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sábado, 2 de noviembre de 2013

La novillería onubense triunfó en Niebla

Emilio Silvera con cuatro orejas y un rabo, Jiménez y Conquero con dos orejas por coleta, a hombros en Niebla 


Con una novillada sin caballos volvieron los toros a Niebla, Una plaza guapa, una elegante villa que celebra sus Tosantos con feria ganadera de importancia y feria medieval de moda aprovechando el viejo Castillo de los Guzmanes.

La primera alegría de la tarde ver cubierto el aforo en una digna media plaza. Ambiente en taquilla en los momentos previos y el retraso esperado.

La ganadería anunciada sólo lidió dos erales, los corridos en cuarto y quinto lugar, el cuarto bueno y el quinto enterándose, ambos los de más presencia del festejo. Los cuatro de Garzón resultaron nobles y justo de fuerzas, excepto el tercero, con más dificultades.

Juan Ramón Jiménez se mostró decidido ante el noble primero y el listo cuarto, puso interés en los quites, homenajeó en las lopecinas a su mecenas,  banderilleó con afán y lidió con los errores y enganchones típicos del principiante. Falló a espadas a espadas al primero y en el cuarto tiró de su ya conocida casta para resolver la tarde que se le había puesto cuesta arriba, resolvió con voluntad.

Alejandro Conquero es un torero que necesita un novillo determinado para expresar su toreo que pasa por el clasicismo más artístico. Al que hizo segundo, que se pegó un costalazo tras voltereta que le sirvió como un puyazo, le recetó un par de buenas series por ambos pitones. En el quinto el asunto se complicó por las exigencias del de Torrealta, el onubense navegó y no anduvo fino con la espada y el descabello llegando a oír un aviso.

Silvera se llevó el triunfo contante de la tarde, cuatro orejas y un rabo ante dos novillos de condición diversa y faenas opuestas. Al tercero  le quiso hacer las cosas bien, dejando muletazos de elegante compostura, el novillo se vencía y el torero de dinastía no pudo confiarse nunca. Al que cerraba festejo le plantó cara en faena de múltiples revolcones donde le salió la garra para acabar cortando un rabo por la tremenda.

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