestranza de pañuelos.
Convencido. Lo hará algún día
Eran delantales, entre el quite y poner al toro en el
caballo de torera forma, de repente se paró el tiempo. Morante llenó los carteles de toros con media verónica parsimoniosa, espontánea
y sublime.
Castella volvió a estar valiente, dos veces a portagayola,
vertical, fiel a si mismo. Pero no llena
al aficionado de Sevilla, desde una sábado de preferia de hace ya muchos
años. Cuestión de concepto.
Juli, desde el Domingo de Resurrección, ha
llenado el escalafón de ganas de irse a la puerta de los miedos. Es lo que
tiene mandar en esto.
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