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lunes, 9 de julio de 2012

Mi amiga Ana, la antitaurina


Es Ana una damita enjuta, viajada y pizpireta de apenas setenta y pocos años. Le brillan los ojos como a una niña de quince, habla como una de veinte, tiene el alma grande, la mente abierta, la lengua muy larga y una artrosis inmensa. Además, es de Coria del Río, afirma hacer el mejor arroz con pato del planeta, no anda muy ducha en circulación aeroportuaria  y es maestra de escuela jubilada "por imperativo legal".
La mañana del pasado jueves la conocí dialogando, con increíble calma, en el aeropuerto de Barcelona contra un potente azafato, al que no dejaba de llamar "hijo", mientras el muy hijo de la Gran bretaña le decía en un español macarrónico  que   "I´m sorry" pero que no podían hacer nada por ella puesto que no "estaba inválida" o al menos "impedida", y que doña Ana debía recorrer a toda prisa los inmensos pasillos del Prat si no quería perder el vuelo a Sevilla que salía en diez minutos..
Doña Ana sonrió senequista, se entristeció por no estar impedida y se dispuso a salir "espitolada" desde la puerta, 13 al M4, puerta 41, para no perder un vuelo de Ryanair, modélica compañía aérea que había liado al pasaje con un error de bulto en las pantallas del gigantesco aeropuerto.
Me acerque a Ana, le tome la maleta, la cogí del brazo y dije "vamos al lío", que yo tampoco estoy parapléjico y tengo la misma ruta. Ella quiso desasirse alegando que si iba yo solo, al menos uno llegaría, y ella a lo mejor se quedaba inválida por el camino y entonces la ayudaría a quien correspondiese ayudar a los inválidos. Su templanza irónica me hizo gracia.
Por cosas del destino y la diosa fortuna, aún llegamos a tiempo, incluso antes que un padre separado, con tres hijos zangolotinos y cafres que corrían dasaforados y se perdieron tres veces por los intrincados pasillos del aeropuerto.
Como esta gente de Ryanair es tan atenta, no ponen número de asiento en los billetes baratos, por tanto es como en "La Estellesa" antigua, cada uno se sienta donde le place, o donde le dejan. Yo me senté con mi agradecida amiga, al final del avión, donde cuentan que la muerte es segura en caso de hartarnos de tierra.
El viaje fue un placer, a pesar del low-cost, Doña Ana es una gran conversadora que ama a Vargas Llosa y no ama "El sueño del Celta", le gusta la cocina y es amiga perenne de la radio. Durante la conversadera, la buena mujer me ha invitado a comer, culaquier día, a su casa de Coria, un arroz de pato, un poco de fua de oca que trae de Paris y unos albures, "caprice des dieux". Le he dicho que iré cuando haya toros cerca, quizá en el festival de Morante en La Puebla.... Se me ha quedado mirando perpleja, y me increpa soliviantada "no me creo que seas aficionado a esa barbarie". Se me paran los pulsos, una andaluza culta, de hondas raíces, de mente abierta y me dice poco menos que bárbaro por amar la fiesta brava.
No es Ana ninguna radical, no es ninguna advenediza en las ideas progres, ni es la típica ecologista coñazo, no se indigna ni por que la quiera dejar en tierra.un compañía aérea de baja clase y diminuto coste y, sin embargo, se le pone la vena gorda defendiendo que la fiesta brava es una "animalada" aboga por prohibir los toros de raíz, por  la desaparición de la ganadería brava "que provoca la indignidad del hombre". 
No intento convencerla de nada, seguimos hablando en nuestros asientos casi comunes, pero se ha levantado una pared indeleble entre nosotros. Al despedirnos me riñe con maneras, ahora si. de vieja, "hijo hazme caso y gástate tu dinero en otra cosa"
No se me puede quitar el asunto de la cabeza. Algo estamos haciendo mal cuando una persona culta, abierta de mente, andaluza, española, no sólo no ama la fiesta más culta del mundo, sino que es militante en su contra, que se siente en el derecho y casi en la obligación de insultar a quien ama esta forma ancestral de vida. Algo falla cuando me riñe alguien que está dispuesta a matar patos para hacer arroz, a engordar el hígado de viciosas ocas para hacer foie, a asfixiar albures para ahumarlos.
Supongo que la fiesta brava no puede gustar a todo el mundo, pero de ahí a esa militancia anti, a ese aplomo apostólico de gentes de bien demuestra que estamos perdiendo la batalla mediática y cultural.
Cuando coma con mi amiga Ana espero abrirle los ojos. Si es que mantiene la invitación a alguien marcado con el sambenito de ser aficionado a la fiesta brava.

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