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domingo, 25 de marzo de 2012

Los noventa, Cuadri ganadería de Madrid


Madrid empieza a enamorarse de los Cuadri

                                                                                  Vicente Parra Roldán

Después de tres temporadas de ausencia, la ganadería de Cuadri vuelva a Las Ventas en el año 1.991 y, a partir de entonces, ha estado prácticamente todos los San Isidro gracias a los éxitos obtenidos en el ruedo madrileño que les permitieron convertirse en uno de los hierros preferidos por la afición. En esta década, las reses triguereñas estuvieron anunciadas en nueve ocasiones aunque tan sólo se lidiaron en ocho festejos.
El retorno en la tarde del 28 de abril de 1.991 constituyó un espectacular éxito, con un encierro muy bien presentado y de lidia muy interesante, siendo toreables los tres primeros mientras que los lidiados en cuarto y quinto lugares presentaron dificulates y el que cerró plaza, que había sido recibido con una fortísima ovación, fue el que presentó mayores dificultades. En suma, una corrida que dejó huella en la afición madrileña y que había servido para superar el bache por el que había atravesado la ganadería.
Con ellos, César Rincón fue silenciado en su primero y ovacionado en el cuarto; Raúl Zorita, que confirmó la alternativa, silencio y pitos tras dos avisos; y Enrique Ponce, ovación y palmas de despedida.
La historia no se repitió al año siguiente, cuando la corrida se lidia como vigesimotercera de la feria, en la tarde del 31 de mayo de 1.992 por cuanto los toros, muy bien presentados, mansearon en el caballo, siendo el mejor el tercero, que llegó a la muleta con temperamento y nobleza. Con ellos, Dámaso González, ovación y silencio; Tomás Campuzano fue silenciado en su lote mientras que Rafael de la Viña, tras serle solicitada la oreja, paseó el anillo mientras oyó algunos pitos en el que cerró el festejo.
También como vigesimotercera se lidió la corrida triguereña en la feria de 1.993, concretamente en la tarde del 30 de mayo. Los toros fueron muy ofensivos, muy bravos, con problemas y dificultades y, sobre todo, con un gran trapío, peleando muy bien y con codicia con los caballos, especialmente el quinto, el famoso Clavellino, que hizo una espectacular pelea en varas. Segundo, tercero y cuarto tuvieron fijeza y nobleza mientras que el sexto fue deslucido. Una gran corrida que mereció la ovación de los espectadores que obligaron a saludar al mayoral José Escobar desde el centro del ruedo.
El mejicano Mariano Ramos fue pitado en su lote mientras que se le silenció en el que mató por Mariano Jiménez; Pepín Jiménez,. Silencio y palmas mientras que Mariano Jiménez fue cogido por su primero que le infirió una herida en el tercio medio de la cara interna de su pierna izquierda, con una trayectoria hacia arriba y hacia atrás de quince centímetros, que produjo destrozos en el músculo gemelo así como traumatismo en el hombro derecho, siendo calificado su estado como grave por el equipo médico.
No pudo ser tan exitosa la corrida del año 1.994, lidiada el 8 de junio como vigesimosexta de la feria por cuanto los toros fueron duros y correosos, pero encastados. El que cerró plaza blandeó de manos por lo que fue devuelto y reemplazado por uno de Murteira Grave.
Luis Francisco Esplá, silencio y ovación; Víctor Mendes, aviso y pitos; Óscar Higares, aviso y una oreja.
En 1.995, también en la vigesiomosexta tarde isidril, la corrida se lidió el 7 de junio. Los toros estuvieron muy bien presentados, quizás con exceso de kilos – el promeio estuvo muy cercano a los 600 kgs. – pero fueron encastados, violentos y correosos, por lo que la emoción no faltó en ningún momento.
Luis Francisco Esplá, ovación y silencio; El Niño de la Taurina, silencio y pitos y Óscar Higares, silencio y palmas de despedida.
