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lunes, 22 de septiembre de 2014

Barquerito sobre los "pabloromero" de "Partido de Resina"

El más esperado de los hierros anunciados en el ciclo de Encastes Minoritarios era este de Pablo Romero. O Partido de Resina. La cuota guiri de cualquier corrida de verano en Madrid, pero se dejó sentir una mayoría torista. Otro público. Hay hierros con reclamo. Toros distintos. No hubo decepción.

Siendo diversa, la corrida de Partido de Resina fue de espectacular escaparate. Trapío particular de un sexto tan ofensivo como astifino. Hermoso y armónico el cuajo de primero y quinto, remangados, impecables, cárdenos los dos y, dentro de esa pinta, los dos de hechuras más clásicas en el pablorromero antiguo. Más elástico y largo el cuello del primero, de hocico afilado y el único de los seis que descolgó y repitió de veras; más atacadote el quinto, que tuvo la nobleza de marca de la ganadería pero también la curiosidad propia de la estirpe. Un puntito mirón ese toro, que entró con el primero en el cupo de los buenos. Uno de los dos mejores. Aplaudieron mucho de salida al segundo de la tarde, el peor rematado y menos en tipo de todos, pero el más ancho de cuerna. “El más feo”, dicen los toreros. O el menos en tipo. Frentudo el tercero, de pinta negra y el tronco cilíndrico tan habitual en el encaste. Un pavo en toda regla el cuarto.
Pese a ser de desigual conducta, la corrida toda se avino a caracteres comunes: mucha viveza de salida, aunque con la viveza viniera en dos casos una sospechosa manera de barbear las tablas; general entrega en el caballo, con nota sobresaliente para un bélico primero y la excepción del sexto, que se escupió de dos primeros picotazos y se repuchó en la única vara cobrada; una inquietante manera de esperar y perseguir en banderillas; una manera de embestir muy propiamente en la media altura y de engallarse al volverse, pues las dos cosas fueron en su día sello de la ganadería; y, en fin, la resistencia a descubrir o humillar a la hora del descabello y hasta de la puntilla.
Y, con todo eso y además de eso, el son casi dulce al tomar engaño del quinto, que fue el de embestidas más rítmicas; el son más guerrero pero todavía más rítmico del primero de la tarde, que sacó el aire más reciente de la ganadería. No solo por humillar, que antes no solía verse en esos toros, sino también por la chispa entre viva y fiera cuya huella dejó aquí bien marcada un toro Joyerito en una no tan remota feria de San Isidro. De la reata o familia de los metales preciosos, como el Joyerito aquél, fueron un Plateador segundo y un Sortijero sexto. Solo que el Plateador fue una prenda –genio, cabezazos, violencia, listeza, engaños punteados- y el Sortijero, especialmente reservón, cobardón pero muy agresivo, no hizo más que pensárselo sin resolverse.
Quebrantadísimo por una segunda vara trasera, el cuarto, que lamió las tablas con ganas de saltarlas, se apoyó en las manos, midió mucho y miró más. Un toro casi tan difícil como el segundo. Y, en fin, un tercero que tuvo más codicia que fijeza, tomó engaño con muy claro aire y, sin embargo, se soltó muchas veces. Más de huirse que de rajarse. Raro y original.
Espectáculo, por tanto, de particular interés. Ni los toros imposibles –segundo y sexto-, ni los complicados –tercero y cuarto- ni siquiera el más apacible de los dos buenos –el quinto- se prestaron a galas de tauromaquia moderna: porque al pablorromero le cuesta humillar y repetir si no se le abre, y parece toro más propicio para el toreo de largo y en media altura, suavemente, sin la obligación de ligar.
Solo el primero sacó el fondo que acepta el toreo de dominio, ligazón y dormida mano baja. Y trató de hacerlo, con éxito en hermosos muletazos sueltos, José María Lázaro. En faena mal medida, de más a menos, de lindo arrojo porque es torero que apenas trabaja en funciones. Pérez Mota firmó con el quinto los pasajes más redondos y de más expresión. La firma de torero artista que sabe improvisar, dibujar, templar y sorprender. Y supo, además, sujetarse con entereza cuando el quinto, con su bondad, parecía estarle tomando la medida del chaleco. Una estocada caída emborronó una faena suelta, imaginativa, arriesgada, de notable encaje. Torero diferente. Pinar estuvo a punto de sujetar las salidas sueltas del tercero. Solo a punto. Y, sin embargo, la faena fue de oficio bueno. Notable la calma de Pérez Mota con el tremendo segundo; listo Lázaro con el cuarto; y tranquilo Pinar frente a las terroríficas agujas del sexto. La gente lo pasó bien. No tanto la tropa.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. 3ª del ciclo de Encastes Minoritarios. 6.500 almas. Anubarrado, templado. Luz eléctrica en la segunda mitad de corrida. Seis toros de Partido de Resina (José Luis Algora). Preciosa corrida de particular estilo. Dieron muy buen juego primero y quinto, ovacionados en el arrastre. El genio del segundo y la reservonería del sexto fueron las notas peores. Manejable un tercero que se soltó demasiado. Listo y agresivo el cuarto.
José María Lázaro, ovación tras aviso y silencio.
Pérez Mota, silencio y saludos.
Rubén Pinar, silencio en los dos.

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