O se tiene o no se tiene, no me pidan un concepto, ni lo intento siquiera, no merece el esfuerzo. ¡Que manía prosaica esa de querer definirlo todo!
El torero que desarrolla cada tarde la magia intangible de torear cargando la suerte en el factor X no fuerza, torea así de forma natural, por que es una forma consustancial a su personalidad, lo usa a su antojo, se atreve a derrocharlo, lo dilapida sin pudor, lo guarda con avaricia, no lo encuentra durante un periodo, cuando lo encuentra lo desprecia con orgullo, lo usa con desparpajo, vive de él y no se le agota. Simplemente, como dijo Savater sobre Morante "son capaces de dejar su cuerpo en el burladero cada tarde que se visten de luces". Son los dioses del privilegio, los intonsos legionarios del misterio.
Hay matadores de luengas trayectorias que no supieron nunca de la existencia de la mística callada del toreo, no lo asocien al fracaso, muchos de estos huérfanos del instinto mágico han tenido en la historia, y aún muchos tienen, un más que digno pasar por los libros del toreo. Le preguntaban un día a José Miguel Arroyo por los toreros que admiraba, Manolete y El Cordobés, contestó, y aclaró, "son los que han hecho que los toreros ganemos más dinero". Toreros pegados al terreno. Como si fueran mundos paralelos, un mundo real en el que habitan estos terrenales toreros, con un paisaje tangible de granas y oros, contratos, viejas cornadas, orejas, prensa partidaria, legión de detractores, retahíla de triunfos y tardes de fracaso y un mundo simultáneo, al modo de la platónica cueva, donde existe todo lo anterior tamizado por la magia que estos matadores pegados al terreno no llegan a percibir jamás.
Hay algún torero que entra y sale del paraíso de lo distinto, son toreros más de estar que de ser. Espla ha contado que tres veces en su carrera ha toreado "en estado de gracia". Pepe Luis Vázquez hijo me ha confesado alguna vez que literalmente levitó en Huelva en el año 85.
Sin ser poseedores de él, saben de la existencia de este factor X, otros toreros, muchos banderilleros, unos pocos apoderados, algunos escribidores, gentes con la rara capacidad de percibirlo, la sensibilidad para disfrutarlo, el corazón para padecerlo y, muchas veces, la grandeza para no envidiarlo. Se trata de unos hombres que deambulan entre el descreimiento, el amargor, la pasión, la admiración, la búsqueda compulsiva del grial y la mirada perdida de quien ya ha visto a Dios. y que sueñan, consciente o subconscientemente, toda su vida con llevarlo una tarde, una sola ocasión, en el esportón. Carrera de renuncias, de apuestas perdidas, de peregrinaciones en pos de un momento mágico, de espejismos en un tentadero. Ejemplos, se me vienen muchos, el gran Montoliu, muerto un día del trabajo en Sevilla, cambió la plata de los 80 contratos por el oro de 40 a las ordenes de su admirado y paisano Manzanares. Paco Aguado lo ha captado, en sus artículos y libros, donde canta que el toreo eterno es "dar en cada pase lo más profundo de su ser, su misterio, no sólo al toro, sino al sacerdocio del toreo". Corbacho, con sus simas y sus cimas, es capaz de desentrañar misterios necesarios cuando se atiene a la visión del samurai, al bushido, ese código de honor, que obliga al torero a no dar el paso atrás, a terminar el lance atrás y a dejar la muleta delante.
De la misma manera que la quietud, la mano baja, el temple, la ligazón y la cercanía adverbian la técnica de pegar pases y lo eleva al concepto de "torear", para sublimar a la categoría de arte el torear existe este áurea que es este que me atrevo a nombrar como "factor X" al que distingue por eliminación al distinto, al único.
Al factor X, se le puede confundir con el pellizco, pero lo supera por exceso; puede parecer sinónimo de torería, pero la sobrepasa por indefinición; hay quien lo llamará arte, que lo minimiza. Dejemoslo, hasta encontrar un nombre más torero, en factor X
Me gustaría que alguien me pudiera demostrar empíricamente que la siguiente nómina de toreros no acreditan altas dosis de factor X, Morante, Curro Díaz, Pepe Luis, Antoñete, Curro, Paula, Manolo Cortés, Ordóñez, Martín Vazquez, Manolo González.
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