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sábado, 15 de octubre de 2011

El arte tiene nombre propio... Joselito Romero

Sencillo y entrañable homenaje a Joselito Romero en el Bar Miguel del Nuevo Mercado
Suponemos que hay muchas y diversas formas de honrar la memoria de un personaje cuando falta. Desde la lágrima falsa de la plañidera, a la pena honda y callada de sus deudos, desde el obituario hondo, a la estatua ecuestre. Pero que un bar de trasiego y enjundia bisecular dedique un rincón a uno de sus más fieles parroquianos, es una de las más sencillas y choqueras maneras de honrar la memoria de un hombre que fue gente en el toro, oráculo en el mercado, sector cárnico, y  miembro indiscutible de la Huelva eterna.
El histórico Bar Miguel del Mercado del Carmen, trasladado hace dos años desde su antiguo solar, emblemático reducto de los chocos con habas, los aguardientes y las tertulias sempiternas, rindió en la tarde del pasado viernes un emotivo y sencillo homenaje al taurino Joselito Romero, fallecido el pasado verano.
El Bar Miguel, era parte de los dominios diarios del carismático y pinturero novillero de los cincuenta, capaz de que la música le tocase en Sevilla tras cuajar un utrero con el capote.
Miguel y su familia quisieron acordarse de un parroquiano que otorgaba prestancia a su casa, el bueno de José, descubriendo una foto de Romero sentado en el que fuera durante más de cincuenta años, su habitual rincón del ya derribado local, en la fotografía  se puede leer "el arte tiene nombre propio... Joselito Romero".
De esta forma se hace eterno el rincón donde en los últimos meses de vida reunía a su tertulia Joselito Romero.. Se unen lo viejo y lo nuevo sin perder su valor ni el nexo de unión. En el sencillo y sabroso homenaje estuvieron presentes, Rucardo, Buendía,  Manolo,  Quintero,  sus hermanos Miguel y Juan junto a otros familiares y amigos.
La imagen descubierta nos trae la imagen más pura del viejo taurino, con su sombrero de ala ancha, su impertérrito  veguero, un aguardiente "marchando" y el Marca para leer las cosas del recre. Siempre dispuesto a la conversación, la tertulia taurina, o de los más diversos temas, el recuerdo fresco, la anécdota sagaz y el cariño a todo el que se acercará. Muchos amigos no pudimos estar presentes, Sauco, Hernández Garrocho, con otros estará en el cielo, como con aquel  Carbonell, al que un toro mató en la plaza de Huelva, un novillo que luego tuvo que matar Joselito.
En el corazón de Huelva quedará siempre este necesario personaje.

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