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miércoles, 5 de agosto de 2015

Amen don Santi. La muerte del toro en la plaza es el sentido de la fiesta brava

Escribe Santi Ortiz en su trinchera  http://www.querencias.net/  Sobre el pregón de Enrique Romero en Málaga

La sangre innecesaria

"La Fiesta no necesita de innovaciones descafeinadas para armarla de argumentos éticos. Ya los tiene de sobra en su estado actual. Partiendo de la base de la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta, la ética del toreo exige al hombre someterse al dictado de las reglas que limitan su modo de actuar y comportarse para que su ventaja se acorte y el animal tenga su chance. Está prohibido, por ejemplo, recortar a los toros de salida –esto es: cortarles violentamente el viaje de su embestida–, para evitar que se lastimen o destronquen. Igualmente, no está permitido cegarlos con la capa provocando el choque contra la barrera ni tampoco hacerlos derrotar –cornear– en los burladeros, por el riesgo de que se despunten o se rompan un pitón. Y sobre todo, al torero le está vedado torear y matar al toro de cualquier forma. A medida que el toreo ha venido evolucionando, las exigencias de quietud, limpieza, armonía, despaciosidad –temple–, encadenamiento –ligazón– de los pases, se han acrecentado. En cuanto a la forma de realizar la estocada, ha de ser cara a cara, frente a frente. Y por arriba, nunca por un costado. Ni siquiera se admite –aunque a veces se haga para llevarse la repulsa del público– que el acero caiga bajo y no en lo alto de la cruz. El toro es un animal que va a morir combatiendo y al que, por ello, se le presta el respeto debido a lo largo y ancho de su vida –en el campo y en la plaza– y en su muerte. Para tener el derecho de torearlo y matarlo, el torero ha de asumir el riesgo de que, en el transcurso de la lidia, el toro pueda cogerlo, herirlo o matarlo a él también. Pero, por encima de todo, la ética del toreo es una ética de excelencia. Buscar la perfección de la obra por encima del peligro y las dificultades es su rasgo más definitivo. Y la sangre –necesaria– que vierten el toro y el torero es la moneda que paga su valor"


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