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viernes, 1 de junio de 2012

Preguntad al toro

Jaime de Vicente (de la Fundación de la Caja Rural) en Huelva Informacion
LA de la fiesta de los toros es una polémica de actualidad permanente. Los argumentos a favor y en contra de ese rito de arte y muerte son esgrimidos por los respectivos partidarios, que mantienen posturas irreconciliables. Todas ellas tienen en común, sin embargo, el hecho de que están formuladas desde el punto de vista humano: una raza opina acerca de la vida y, sobre todo, la muerte de seres de otra raza. A todo esto parece que a nadie se le ha ocurrido consultar la opinión del toro. Seguro que hacer un referéndum entre la población taurina no es viable, pero quizá podamos abordar la cuestión desde otro ángulo, el de la empatía, o sea, la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. En otras palabras, seamos partidarios o detractores de las corridas de toros, podemos intentar ponernos en su lugar, comparar con el nuestro su destino. 


Supongamos que una persona en la plenitud de su vida reflexiona sobre el tiempo pasado y el final de una existencia que, quiéralo o no, terminará un día. Advierte que ha dedicado su vida adulta a trabajar afanosamente para conseguir recursos con que satisfacer necesidades básicas como alimentación, vestido, vivienda, y las que nos crea la sociedad de consumo. Tal vez su aspiración era una vida sencilla en contacto con la naturaleza, que solo ha vislumbrado en alguna escapada de puente o en unas cortas vacaciones. 

En cuanto a su muerte, le aterra la perspectiva de que pueda estar precedida por una larga enfermedad, en la que el deterioro de las funciones corporales avanza irremisiblemente y lo único que los fármacos pueden conseguir es atenuar, junto con el dolor, la conciencia del declive. Lo ideal, concluye, sería una vida larga en condiciones satisfactorias, culminada con un final digno y expeditivo. 

Tampoco los individuos de raza vacuna, como los humanos, pueden elegir su forma de vivir y de morir. Sus alternativas son: morir jóvenes para servirnos de alimento, salvo que pertenezcan a la élite de los toros bravos, en cuyo caso disfrutarán de una vida placentera, seguida de una muerte en combate, rápida y espectacular; sólo algunos machos privilegiados alcanzarán la longevidad como sementales. Si el toro opinara, creo que elegiría la opción de la lidia mejor que terminar tempranamente en el matadero. Y ya puestos a protegerlos, sinceramente, me parece más coherente la postura de los vegetarianos, que además se muestran tolerantes con los que no comparten sus ideas, que la de los antitaurinos.

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