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domingo, 1 de junio de 2014

Talavante triunfa en el cierre de Cáceres.


Por José María Martín. 01-6-2014.
CACERES Corrida de Toros mixta.

Ficha del festejo
PLAZA DE TOROS “ERA DE LOS MARTIRES” DE CACERES

Corrida de toros, 2ª de la Feria de San Fernando.
Casi lleno en tarde soleada con ligera brisa.

Toros de Luis Terrón para rejones, de los que destacó el primero, y Nuñez del Cuvillo para lidia ordinaria, de escasa presencia, y juego deslucido en general excepto el colaborador último.

Pablo Hermoso de Mendoza: Oreja y Ovación.
Enrique Ponce: Ovación y Ovación.
Alejandro Talavante: Oreja y Oreja.


Sin la rotundidad que hubiera querido, debido a los condicionantes que le han impuesto sus dos oponentes, Alejandro Talavante ha puesto de manifiesto hoy en Cáceres, la dimensión en la que se encuentra actualmente su tauromaquia. Aunque el público pidió con fuerza la segunda oreja en la primera de sus actuaciones, fue ante el que cerraba plaza, que sin estar sobrado de facultades colaboró con el pacense, con el que logró los compases más importantes de su intervención ésta tarde. Transcurría la lidia, sin que nadie presagiara nada halagüeño, hasta que un remate en la apertura de la faena de muleta, provocó que la plaza respondiera atronadora. A partir de ahí, concede distancias al de Cuvillo, y se pone a trazar naturales con mayúsculas. Prosigue con la derecha toreando en redondo con buen tono en la misma boca de riego, destacando uno que dibujó en el ruedo una circunferencia casi perfecta. Hasta el final se sucedieron los remates pintureros y el cierre por manoletinas, prólogos de una estocada un poco tendida cobrada al segundo intento, que hizo que uno de los dos trofeos se perdiera por el camino.
Ya ante el terciado (como todos de los de lidia a pie) colorado que hizo tercero, que manseo de salida, y amagó con darse un paseo por el callejón en más de una ocasión, ya había mostrado Talavante su solvencia, quitando por chicuelinas ajustadísimas que remató con una larga a una mano. Tras brindar al público cacereño que casi llena en su totalidad los tendidos, se puso a torear por ambos pitones, sin la hondura que nos tiene acostumbrado pues el de Cuvillo no admitía tanta presión. Después de cerrar con los mismos argumentos que en su posterior faena, cobró una estocada un poco trasera, suficiente para que el público cacereño pidiera con fuerza la segunda oreja, que el presidente no concedió.
Despejó plaza el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, que mostró la disposición con la que acudía esta tarde a Cáceres, clavando un único rejón de castigo al de Luis Terrón que abrió plaza. El navarro logró poner al público en pie en banderillas, al ejecutar la hermosina a lomos de “Disparate”. Con “Viriato” logró mantener el nivel, clavando con pureza batiendo al pitón contrario, y adornándose en los prolegómenos de cada par dando los pechos, y girando sobre la cara del toro (literal). Tras las cortas, mató de un rejonazo defectuoso y un par de descabellos que dejó su premio en un único apéndice.
Ante el cuarto, la actuación del de Estella, estaba rayando a buen nivel hasta que el Murube pacense de Terrón se aculó en tablas. Antes de esa circunstancia Hermoso, había citado de frente y clavado con pureza con “Dali”, y posteriormente con “Duende”, con la misma trama. Ya con el toro aquerenciado en tablas, clavó un par de cortas a dos manos con mucha exposición, antes de marrar con los de muerte, que no le privó de saludar una calurosísima ovación.
Ponce, es querido en Cáceres, y prueba de ello es que sin redondear una gran tarde, se ha visto obligado a recibir una ovación de clamor en el tercio al finalizar su actuación. Ante su primero bastante hizo con mantener en pie al flojo astado de Cuvillo, y que a pesar de recetarle una faena en la media altura, se quedaba muy corto en las embestidas. Dejó detalles de su clase el de Chiva, en un quite por delantales que remató con una larga a una mano.
Ante el jabonero que hizo quinto, únicamente pudo justificarse pese al esfuerzo, puesto que el cuatreño embestía sin codicia, ni clase, saliendo del embroque con la cara por las nubes, además de puntear en exceso los engaños.  


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