Otra tarde triunfal protagonizaron los toros triguereños en la vigesiomosexta de la feria de San Isidro, celebrada en la tarde del 5 de junio de 1.996. La corrida fue seria, estuvo muy bien presentada, brava y encastada, desarrollando un juego excelente en conjunto, propiciando el éxito si caer en la embestida pastueña, destacando el excelente ejemplar, herrado con el número 1, de nombre “Poleo”, que fue premiado con la vuelta al ruedo.
El cartel estuvo compuesto por Luis Francisco Esplá, Víctor Mendes y el mejicano Manolo Mejía quien, precisamente, durante el primer toro fue cogido al intentar colocar un par, siendo asistido en la enfermería de “herida incisocontusa en la región frontoparietal izquierda de diez centímetros de extensión” y también de una fuerte conmoción cerebral, que le impidió continuar la lidia, por lo que el festejo quedó en un mano a mano.
Esplá fue silenciado en su primero y perdió la oreja en los otros dos al fallar con los aceros, siendo avisado en el quinto. La labor del portugués Mendes quedó silenciado, además de recibir un aviso en el que cerró plaza.
En la lluviosa tarde del 4 de junio de 1.967 se celebró la vigesimoquinta del abono isidril, con los cuadris, que comenzó con un cuarto de hora de retraso debido a la reparación del ruedo. Las reses triguereñas fueron espectaculares en el caballo, especialmente el tercero de la tarde, llamado “Sacristán”, pero las reses tuvieron movilidad e interés aunque algo peligrosa en la muleta. Gustaron los toros y, al finalizar el festejo, el mayoral José Escobar se vio obligado a saludar para corresponder a los aplausos de los espectadores.
Luis Francisco Esplá, palmas y pitos; Miguel Rodríguez, aviso y slencio en su lote; y Pepín Liria cortó una oreja al tercero y fue silenciado en el otro.
La corrida de Cuadri del año 1.998 estaba gafada. Para empezar, varios de los toros que estaban apartados para Madrid resultaron muertos en el campo a consecuencia de las peleas entre ellos. Al diezmar el encierro, los ganaderos decidieron no comparecen en Madrid en la fecha en la que se descubrió un azulejo conmemorativo del éxito de la temporada anterior. En ese festejo, vigesimoquinto de San Isidro, celebrado el 3 de junio de 1.998 salieron al ruedo nada menos que once toros de cinco hierros distintos a causa de las diversas devoluciones que se fueron produciendo.
Tampoco fue bueno el encierro lidiado el 6 de junio de 1.999, en la vigesimocuarta de feria. El primero fue devuelto por falta de fuerzas y reemplazado por un sobrero de Astolfi, con el que confirmó la alternativa Eduardo Dávila Miura que oyó un aviso en el de la ceremonia y cortó una oreja en el que cerró plaza. Raúl Gracia “El Tato” recibió algunas palmas en uno y fue pitado en el otro mientras que Javier Vázquez fue silenciado tras ser avisado en el segundo de su lote.
La corrida pecó de estar sobrecargada de carne, por lo que rodaron por la arena en más de una ocasión entre la decepción de los espectadores. Los intentos por embestir de las reses se vieron imposibilitados por esa escasez de fortaleza y poco lucimiento dejaron entrever.
El 7 de junio de 2.000, como vigesimoquinta de la feria, volvieron a comparecer los cuadris en Madrid. En quinto lugar se lidió un sobrero de Ceriado Holgado. Las reses triguereñas estuvieron bien presentadas y fueron muy serias pero mostraron mucha blandura en los primeros tercios y dieron un juego desigual. Luis Francisco Esplá resultó cogido en su primero sufriendo una cornada en el triángulo de Scarpa del muslo derecho, con una trayectoria ascendente de 20 cms., que interesó piel y tejido celular subcutáneo con contusión de la arteria femoral; contusionen el hombro derecho; erosión en región frontal y conmoción cerebral, siendo calificada como grave. Pepín Liria fue avisado en sus dos primeros astados y silenciado en los otros mientras que José Pacheco “El Califa” saludó en uno y fue ovacionado en el otro.
La ganadería Cuadri, en esta década, había entrado plenamente en Madrid, pero aún quedaba por delante la consagración en los siguientes años

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