Manizales (Colombia), miércoles 8 de enero de 2014. 4ª de Feria. Toros para la lidia a pie de Vistahermosa, desiguales de presentación y juego. Dos toros de Ernesto Gutiérrez para rejones, el 1º de ellos indultado. Manuel Libardo, silencio y oreja. Iván Fandiño, silencio y palmas. El rejoneador Hermoso de Mendoza, dos orejas simbólicas y ovación.
Hermoso de Mendoza logró que se perdonara la vida a un ejemplar de Ernesto Gutiérrez lidiado en tercer lugar. El rejoneador navarro aprovechó la movilidad y nobleza de su oponente para levantar el clamor de los tendidos, montando sobre todo a Viriato, Disparate y Pirata. Con el sexto lo intentó, pero el toro no rompió.
El diestro colombiano Manuel Libardo paseó un apéndice en su segundo toro, con el que expuso pese a las pocas prestaciones del astado de Vistahermosa. Antes, en su primero, topó con un toro que nunca se entregó.
Iván Fandiño no tuvo suerte con su lote. Su primero embistió sin clase y su segundo embistió de forma descompuesta. Hubo entrega y disposición pero escaso lucimiento.
Jorge Arturo Reyes lo cuenta Así en Burladero
Villancico, negro, lustroso, pequeño, despuntado, salió y atacó raudo, fijo, codicioso, encelado sin tregua. De no haber sido Pablo su rival quien sabe que hubiese pasado. Porque fue tal su imparable codicia que por momentos llegamos preguntarnos si el navarro podría someterlo. Auténtica confrontación de excelsitudes, y la moneda sobre su filo. Así fueron las primeras escaramuzas. Toro y torero, las muñones ansiosos, veloces, a milímetro del anca, templada, mandona como una muleta, y el galope a dúo circundando el ruedo, una y más veces, con son y emoción, y la reunión no se rompía, y la plaza, tres cuartos, que se caía.
Primero con Churumay, y luego sobre Chenel, Pirata y Viriato levitó. Los rejones y las banderillas, parecieron nada más que pretextos, para las composiciones estética. He visto a Hermoso grandioso muchas veces, en muchas partes, pero jamás como aquí hoy. Quizá porque jamás lo vi con un toro que peleara como este, fue tanto y tan largo su derroche que al final mostró fatiga y la gente, fueras de sí no quiso que muriera, y el presidente tampoco, y él volvió solo, maltrecho pero digno al toril. No sé cual fue más afortunado, si Villancico por toparse con Pablo o al contrario, lo que sí sé es que la obra que construyeron juntos no se olvidará en esta plaza, que le vivió arrobada
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