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lunes, 25 de octubre de 2010

La grandeza de ser Litri.

Una figura del torero lo puede ser cualquiera que tenga suerte y dos huevos, el don del toreo, abra tres puertas grandes, tenga gatos en la barriga, dos cornadas le atraviesen el pecho, se quede quieto tres tardes, gane cien millones  y cuente con una cohorte de soplagaitas que se corran por los pasillos de los hoteles.
Ser figurón del toreo consiste en otra cosa que yo no se explicar, pero quien, tras cuarenta años retirado sigue reuniendo, en torno a unas habichuelas blancas con todos sus avios de fábula, a una docena de los hombres que han ido en su cuadrilla, cuatro amigos, comen juntos, lloran a los que faltan, arreglan el toreo, se joden los pulmones con un puro caro y se alegran el ojo con vino rojo y el alma con memorias dulces.
Así, sin más pretensiones, sin besos, ni placas, ni chusma que estorbe y luego lo cuente, ése torero seguro que no anda muy lejos de ser un figurón del toreo. Y de la vida,... y de la vida.
Alín, El Pio, el Vito, 

























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