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domingo, 2 de junio de 2013

MORANTE DE LA PUEBLA SE TRANSFIGURA EN LOS CALIFAS (Crónica 6ª abono de Córdoba)


Muchos ponen en duda que el toreo sea un arte. La tauromaquia es vista en la actualidad como algo arcaico, cruel, sangriento, una ceremonia anacrónica para nuestros tiempos. Para muchos, la fiesta más culta de todas las fiestas, como la calificó García Lorca, esta abocada a la desaparición. ¡Que equivocados están! La fiesta esta viva, más viva que nunca. Y vivirá siempre, sobre todo, cada vez que alguien sea capaz de hacer lo que hizo ayer un hombre en el Coso de los Califas. Un torero que abandonó su cuerpo y dejó a su alma crear algo bello y emotivo. El toreo es belleza. El toreo es arte y sensibilidad. Por eso, los cimientos de la plaza de toros de Córdoba crujieron en la tarde de ayer como hacía tiempo que no lo hacían. Un hombre llamado José Antonio Morante Camacho, y apodado Morante de la Puebla hizo el milagro. Un milagro que sólo está al alcance de los privilegiados, de los que poseen el toque de los grandes genios. Contar lo que hizo en la tarde de ayer Morante de la Puebla en Córdoba, es muy difícil. Muy difícil para un cronista que no es más que un mortal más en este mundo. El torero ayer volvió a ser un héroe, un ser tocado por las musas y que fue capaz de hacer enloquecer a la masa en estos tiempos en los que los héroes están ausentes en nuestra sociedad. 

Morante creó arte con sus avíos toreros. Lo hizo con un material vivo, y no inerte, como es el toro de lidia. No se trata de contar como fueron los lances con el capote, ni como con la tela escarlata de la muleta barría el albero califal llevando embebida las embestidas de sus dos toros. Lo hecho por el de la Puebla escapa de cualquier descripción precisa y somera. La anarquía de su toreo de inspiración, de arrebatamiento y de genialidad, superó con creces la frontera entre la tauromaquia de normas, de lo que la hace suprema y única entre todas las disciplinas, ya sean artísticas o meramente las sujetas a unas cerradas normas escritas o preestablecidas. Morante soñó e hizo soñar lo que es el toreo eterno. Mas allá de hablar de despojos, ayer de lo que había que hablar era de toreo, pero con mayúsculas. Un toreo que cautiva a un espectador hastiado de tardes plomizas y vacías. De toreros sin alma, o vendidos a la técnica que les permite torear tarde tras tarde sin ser capaces de hacer sentir algo distinto al público. Lo dicho, Morante es diferente. El de Puebla del Río cuando está inspirado, no todas las tardes se puede estar de la misma forma, es capaz de todo. Tanto que cuando en las postrimerías de la faena al quinto la música cesó, el toreo seguía presente. Se escuchaba como el fleco de bellota de cualquier paso de palio se oye en la angostura de una calle durante la madrugada en Semana Santa rozar con los argénteos varales. Los adornos y remates trajeron, Guadalquivir arriba, aromas de la marisma, olores de Gelves donde Joselito El Gallo acuñó y puso los cimientos de la nueva tauromaquia en la llamada Edad de Oro del Toreo. Morante de la Puebla hizo historia en Córdoba, la ciudad de Los Califas se rindió ante un torero genial y único. Un acontecimiento que se antoja será muy difícil a volver a vivir. 

Los otros dos actuantes, pese a estar bien con sus toros, fueron eclipsados por lo realizado por el torero sevillano. La tarde fue de Morante desde que se hizo presente en el ruedo. 

Finito de Córdoba volvió a su casa un año más. Se vio a un torero con una actitud distinta a la de años pasados. Un diestro al que el tiempo ha dado un aroma añejo y de mucho regusto para el paladar. Recibió a su primero con una larga cambiada de rodillas en el tercio, para luego veroniquear con gusto y sentido de la estética. Con la tela roja hilvanó un toreo donde mostró el momento dulce por el que atraviesa. Toreo de sabor y calidad que siempre tuvo, pero aderezado con la maestría que dan los años. Mató de una estocada que precisó dos golpes de verduguillo que no impidieron que el aficionado, su público de siempre, le pidiese una oreja que una benévola presidencia tuvo a bien conceder. 

En su segundo se encontró con un astado muy mermado de fuerzas. Con calidad pero que precisaba mucho mimo. Finito, que brindó a sus compañeros de terna, lo intentó. Pero al final todo quedo en la nada. Algún muletazo con gusto y poco más. No obstante, volvió Finito a demostrar que esta temporada es otra su mentalidad, que se ve claramente reflejada en su hacer sobre la arena. 

Torear después de Morante ayer era muy difícil, por no decir que imposible. José María Manzanares lo intentó en los dos toros. El torero de alicante no paso de correcto. Sus trasteos resultaron estéticos, plásticos, pero la profundidad brilló no por ausencia, sino por ser muy superficial. Recibió a su primero, espoleado por Morante, con variedad capotera intercalando chicuelinas de manos bajas antes del remate. Luego con la muleta mostró disposición y ganas pero no acabo de encontrar el acople deseado. La faena aunque estética, con su habitual elegancia y buen gusto, no tuvo la profundidad deseada. No obstante, si los aceros hubieran viajado certeros algún trofeo hubiera ido a parar a sus manos. 

En su segundo, al que cuajó un buen ramillete de verónicas, se topó con un animal, que aunque con clase y calidad, fue de más a menos, impidiendo a Manzanares alcanzar el lucimiento deseado. Para terminar hay que hacer constar que también hay torería entre las cuadrillas. Destacó una vez más a la cuadrilla del torero de Alicante. Curro Javier, Juan José Trujillo y Luis Blázquez lucen siempre. También el picador Chocolate hizo la suerte de picar con pureza. Estuvieron toreros Oliver, de la cuadrilla de Finito, y José Antonio Carretero, a las ordenes de Morante. 

Pero ayer los simples mortales quedaron evidenciados por un torero venido del Olimpo de la divinidad y la perfección. Y Morante se transfiguró en Los Califas.


GANADERIA: Seis toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación. Nobles y colaboradores con los toreros pero justos de fuerza y de más a menos. Los mejores los jugados en primer, segundo y quinto lugar.

TOREROSFinito de Córdoba (azul noche y oro). Oreja tras aviso y ovación con saludos. Morante de la Puebla (negro y plata). Dos orejas y dos orejas y rabo. José María Manzanares (nazareno y oro). Ovación con saludos y ovación con saludos.

INCIDENCIAS: Plaza de toros de Los Califas de Córdoba. Sexto festejo del abono de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Más de tres cuartos de plaza en tarde de buena temperatura. Las cuadrillas bien en lineas generales destacando entre los montados Chocolate, de la cuadrilla de Manzanares. Entre los de a pie Oliver, Carretero, y la cuadrilla de Manzanares, Curro Javier, Trujillo y Blázquez. Al finalizar el festejo Morante de la Puebla fue sacado a hombros por la Puerta de los Califas.

1 comentario:

  1. Soy una chica que iba vestida de rojo, el color me trajo suerte, mientras mi hijo escribía comentarios del color de los toros, 1ª negro bragado, 2º castaño oscuro, 3º castaño ojos perdiz, 4º castaño ojos de perdiz listón, un toro extraordinario para un toreo colosal, disfruté de la faena mejor que he visto en mi vida. Un !BRAVO¡ para Morante de la Puebla.

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