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domingo, 27 de junio de 2010

UNA NOCHE EN HATOVILLA.

UNA NOCHE EN HATOVILLA.
Ya en El Coto
una pará en el camino
UNA NOCHE EN HATOVILLA.


Las yeguas ya duermen en las playas del Rocío, los yegüerizos duermen en "su" Coto de Doñana. Hoy entraran en Almonte



Ya en la Marisma, la tarde se alarga en estos días de solsticio, la noche se demora en llegar. Con el sol en poniente buscando el horizonte la naturaleza presume de los mil colores, del pasto en fase de secarse, del verde junco, de la valiente margarita, remanifiesta su poder a través del millón de sonidos que inundan el vergel de esta marisma se muestra inundada, la rana macho en celo, del grillo, del grito de la garceta, el resoplido del torillo, de los juegos de las pollas de agua, del zaramujón, del lamento quebrado del viejo eucaliptos, el zumbido del mosquito, el quejido del viento seco de levante, de los infinitos aromas del almoradux, del romero, del cantueso. El alarde estival de la marisma se rinde a la conquista del hombre, que ni en estos lares renuncia al todopoderoso balompié. En la marisma, ruinas de Hatovilla se vio anoche le futbol, jugaba España y hay cosas para el macho ibérico que se precie que son irrenunciables.

Lejos de la anécdota, que se repitió en muchas reuniones de yegüerizos, lo trascendente está en la preparación del día de mañana, día central de la saca. Las diecisiete reuniones, desde el Rincón del Pescador hasta Marismilla, desde la casa del Lobo hasta la Choza del Pastor, durmieron anoche en la marisma, las yeguas cerca ya de las playas del Rocío.

Cae la noche, la jornada de mañana será dura pero siempre hay tiempo de visitar otras reuniones, buscando la referencia de una yegua perdida, el apoyo y la organización de la faena de mañana, o simplemente el compartir unos momentos entres caballos, mulos, hombres y la poderosa magia de la Marisma. Las candelas están prohibidas pero el calor humano no falta, una copa de vino se le da a cualquiera, el cante surge fuerte, las letras inverosímiles y eternas, el fandango calla a la cigarra, la sevillana, Requiebros domina, es campera, rociera, marismeña y pura. La conversación, mentiras de cazadores, verdades antiguas, historias de familia y viejas leyendas que se renuevan la yegua de la Retuerta que pidió veinte hombres para ser dominada, el mago almonteño que llamaba a las yeguas con su voz bronca y estas acudían, el año de la sequía que las yeguas bebían sus orines, historias transversales de mentiras, sueños, leyendas y tradición oral que nunca morirán mientras existan yegüerizos dispuestos a entrar al Coro a por sus viejas yeguas asilvestradas. Lazos de amistad indisolubles, quien comparte la naturaleza más abrupta, el rigor del día caluroso, el cante salido del corazón, el trago corto y la faena larga, queda impregnado de pureza y sentimientos de hermandad inimaginables el mundo urbano y alejado de las raíces fundamentales con que la naturaleza nos atrapa a poco que le damos la oportunidad.

Se avían los caballos, pienso largo y cuerda corta, una visita al pilar cuando el sudor se seca y entonces se atiende el condumio y los preparos para pasar la noche al raso o no tanto.

Nuestro sitio es hato Villa, cuna de los ancestros de Juan Villa, de hecho ese era su nombre original el Hato de Juan Villa, autor del magnífico “El Año de Malandar” donde deleita entroncado la dura y rancia marisma con el Madrid prerrepublicano de los primeros treinta. Una veintena de hombres dormimos apoyada la cabeza en la montura de nuestros caballos, con los pies en la arena de una tierra que se muestra irreductible a la conquista humana, soñando con eternos lucios, con arenas inmensas, con galopes cortos de riendas en la mano y bocas hechas.

Casi se ve amanecer en esta noche de luna cuando se acaba la noche de los yegüerizos. La mañana se presentará pronto debemos recoger las yeguas y pasar pronto por el Rocío, a que la Virgen bendiga a las tropas en esta reciente y ya enraizada tradición. La labor del día 26 será dura y comprometida, se trata de llevar hasta el pueblo de Almonte una de sus tradiciones más puras, y de hacerlo bien, como los mayores de mis compañeros de reunión hicieron desde siempre y dejaron dicho, “por derecho y sin bullas, y que lleguen todas”.

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