Sevilla. Viernes de farolillos. Tres cuartos de entrada. 6 toros de Victoriano del Río, bien presentados y de buen juego excepto los dos primeros.
Enrique Ponce, silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
Sebastián Castella, silencio y silencio.
Joselito Adame, vuelta al ruedo y oreja tras aviso.
Saludó en banderillas José Chacón.
Así lo vio Acevedo en Burladero
Desde mi posición en el ahora llamado tendido cubierto yo vi a un Joselito Adame valeroso y bullidor, arriesgado en los recibos a portagayola, variado en los quites por zapopinas, gaoneras o chicuelinas, entregado en dos faenas de muleta voluntariosas, plenas de garra, generosas en pases de todo tipo (preferentemente derechazos) con abundantes enganchones, algunos redondos limpios, varios muletazos por bajo de cierto gustito, y una buena estocada al sexto, un muy buen toro de una notable corrida de Victoriano del Río. El joven mexicano salió a por todas, buscó palmas debajo de las piedras, respondió con esfuerzo al cariño del público e intentó justificar, dando todo lo que tiene, su inclusión estelar en el abono sevillano.
Desde el mismo sitio observé las evoluciones de un Enrique Ponce precavido y receloso con un toro noble y franco al que, tras muchas probaturas, le escamoteó cuatro pases ligados no sin antes esconderse tras la pala del pitón y pegarle un toque en la oreja contraria, para así equivocarlo todavía más. Después de aquella tanda habilidosa volvieron las precauciones y las dudas, rubricando tan exasperante trasteo con dos pinchazos y un bajonazo.
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