Indulto lastimoso en Valverde del Camino

Rivera con dos orejas y Ferrera con dos, rabo y un show "triunfadores" de un esperpéntico espectáculo que supuso el estreno del callejón de la plaza de la Calleja de los Carpinteros



Menos de media plaza, (500 personas) en tarde que empezó agradable de temperatura y acabó heladora. Se estrenaba por parte de alcalde y empresa el callejón de la plaza tras casi dos siglos de antigüedad. Seis toros de hermanos Sanpedro de buena presentación por romana, y escandalosamente tuneados por delante, nobles, colaboradores, sosos, el mejor el primero de la tarde, aplaudido en el arrastre, el peor el sexto que se vencía y buscaba. Se indultó al quinto de nombre Rondeño. Los tres matadores hicieron el paseillo desmonterados.

Francisco Rivera Ordóñez, o Paquirri, de verde y oro dos orejas y silencio

Antonio Ferrera de malva y oro ovación y dos orejas y rabo por su cuenta tras indultar al toro

Alfonso Oliva Soto, de rosa chicle y oro con cabos en negro, ovación y palmas en el que cerraba plaza.

Pues se substancio la corrida que suponía el estreno del callejón. Las opiniones que hemos oído eran casi unánimes en el sentido de aprobar la instalación del mismo, a pesar de que la plaza haya perdido algo de su encanto. Con cierto ambiente en los alrededores de la plaza, malas formas en las puertas, mucho camero y mucha seguidora del tomate, los adivinos de la teles y la gente guapa, se lidiaron toros de hermanos Sampedro, de aceptable juego, el primero fue de dulce noble y con recorrido, derribó al caballo, el segundo más flojito pero noble hasta decir basta, el tercero sin acabar de entregarse anduvo por allí, el cuarto, nobletón y buena persona, tuvo la mala suerte de encontrarse a un matador que ya tenía su triunfo garantizado, el noblón quinto tuvo la buena suerte de encontrarse con un Ferrera que, después del mitin que ofreció el matador extremeño en el segundo, no quería ejercer con la Tizona, más suerte tuvo el tal Rondeño de encontrarse con un ganadero tan poco exigente que subió a la presidencia solicitar el indulto, el colmo de su fortuna fue que la presidencia de la plaza, la misma que no consiente cambiar el tercio con cuatro banderillas en el lomo del burel, decidiese desoír a sus asesores y regalar la vida a un toro pastueño, sin agresividad, sin fuerzas y sin historia. El sexto fue el garbanzo negro, ya con luz artificial, su embestida era incierta, se vencía por el derecho, se quedaba corto por el izquierdo y poco se pudo hacer con él.

¿Los matadores?, bien gracias, hoy no se les debería llamar así porque los tres coletas han ofrecido un recital de como no se debe matar, saliéndose de la suerte, sin cruzarse, sin meter la mano, yendo a por uvas, y en fin, de acuerdo con el ganado, en son de paz.

Rivera Ordóñez se encontró a un bendito primer toro al que banderilleó, capoteó, muleteó y mató sin que dejará nada en el recuerdo de esta plaza que sabe de qué va esto, lo cierto es que Rivera tiene un producto que es el que vendió ayer en Valverde y quien lo compra salió satisfecho. Al cuarto, ni lo toreó, ni lo entendió, ni lo banderilleó, ni se como lo mató, ya sabía el nieto de Órdoñez que los teletipos escupirían su triunfo de dos orejas, misión cumplida.



Ferrera montó su show, seis pares de banderillas, el tercer par del segundo de la tarde de mucho mérito, mil mantazos, mil aspavientos, mil sartenazos con la espada en el primero. Luego en el sexto, más de lo mismo, aderezado por que el torero no quiso matar al toro y además paró la música para que toda la plaza le oyera decir mil y una vez “mira como es”, pues si el mallorquín se refería al toro desmochado, el toro era dulce, sin fuerzas, sin entregarse y queriendo rajarse. Sus burlas a la banda de música, sus intentos de que arrancase y parase a su antojo, no fueros más que una metáfora, la tarde fue una burla, la plaza que vio el indulto de la bravura encastada y ya mítica de REVISOR, la sangre derramada de Uceda o de Pauloba, con uno de cuyos pelos púbicos se pueden hacer mil toreros como el tal Ferrera, no puede soportar semejante sarta de desatinos sin que se estremezcan sus viejos cimientos.

Oliva anduvo bien, pero…, nos gustó con el capote en ambos toros, pero el camero se tiene que entregar más, su corazón le tiene que pedir batalla, maneja bien la muleta, de maravilla el capote, pero… anda romo con los aceros y la voluntad se le diluye en un inicio de faena con ambas rodillas en tierra, nunca debía haberse dejado ganar la batalla, es cierto que le tocó el garbanzo negro de la tarde entre dos luces, mal la iluminación de la plaza, pero los figurones de que esto han sido, cambian la moneda . Lo de la espada, de fatiguita.

Otra metáfora, al acabar la corrida, nadie quería sacar a los toreros a hombros, sus mozos de espadas hicieron los honores, los honores que suponen la deshonra mancillada de una plaza que lloraba impotente el día del estreno de su nuevo callejón