domingo, 9 de noviembre de 2014

Santi Ortiz le escribe a Manolin ("Mi mozo de espadas")

En el adiós de mi "mozoespa"

VIVIÓ el toreo desde los callejones de las plazas y en la intimidad de las habitaciones, donde un hombre, por muy niño que fuera, de sus manos se vestía de torero. 

En su profesión de mozo de espadas supo pulsar la intimidad de esos momentos duros en los que el torero acaba de mantener su lucha con el miedo antes de salir a la plaza y llevar solidario, junto a su matador, después de la batalla, la miel y la hiel de triunfos y fracasos. 

Curtido en tales entresijos, Manolín tenía constancia de su sabiduría, por eso era un hombre callado que no necesitaba alardear de sus conocimientos. Conocía el toreo por dentro y por fuera; y por fuera y por dentro a sus protagonistas. Sabía de sus sombras más que las tinieblas, y de sus soles, más que el firmamento. Sabía tanto que supo ser humilde y sencillo hasta el final. 

Sólo su amor al toreo quedaba expuesto a miradas ajenas, porque, pese a las cicatrices que esta profesión dura deja en todos los que nos rozamos por ella, le salía la afición por las palabras, por los ojos, por los actos, por la colección de carteles que había ido acumulando, por los datos de que disponía y por la dedicación con que estaba al tanto de lo que había llenado de ilusiones su vida. 

En el callejón estaba cuando mi primera novillada de noveles (en la foto, tras la figura de Eugenio Barroso, a quien brindó el novillo), y en mi vida ha seguido estando siempre que he vuelto a Huelva para algún asunto de toros. Sentía su aprecio, como él el mío. Y ahora que se ha ido, siento que se me ha apagado otra luz de mi historia, de mi vida; que he perdido otro de esos personajes inolvidables e irrepetibles, siempre cercanos pese a la lejanía. 

A su hijo Pepe, que es a quien yo conozco, y a Mercedes y a Antonio, quiero enviarles mis públicas condolencias y decirles que pueden estar muy orgullosos de su padre. Y a la afición de Huelva, manifestarle mi pesar, porque ella, como yo, ha debido sentir el dolor de una pérdida tan irreparable. 

No hace falta tener estatuas para ser grande, y Manolín lo fue en su modestia. Descanse en paz.


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Haciendo hilo

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