lunes, 13 de octubre de 2014

Crónica de Barquerito de la extraordinaria actuación de Juli ayer en Zaragoza. Y el que no, que se vaya a Salamanca


Dos faenas completas: poder y preciosismo, regusto e inteligencia, ritmo y pureza. Una de ellas, sin remate con la espada. Tarde muy inspirada con el capote. Clima de euforia

Domingo, 12 de octubre de 2014. Zaragoza. 8ª del Pilar. Tres cuartos de plaza. La cúpula, cerrada.
Tres toros -2º, 4º y 6º- de Parladé (Juan Pedro Domecq Morenés), muy bien hechos, de muy buen son el segundo, roto en el caballo el cuarto y apagadito el sexto,  y tres de Victoriano del Río, el primero con el hierro de Toros de Cortés, condenado a banderillas negras pero manejable, y los otros dos, con el de su propio nombre. El tercero se rajó sin aviso; el quinto, que amagó con irse, se sujetó y se empleó bien.
Juan José Padilla, saludos tras un aviso y silencio. El Juli, saludos tras un aviso y dos orejas. Miguel Ángel Perera, silencio tras un aviso y palmas.
Cumplió a modo la cuadrilla de El Juli, y muy en particular Álvaro Montes.
EL JULI LES DIO FIESTA mayor a dos toros notables. Un segundo, de Juan Pedro Domecq, bravo en el caballo y que a todo quiso; y un quinto, de Victoriano del Río, que echó algún borroncito menor pero acabó queriendo y rendido. Estaban muy bien hechos los dos. A uno y otro sonrió la fortuna de vérselas con un Juli en estado de gracia. La versión rotunda del Juli arrollador, que no era novedad. Pero, además, una versión refinada del toreo de poder y autoridad.
¿Y qué más? El torero ambicioso, que, sin serlo, parecía haber sido testigo de cada uno de los capítulos mayores del Pilar y trató de dar réplica a cada uno de ellos: al capote tan singular del novillero Ginés Marín y a su sentido del compás; al toreo de mano baja y engaño arrastrado del castellonense Jonás Varea; al ritmo casi febril de El Fandi con el toro Picarón, de Fuente Ymbro, que se ha hecho célebre esta semana; al toreo trenzado de Daniel Luque; al capote tan remecido y al muletazo tan encajado de Diego Urdiales; y al apasionado y esdrújulo sentido de Talavante también. Un repaso general. Sin conciencia cierta del modelo o espejo porque en el toreo no caben tales estimaciones. Cada toro es distinto. Y un toro solo vive una vez.
En sus dos turnos puso El Juli a la gente de pie. Antes incluso de concluir cualquiera de las dos faenas. Pura lógica las dos: colocación, terrenos y distancia, ritmo, temple, medida, ligazón y pureza. Solo que no es normal ver a tanta gente bramar tanto en una plaza de toros. Y ponerse literalmente de pie, y blandir pañuelos mientras Julián buscaba con desigual fortuna cuadrar o igualar al toro de Juan Pedro, que fue el que más a placer toreó, o igualar y cuadrar al de Victoriano del Río, que quiso, sí, pero no tanto, y, sin embargo, ayudó más cuando El Juli se tiró con la espada casi al vuelo olímpico.
Se le habían ido las orejas del juampedro por pinchar dos veces en la suerte contraria y sin pasar antes de cobrar una estocada trasera. El toro de Victoriano no se escapó y, si llega a rodar en vez de acularse en tablas, le corta Julián el rabo. La euforia era eléctrica.
Las dos faenas, variadas, abiertas sin pruebas previas ni demoras, abundaron en el toreo que se llama fundamental: tandas de redondo en semicírculo, barriendo la arena, y naturales embraguetados, el toro enganchado por delante, los riñones metidos en el momento clave del viaje y el toque de despedida siempre suave. En todas las tandas con la diestra El Juli intercaló un cambio de mano previo al de pecho ligado con él.
Y en todas las bazas, todas en los medios, aguantó con impecable encaje el viaje de vuelta. En los remates hubo una gota de desmayo. Cuando se empezó a parar o cansar el toro de Juan Pedro, El Juli lo aguantó con dos péndulos y, al verlo recrecerse, le pegó a media altura dos latigazos antológicos.
Al toro de Victoriano, acobardado en tablas después de banderillas, se lo trajo de largo en el arranque de faena. Casi lo mismo que Talavante había hecho la víspera con un toro de Juan Pedro más franco que este otro. Y no con la izquierda, sino con la derecha, y templando lo indecible un viaje ligeramente descompuesto; tras él, ligada, la tanda entera, abrochada con una trinchera. La medicina fue muy parecida en los dos turnos. Las dosis, no, porque con el toro de Victoriano hubo que porfiar un poquito para que no se le fuera. Molinetes de recurso para sujetarlo. Un final de apoteosis: circulares inversos y  la trenza de ayudados de rodillas ya casi en las tablas. Y justo antes de eso, una tanda rota con un  cambio de mano resuelto con un farol y el de pecho. Monumental.
La clave de tanta cosa estuvo, primeramente, en el derroche de Julián con el capote en el saludo de los dos toros. Cinco verónicas a cámara lenta y una revolera se llevó el toro de Juan Pedro. Probablemente los lances de más caro compás que haya firmado El Juli este año. Casi el mismo gasto para el de Victoriano, que tardó tres lances en descolgar, humillar y empaparse. Un quite mixto –chicuelinas, verónicas vueltas- en el primer toro: otro celebradísimo en el quinto en versión puesta al día de los lances de El Zapopán, que remató por abajo y con medio giro solamente. Todo discurrió con la diligencia y resolución proverbiales de El Juli. Un recital.
La suerte estuvo con Julián en el reparto de toros. El primero de Padilla, de Toros de Cortés, condenado a banderillas negras, no fue luego ni bueno ni malo, pero pesaba 600 kilos; el cuarto, del cupo de juampedros, se enceló durante cinco minutos con el peto del caballo y solo un alarde de un monosabio fornido y preparado logró sacarlo: el quite de la feria. Pero el toro estaba muertecito. A Perera volvíó a serle adversa la suerte: el tercero, que se venía cruzado y deslumbrado, se escupió en varas y se rajó a los quince viajes. El sexto, lastimado tras un volatín, no pudo con su alma.
Postdata para los íntimos.- Qué gusto poder entrar poco después de mediodía en el Campo del Toro. Antes de que llegaran las masas hambrientas en busca del menú del Pilar. No sé si con el rabo de toro a al cordobesa que era el santo y seña de la casa cuando vivía Jacinto, el dueño, que fue torero de capeas, cordobés y luego hizo fortuna y amigos guisando. Ninguna de las cabezas de toro del salón son de toros muertos por Jacinto. Ni muertos ni guisados. Y qué más da. Hay pochas de Tudela que se congelan en termporada y, descongeladas, están mejor. Un misterio. Cristina, la hija de Jacinto, la de los ojos bellos, ha seguido el negocio. Y allí estaba, ajustando la caja registradora. El 12 de octubre en Zaragoza es un cuerno de fortuna. Todas las mesas reservadas. Con sus manteles de algodón blanco. Y sus servilletas dobladas. Muy limpito. Unos biombos oportunos. Y dos puertas. Pero nadie de escapa sin pagar como en aquellos viejos sainetes de los años del hambre.

