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jueves, 5 de junio de 2014

Así vio Barquerito las orejas de Juli y Fandiño


27ª de San Isidro. Corrida de la Beneficencia. Lleno. Casi veraniego, ventoso. El Rey, en el Palco Real, fue recibido con una atronadora y casi interminable ovación. Apenas pudo escucharse la Marcha Real que interpretó la banda. Después de la música, saludó el Rey expresivamente y la ovación se recrudeció. Durante la corrida se lanzaron varias veces gritos de “¡Viva el Rey!”. El Juli y Talavante le brindaron la muerte de sus primeros toros. Los dos brindis fueron muy ovacionados.
Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). Corrida de variadas hechuras. Muy en tipo primero y sexto, cinqueños los dos, y un quinto bravo. Noble pero flojo el primero; con genio el sexto. Fueron manejables segundo y cuarto. Manso de mal estilo un tercero de feas hechuras.
El Juli, oreja protestada y ovación. Iván Fandiño, silencio y una oreja. Alejandro Talavante, silencio en los dos.
Salvador Núñez picó al cuarto con categoría. Miguel Martín y Juan José Trujillo bregaron y banderillearon muy bien. Julio López, tercero de Talavante, siempre oportuno y, además, notable con los rehiletes.
Las pintas tan calcadas de los cuatro chorreados se tradujeron en formas de ser muy diferentes. No tuvieron más en común que la pinta misma. El sexto, más temperamental que ninguno, fue de genio endemoniado. El cuarto no rompió ni se dio ni tampoco se vino abajo tras un prometedor arranque de pelea. El tercero solo tiró derrotes y murió de manso como los de antes: con la espada dentro se fue al trote borriquero en busca de la puerta por donde había salido. De los cuatro castaños el mejor fue un quinto que, en prueba de sus raíces de sangre Núñez, se blandeó en el caballo –cinco picotazos de escupirse y otro más, y más severo, ya a tercio cambiado-, y esperó en banderillas pero atacó en la muleta con mucho corazón, metió la cara, repitió y pesó lo suyo en cada viaje, en los de ida y en los de vuelta.
La primera fama de la ganadería de Carlos Núñez fue la de su irregularidad al embestir. Esa fama vino a rebrotar en esta ocasión, Y no la del tranco de más, que es su otra fama bien ganada. El toro de más bondad, el primero, salió justísimo de aliento. Una faena de tanto mimo como resolución, autoridad y recursos –una faena muy de El Juli- fue para ese toro, uno de los tres cinqueños, casi árnica. El brazo como un acordeón, El Juli midiendo con la misma precisión el enganche y el final de viaje, la ligazón a la clásica sin perder nunca pasos, la feliz improvisación repetida dos o tres veces de abrochar tanda con un cambio de mano y el de pecho. Y la firmeza, porque El Juli estuvo muy firme toda la tarde.
Gritos perturbadores, insolentes, insultantes, una inquina enquistada en un reducto de las Ventas donde han  pretendido negarlo desde que empezó a mandar en el toreo y no perdonan. Los que hubieran apostado por el morbo de ver a Fandiño subirse a las barbas de El Juli se llevarían el chasco correspondiente. Talavante tuvo el lote más difícil y deslucido, no se arrugó pero tampoco pudo sacar ni la cresta ni los espolones, y en esta batallita o quién sabe si guerra acabó siendo el tercer hombre. La sombra de la soberbia faena de Perera solo en la víspera pesaría sobre la figura de Talavante, ahora relegado en los amores de las Ventas a una segunda plaza. El flechazo Perera ha sido de los de jurarse amor eterno.

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