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lunes, 3 de diciembre de 2012

El refugio del novillero


Imanol Sánchez descubre el secreto de su éxito

Texto: David Hernández – Fotografías: Alberto Barrios

7 de la mañana. Suena el despertador. Imanol Sánchez se levanta y se prepara para una dura jornada de entrenamiento. Un buen desayuno es imprescindible antes de comenzar. Café con leche, para cargar las pilas con un poco de cafeína, y un sándwich, con pan de molde integral, jamón cocido y 100 copos de avena. Así se llena de energía para encarar el largo día que tiene por delante.

El joven novillero aragonés, de raíces navarras, tiene instalado su cuartel general entre Pedrola, su municipio de origen, y Valareña. A las 8, ya está en ruta. Cada día, recorre con su coche los 50 kilómetros que separan las dos localidades para prepararse de cara a la próxima temporada junto al matador Alberto Álvarez. Mientras conduce, su mente va divagando, pero siempre centrada en un único asunto: el arte de la lidia. “Suelo pensar en el toreo, en avanzar en la profesión, en la faena soñada…”, confiesa.

Imanol Sánchez decidió encaminar su vida por el sacrificio y la disciplina de una profesión llena de grandeza, pero, también, de dureza, en lugar de hacer lo mismo que cualquier muchacho de su edad. No es solamente un joven atípico, también es un novillero peculiar y con mucho pundonor, que jamás tira la toalla ante ninguna dificultad. Disciplinado en su profesión, entrena como un auténtico deportista de élite, independientemente de las inclemencias meteorológicas, físicas o psicológicas que atraviese. Una vida de auténtica película, disciplina y sacrificio diario en su preparación por la consecución de un sueño.

Imanol Sánchez ha querido compartir con nosotros una jornada de entrenamiento, de tantas que lleva a sus espaldas y de las muchas que le quedan por delante. Se prepara para una temporada que tanto él como su apoderado, Alberto García, aseguran que ha de ser la que definitivamente le haga explotar y poder tomar la alternativa, para doctorarse como matador de toros.

A las 9, Imanol llega a Valareña. Su preparación diaria comienza con 10 kilómetros de carrera, cronometrada para mejorar la marca. El resto de la mañana la pasa toreando de salón, poniendo banderillas y entrando a matar al carretón. A mediodía, detiene su entrenamiento para regresar a casa, donde come, antes de seguir con su preparación. Por la tarde, ya en Pedrola, realiza una tabla de ejercicios en la sala de musculación, practica otro tipo de deportes complementarios como el frontenis o el boxeo, y dedica tiempo a la meditación o visualización.

Un refugio

“El entrenamiento es una de las cosas fundamentales en el toreo. Tanto el toreo de salón como la preparación física es algo primordial para luego tener fuerza mental y poder desarrollar y expresar lo que uno siente delante del toro”, comenta el matador. “Es algo básico para que luego todos los movimientos delante del toro salgan más fluidos.”

Son muchos los momentos duros por los que ha pasado este novillero, desde la dureza del día a día, sin saber cuándo volverá a vestirse de luces, hasta el reponerse de una mala tarde en la que las cosas no salen como uno quiere, incluso los obstáculos y las zancadillas con las que tropezó en sus inicios, cuando nadie apostaba por él, o los momentos de soledad que su profesión le claudica. Lo que le ha hecho seguir adelante y poder continuar disfrutando de su profesión, acompañado de su pundonor y su disciplina, es el entrenamiento. Cada día, con más o menos ganas, sea por trabajo o por pasión. “Es donde yo me apoyo cuando las cosas no van bien una tarde o incluso cuando anímicamente, por aspectos de la vida, uno no se encuentra feliz, es donde me refugio y me siento realizado y protegido”, se sincera.

El entrenamiento le da fuerzas y le ha llevado a convertirse en un torero atípico, que ha decidido apostar por lidiar cualquier tipo de encastes y ganaderías. Se ha enfrentado a algunas de las más legendarias del campo bravo como Adolfo Martín, Cebada Gago, Dolores Aguirre, Prieto de la Cal o Palha, entre otras. Sus seguidores son conscientes de ello. A través de las redes sociales, se muestra transparente, narrando su día a día y describiendo sus emociones. La humildad es su mayor virtud. Nunca le falta una sonrisa. Esté o no de buen ánimo, siempre tiene un gesto de empatía hacia los demás. Esos valores y esa sencillez son los que convierten a Imanol Sánchez en un verdadero triunfador. 

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