Coincidí hace años en Despeñaperros con Mario Vargas Llosa, no
pude evitar acercarme a mi admirado escritor arequipeño con la excusa de
invitarlo a la corrida de la tarde en La Carolina. Una plaza portátil
me disculpé “De palos, de talanquera, que bellas, así son la mayoría de las
plazas del Perú, ahí me aficioné”
Me preguntó
el cartel “Rivera Ordóñez…” empecé a enumerar “oh, uno de mis preferidos, bueno mis preferidos son todos. Ponce,ese
torero grande que es Rafaelillo,...”. Me atreví “ Que gusto tan dispar. Es el cartel de la alternativa de Rafaelillo
en Murcia” y me respondió el taurino escritor “Me gustan
todos los toreros, todos tiene algo, Ponce por que es la estética del toreo, Rivera
por que lleva gente joven a los toros, Rafaelillo por que nos hace sentir la
importancia y el miedo de ponerse delante de un miurazo con sólo una tela”. No
podía venir a los toros “las señoras no me dejan”, agradeció el detalle y seguimos camino.
Acabo
de devorar la última novela del Premio Nobel
de Literatura peruano, el Héroe discreto. Y no puedo menos que ligar el título
de la absorbente novela con la conversación de Despeñaperros. De los muchos toreros del escalafón no es casual que el nobel nombraba a Rafaelillo un torero sin farandula, de aficionados Como no es casual que el torero murciano este completando una temporada que le recompensa de tanto esfuerzo, de tanta afición, de tanta entrega. A veces el toro el toro es justo y devuelve gloria por vida.
Ayer en Murcia nos cuentan los que estuvieron en la plaza
que Rafael Rubio “Rafaelillo” cuajó un toro de Fuente Ymbro como sólo pueden
cuajarlo los toreros grandes. No pude verlo, no me hace falta, se como es
Rafaeelillo, se como está Rafaelillo, ese héroe discreto, un torero de sentimiento,
de un sentimiento sin efectismos, de un sentimiento puro y cabal que le llega
desde el viejo sueño de ser torero hasta las uñas de los píes, esas uñas que se
retuercen para aferrarse a las zapatillas en las tardes de miedo.
Lleva lustros
en la lucha, cogió el camino recto de las corridas más duras, las de menos
posibilidades de triunfo y más estadísticas de cornada. Ese camino honrado no
le hizo olvidarse de su concepto, de su verdad, de su despaciosa quietud, de su
izquierda mandona y baja, de su templada muleta, de su variado capote, de su derecha espada.
Torero de toro grande en plaza grande, y de toro grande en
plaza chica. Su paso por las ferias sólo lo puede hacer en los días de los
hierros duros. Han querido reventarlo, ha sido independiente en guerra de
banderías. Ni en la
Condomina , su tierra, la que ayer le vio triunfar, han sido
siempre justos con el torero, un torero que nunca decepciona, lo obligan su sentido
del toro, de la responsabilidad y de la propia superación.
Hace una semana en
Villanueva del Arzobispo cuajó un toro de Miura, lo toreó como si fuera bueno, se entregó como si fuera Madrid,
le cortó un rabo, formó un lío. No es casualidad lo de Murcia, se torea como se
está y Rafael está en el momento cumbre como torero y como persona
No ha consentido Rafaelillo que la técnica necesaria para la
lidia de los toros complicados le borrase el sentimiento del toreo soñado en eternas
tardes de entreno y de toreo de salón. La dureza de su carrera no le ha aportado dureza a su corazón.
No es un torero que tenga partidarios, es un
torero de todos los aficionados, de todos los ganaderos, de todos los que
escribimos de esto. Le han bastado tres lustros y unos cientos de corridas
duras para ganarnos a todos. Tuvo que abrirme los ojos un nobel, me tuvo que
dar un parón la vida y la evidencia. La evidencia esa que me enseñó que
Rafaelillo es muy grande como torero, pero que es inmenso como hombre.
Me contaba el torero de Murcia, que tras torear su primer
Miura en Pamplona se quedo dos días “roto, no podía levantarme, lo había dado
todo, estaba vacío”. Supongo que hoy, que mañana, que esta temporada Rafaelillo se encontrará
pleno. Lo ha dado todo, como siempre, se lo hemos reconocido, como nunca.
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