Que la suerte, el toro y el tiempo me hayan dado la oportunidad de compartir una tarde con estos dos señores del campo bravo, Borja y Alvarito, que me trataran como si yo fuera alguien, poder disfrutar de su conocimiento enciclopédico, de su humanidad desbordante, son las razones por las que uno anda por esos carriles de Dios.
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