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domingo, 2 de noviembre de 2014

El año de Pepe Moral en la plaza de la Maestranza y el extraño veto del G-5

Así lo ve Antonio Lorca. Un hombre con un criterio propio y lejos de servilismos, no siempre de acuerdo, siempre con matices que interesan

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El diestro Pepe Moral ha sido el triunfador de la temporada en la Maestranza sevillana en un año en el que los verdaderos protagonistas fueron los miembros del llamado G-5 -El Juli, Morante, Manzanares, Perera y Talavante-, quienes, de manera sorpresiva y extraña, se negaron a pisar el ruedo maestrante mientras la empresa Pagés siguiera al frente de los destinos de la plaza; y la causa, unas declaraciones poco afortunadas del empresario Eduardo Canorea sobre la responsabilidad de las figuras en la situación de la fiesta y la queja de los toreros sobre un supuesto maltrato de los empresarios sevillanos.
Pero quién lo iba a decir. Ni en los mejores sueños estaba previsto que un torero modesto y casi desconocido, Pepe Moral (Los Palacios, Sevilla, 1987), que, encerrado en su casa, rumiaba con rabia silenciosa su desesperación de años de olvido, resucitaría la tarde del Corpus cortándole las dos orejas a un toro del Conde de la Maza. Moral se reivindicó con un toreo de calidad y se erigió -las vueltas que da la vida- en el triunfador de la temporada en la plaza de la Maestranza. Después, en solo cinco festejos más, -Pamplona, Madrid, Albacete, Sevilla en San Miguel y Zafra- ha confirmado su capacidad y se ha convertido en una de las novedades para el próximo año.
De momento, ha sido el único matador que ha cortado dos orejas a un toro en la Maestranza; la Puerta del Príncipe se abrió el 4 de mayo para que el rejoneador Diego Ventura saliera a hombros por novena vez en su exitosa carrera. Y se abriría dos veces más: la primera, el 1 de junio, para vitorear a dos novilleros de postín, Borja Jiménez y José Garrido, que la traspasaron junto al ganadero Ricardo Gallardo, tras una sonado triunfo ante los novillos de Fuente Ymbro; y la última ocasión fue en uno de los festejos nocturnos de julio en el que cortó tres orejas el novel Rafael Serna.
En total, la temporada sevillano ha celebrado 28 espectáculos -catorce corridas, dos de rejoneo, ocho novilladas con picadores y cuatro para nuevas promesas-; además de Moral, cortaron una oreja cada uno Antonio Ferrera, Joselito Adame, David Mora, Juan José Padilla, Esaú Fernández y Javier Jiménez. Ferrera obtuvo el premio a la mejor faena de la Feria de Abril por su labor con el toro Disparate de Victorino Martín; y Mora se encontró con otro animal de clase extraordinaria, llamada Niñito, del hierro del Pilar.
Acudió menos público a los tendidos, que ofrecieron un triste aspecto durante la feria abrileña, y solo se animaron con las novilladas del verano.
En una palabra, una temporada grande -la oportunidad anhelada e inteligentemente aprovechada- para Pepe Moral, y corta y con mal semblante para la fiesta de los toros.
Porque el triunfo del torero de Los Palacios y los novilleros no ha sido bálsamo suficiente para cicatrizar la muy grave herida que las figuras y la empresa sevillana han infligido a la plaza, su afición y a la propia fiesta.
La ausencia de El Juli, Morante, Manzanares, Perera y Talavante se dejó sentir en los carteles de la Feria de Abril y en las taquillas. Muchos aficionados han aprovechado la ocasión para desertar, quizá definitivamente, de la plaza del Arenal. Los tendidos vacíos, tarde tras tarde, fueron la evidencia de que algo muy serio estaba ocurriendo.
¿Responsables? Se supone que los dos bandos; pero solo se supone porque se desconoce el fondo de la cuestión; porque ninguno dice la verdad. Y si la dice, nadie se la cree porque los empresarios y los toreros han perdido toda credibilidad a fuerza de demostrar reiteradamente que lo único que realmente les importa es su interés personal.
Entre unos y otros -a los empresarios se les acusa de maltrato en sus relaciones con los toreros, y, ciertamente, su imagen no responde a la del emprendedor dialogante y empático, mientras los toreros, enroscados en su victimismo, destacan por su nula transparencia y una manifiesta irresponsabilidad, no exenta de supuestos intereses económicos- han destrozado el año sevillano. Y lo peor es que, quizá, aún no se atisbe el alcance de sus consecuencias.
¿Habrá solución? Pues es posible que no a la vista de la actitud de las partes. Parece que el grupo, conocido como G-5, está roto, lo que facilitaría la negociación particular con cada uno de sus miembros; pero también están deshechas las relaciones personales; o eso parece, al menos, porque, una vez más, se impone el oscurantismo.
En fin, que nadie sabe qué pasará el año que viene. Pero una cuestión está clara: a los empresarios y a los toreros -por sus obras los conoceréis- la fiesta de los toros les importa un pimiento.

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