Por Inma León
Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Segunda novillada de promoción. Media plaza. Se lidiaron novillos de El Serrano, complicados y feos de hechuras. El mejor, el quinto. El banderillero Carlos Cano destacó en la briega y quites.
Fernando González: silencio en el único que mató.
Luis Manuel Terrón: silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
Manuel Triana: silencio tras aviso y silenci
Ir a la Maestranza los jueves del mes de julio para ver a unos chavales, unos más preparados que otros, que inician la dura senda de querer ser torero no solo tiene de aliciente eso, sino mucho más, como ver a un joven de la escuela taurina de Badajoz, Luis Manuel Terrón, que sabe torear con el capote, algo muy complicado que muchas veces a algunos matadores se le resiste; ver las calurosas gradas llenas de jóvenes y de niños de la mano de sus padres porque cada uno educa a sus pequeños como cree conveniente, o ver a dos chavales que aparentaban unos 16 ó 17 años quitando pegatinas de la estatua de Curro Romero que algún cretino pegara sobre el nombre del ‘Faraón de Camas’. Créanme, ver esa estampa en los tiempos que corren me pegó un pellizco en el alma.
Pero metidos de lleno en lo que fue la novillada en sí, la ganadería del Serrano trajo a Sevilla un encierro desagradable en hechuras, astifinos como ellos solos y de mal juego y peligrosos, excepto el quinto con el que Terrón se gustó por verónicas con mucho gustito. No se que tendrá las tierras extremeñas que los que salen de esa escuela tienen otro aire, un aire agradable muy necesario en estos tiempos. El eral demostró más clase que sus hermanos y, aunque cortó mucho en los palos, metía la cara en la muleta sin que el pacense se la quitara de la cara, mostrando disposición y voluntad, aunque algo acelerado. Falló con la espada y el posible premio se quedó en una vuelta al ruedo.
Con su primero, un peligroso con muy poca clase, Terrón también dio una buena lección con la capa y el eral le pegó un susto cuando toreaba por estatuarios en los medios. De nuevo dejó sobre el albero maestrante buena impresión pero la cosa no remontó y sonó el aviso antes de acertar con el verduguillo. Insisto, no sé que tendrán las tierras extremeñas pero algo hay… ojalá perdure porque dicen que mecer a un toro con el capote como si se acunara a un bebé es lo más difícil del mundo y el de Higuera de Vargas lo hizo en Sevilla.
Fernando González corrió en suerte en primer lugar con un eral con poco fondo y algo mentiroso por los dos pitones y poco pudo hacer, no obstante al novillero de Utrera, la cuna del toro bravo, quizás le falte más preparación para un lote complicado como el que le tocó. El cuarto lo avisó desde que salió de chiqueros y cuando estaba intentando resolver la papeleta llegó una fea voltereta y fue trasladado a la enfermería con contusiones y varetazos.
Manuel Triana topó con un animal que echaba las manos por delante en la capa. Tras brindarlo al público el sevillano, desconfiado con la muleta, aguantó las violentas embestidas de un eral que tampoco ayudó, no obstante apuntó detalles de torería con sabor. Triana poco pudo hacer ante el último eral que reponía pronto, excepto mostrar que no tiene malas formas --que tiene que pulir, totalmente comprensible porque está empezando en esto-- y que tiene que entrar más a matar en el carretón como sus compañeros de cartel.
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