Los guineanos celebran el 12 de octubre el aniversario de su independencia. La Guinea Ecuatorial, que fue provincia española hasta 196yalgo. En la parroquia de Santo Domingo del Val, en la calle Carderera junto a la Avenida de Madrid, los he visto salir de la su misa mayor. Con sus banderas, y sus vestidos de domingo. Los hombres, de traje y corbata. Las mujeres, con vestidos multicolores, la bata hasta los tobilllos, peinados exóticos. Habrán rezado por las víctimas del Ébola, pensé. Salían felices. Los niños, muy endomingados, sobre todo.

Colas en el 42 de la Via Universitas. "¡Cómo iba ayer el tranvía...!", oí decir ayer. Y cómo iba el 42 a las dos de la tarde. Qué raro es el barrio de Casablanca con su embarcadero. Qué triste esa periferia sudoeste de Zaragoza. El seminario parece abandonado. Han hecho una colonia residencial. Los seminarios católicos son bastante feos en general y no hay diócesis que se salve. El de Madrid lo construyó el mismo que hizo la vieja plaza de toros. Y se nota. El de Vitoria tenia fama de ser helador porque se consideraba una disciplina de mérito que salieran sabañones hasta en las orejas. Una fe de otra época. El seminario de Teruel fue cárcel durante la guerra. El de Huesca no sé. Tal vez mañana me entere.

Y aquí se acaba el curso de toros. Para mí.

Hay un autobús en Zaragoza que empieza y termina en los Pinares de Venecia. No lejos de Torrero. El 33 o el 39, no me acuerdo. En el Gasca, avenida de Madrid, frente a la glorieta semicircular de Huesca, dan sabrosa comida: patatas rellenas, pimientos rellenos de merluza, jamón batido con morrones, torreznos del pais. Y vino de Vivancos. Dueños muy simpáticos. Los clientes no están mal pero son muchos.

El atún cocido en vino fino y con cebolla es la tapa estelar del MardeCádiz en la Plaza de San Francisco. Recomendado. Tres euros cincuenta una generosa tapa. Hay arroz negro. Judiones con almejas y garbanzos con bogavante. Para el tranvía casi a la puerta.

Y ya. Las Delicias: nombre de un barrio extensísimo y de la estación intermodal que se hizo para una Exposición Universal reciente. Aun se está pagando. La deuda crece como el agua del deshielo. No el del Ebro sino el del Obi, el Lena, el Mackenzie y el Yenisey. Será por dinero...

El manto de la Virgen es, además de serlo,el nombre de un pastel de hojaldre bañado con nata y una mermalada de fresa que simula la cruz de Lorena.

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Haciendo hilo

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