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viernes, 23 de julio de 2010

Los niños saharauis de Huelva conocen la fiesta brava.

García Palacios ejerce de anfitrión en Cochaysierra y Javier Morano de maestro de ceremonias.
El desierto forma parte de mi bagaje vital desde que pase esos tramos de la infancia que tanto marcan en la historia familiar pero de los que después no guardas memoria consciente, en el Ayuun. Cada año, ese estremecedor e inmenso Sahara se acerca a Huelva desde el exilio argelino usando como embajadores a unos pequeños ángeles disfrazados de diablos que nos enseñan a ser mejores, que nos acogen en su corazón y nos dejan quererlos gracias a los esfuerzos de la asociación Sol de Esperanza que con la ayuda de la Diputación y su entrega en rifas, sorteos, barras familiares en los barrios y mucho amor y sacrificio económico logran cumplir el sueño de unir de ayuda de manera altruista y además unir dos culturas y dos pueblos que se deben algo desde siempre.

Llena de sano orgullo ver en Huelva, en casa de nuestros amigos, Javier Morano y la encantadora Chuchi, a quien la vida les enseño sus aristas más duras, niños del desierto, sin patria física pero con un encomiable amor a lo suyo, acogidos por familias onubenses humildes, “de barrio” me dicen con orgullo, en régimen de amor filial, procurando favorecer su educación, su salud, su cultura y su conocimiento del mundo. Y dejando que dejen poso en nuestras formas y en sus corazones.

La cultura taurina es una parte fundamental de nuestro acervo vital, y ha sido ofrecida en forma de juego por los padres temporales de estos niños saharauis, padres, generosos hasta el dolor de saber que han de ver partir para siempre a niños a los que a los que querrán como hijos toda su vida, padres con la suficiente amplitud de miras, la necesaria ausencia de complejos, para que, dentro de las múltiples actividades que realizan juntas estas dieciséis familias en los dos meses que dura la acogida temporal, pasen una tarde jugando al toro, conociendo al toro, disfrutando de la naturaleza, aprendiendo a querer una forma brava de ser distinto. Raíces de un pueblo ibérico que se entregan a un pueblo nómada que ama sus raíces por intangibles, indelebles y perpetuas y por esa razón respetan las raíces distintas de sus hermanos del norte. Que no se asuste ningún progre, también saben de donde salió Colón, conocen los aguaparks, los merenderos y resto de lugares de ocio para niños.



En la Dehesa Boyal de San Bartolome estos niños pasaron una tarde que resultará inolvidable para sus ojos abiertos y su alma grande. Vienen a Huelva a enseñarnos grandeza, proximidad a la naturaleza, necesidad de sobrevivir, apego a la familia, amor a sus tradiciones, generosidad de grupo necesaria y sencillez ingenua de una aplastante fuerza. Esa tarde nos enseñaron a querer lo nuestro. Galia, Taib, Ezza miraban desde los burladeros la fuerza de un novillo de tres años, admiraban a un torero, Javier Morano, el padre temporal de Mamma, preguntaban, Yahya, el dormilón Salem, Saliman y Mantu se atrevían luego a darle fiesta y muleta a una mamonceta morucha que salió encastada y brava, como no vemos en muchas plazas presuntos toros bravos. Seitou y Hendu tambien se atrevieron a saltar al ruedo.

Juegan al toro Dafa, y Eli Assa miran asustados al novillo, se aprenden los lances con la memoria prodigiosa de los niños de alma limpia, para recordalas y contarlo a sus padrs de allí, a su hermanod de allí.. Son valientes, casi osados, no inconscientes. Un pequeño me cuenta que se llevó el año pasado una muleta al campamento de refugiados de Tinduf y ha estado entrenando todo el año, mientras soñaba con sus vacaciones en España. El año pasado vio una novillada en la Maestranza y quedó subyugado por el arte y la gallardía del torero. Hablan todos un perfecto español, aunque algunos apenas llevan un par de semanas en nuestra tierra. Aman a España, adoran su tierra,  y el hecho de abrir un grifo y que salga agua, les parece un milagro, que puedan encender una luz sin oir el ruido de un generador, incluso de día es un prodigio, sus padres españoles son una parte de su familia, la ropa que les compran en verano será un tesoro en el desierto, pero sus corazones están lacrados por la fuerza indomable que sólo poseen los hombre s y mujeres del desierto. Todos aman su patria, todos quieren volver, todos quieren ser los mejores para mejorar su tribu, su vida, volver al Sahara que es parte de su mirada perdida.

Muchos conocen a Cristiano Ronaldo, (eliminado gritan) y apenas reconocen a Juli. Los que lo conocen lo admiran.

Disfrutan del toro, viven lo que la vida les ofrece, no se asustan de la sangre, todos han criado un chivito en casa que un día fue sacrificado, ellos conocen las verdades de la vida y la dureza de la muerte sin la hipocresía del norte, en su corazón y en su mente abierta cabe todo, sin crueldades pero sin sensibiilerias. Niños y niñas se lanzan al ruedo, recortan, se quedan quietos con los capotillos, se gustan con la muleta y la tarde discurre entre carreras, gritos, y las palabras bonitas de una pequeña Naziha que quiere acariciar a la vaca y cuando lo hace, la quiere torear.

Estos padres postizos , nodrizas en el campo bravo, se entregan y disfrutan tanto como los niños, los hay aficionados, y otros que son absolutos desconocedores, pero el misterio de la entrega a un niño hace que se contagien de la sencillez de los acogidos y aprendan de ellos la naturalidad, las ganas de vivir la risa pronta.

La placita donde se tientan los históricos Conchaysierra se convierte en un improvisado teatro del mundo.

La familia de José Luis García Palacios Álvarez disfruta en pleno, no sabemos que diría la famosa marquesa viuda que da nombre a la ganadería de ver a 17 saharauis, de nombres que son leyendas, al ver a Bujari, Slaiman y Mantu aprendiendo a amar la fiesta brava entre las vacas cárdenas que causaban pavor en las plazas.

Estos padres de la Asociación Sol de Esperanza entregan móviles a los pequeños cuando vuelven para no perder el contacto, seguro que hablarán muchas veces este invierno de la apasionante tarde de la Vaquilla. Muchos de estos niños tendrán un recuerdo imborrable de sus visitas al médico para tal o cual dolencia que en su casa no puede ser atendida, se alegraran cuando reciban la caravana de alimentos que, junto a la Hermandad de la Sagrada Cena, les mandaran sus amigos de Huelva, todos recordaran con hambre los manjares de esta tierra cuando coman su pobre arroz o sus lentejas viudas, pero lo que soñaran en hassaniva será el imborrable será el día pasado entre sus amigos toreando la intolerancia, el hambre, las injusticias, la falta de patria y aprendiendo a mar lo que nosotros amamos

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