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jueves, 1 de abril de 2010

Historia de la Merced. Año 86

RECTIFICAR ES DE SABIOS, Año del 86, dos años tres temporadas, la Merced toma caracter, define su personalidad, precisa cunado y que le gusta. Todo comienza con una de rejones con Moura, Peralta, Vidrie y Buendía. Vidrie ha sido el mejor jinte y el hombre más serio del caballo y del toro que he visto nunca, siete puertas grandes de Las Ventas lo reivindican


Rectificar es de sabios
Tardaron en apagarse los ecos de la mala temporada, especialmente en cuanto a ganado, que había sido la anterior, por lo que la empresa, con muy buen criterio, decidió modificar el planteamiento y tratar de satisfacer a los aficionados en una campaña que, por diversos conceptos, se presentaba como histórica para el taurinismo onubense.
En estas Colombinas, Emilio Silvera iba a recibir su alternativa; se presentaba como novillero con picadores Miguel Báez Litri, que venía arrollando en sus actuaciones; habían surgido chavales que querían abrirse paso en el mundillo taurino; y, finalmente, la empresa había creado, con intención de tener continuidad en el tiempo, la denominada Corrida de la Hispanidad. Muchos acontecimientos eran los que se proponían por parte empresarial de cara a una nueva campaña, pero también se pensaba que la materia prima no podía fallar para evitar la repetición de lo acontecido y considerar que lo acontecido en campaña anterior había sido un lapsus.
Y, para ello, la empresa buscó otras ganaderías más adecuadas, destacando el debut de la de Hijos de Celestino Cuadri Vides y, al final de la temporada, la mejicana de San Mateo, que venía precedida de cierta fama de dureza. Las restantes anunciadas estuvieron mejor presentadas y, en general, dejaron satisfechos a los aficionados que veían como se volvía a la normalidad tras lo acontecido unos meses antes.
En cuanto a número de festejos, se celebraron cuatro corridas de toros, una novillada picada, dos espectáculos de rejones, una becerrada y el cómico taurino. En total, nueve festejos, en los que, salvo los celebrados fuera de feria, la afición respondió, como aconteció con el espectacular “no hay billetes” que puso Juan Antonio Ruiz Espartaco en la tarde del 1 de agosto, así como las excelentes entradas que tuvieron los festejos de la alternativa de Emilio Silvera y de la presentación de Litri, aunque ambos acontecimientos bien merecían que los tendidos se hubieran vistos colmados en su totalidad como muestra del afecto a los toreros locales.
El triunfador absoluto de la temporada fue el debutante Miguel Báez Litri, quien arrolló en su presentación, logrando cuatro orejas y una apoteósica salida a hombros. También sobresalieron Paco Ojeda, Espartaco, Tomás Campuzano (tanto en su actuación durante las Fiestas Colombinas como en la Corrida de la Hispanidad) y el toricantano Emilio Silvera, que supo salir airoso del difícil trance en día de tanta responsabilidad y emotividad.
En cuanto a los rejoneadores, las condiciones de los novillos no sirvieron para que los actuantes pudieran obtener grandes éxitos a pesar de la entrega que todos pusieron por agradar a los espectadores que acudieron a presenciar los dos festejos que se celebraron durante la temporada.
En cuanto a los noveles hay que destacar la fortísima irrupción de Antonio Pérez El Onubense que cautivó a los aficionados en la tarde de su debut.
Pese a los buenos deseos de la empresa en la organización de los espectáculos, el público, quizás por lo padecido en la temporada anterior con el juego de los toros, sólo respondió en la medida deseada durante el ciclo colombino, algo que empezaría a hacerse crónico, mientras que en los restantes festejos los tendidos presentaron un aspecto desolador.





JOAO MOURA SALVO UNA TARDE TEDIOSA (30 de julio)
El ciclo colombino se inició con el festejo de rejones. Y, una vez más y quizás por ser el primer festejo de la temporada, los tendidos presentaron una escasa entrada, alrededor de la mitad de las localidades cubiertas, cuando se esperaba que la respuesta popular fuese mayor dada la cada vez mayor afición a los caballos que iba surgiendo en la capital.
En los chiqueros, se encerraron novillos de Dionisio Ortega, que tuvieron una aceptable presentación pero, por el contrario, mostraron demasiada mansedumbre y no colaboraron para que los actuantes pudiesen alcanzar el éxito deseado. La mayoría de los novillos lidiados ofrecieron más dificultades de las previstas, por lo que los deseos de los rejoneadores se quedaron en meros intentos entre la decepción de los espectadores, que comprendieron las dificultades que los actuantes iban encontrando.
Abrió plaza el veterano Ángel Peralta que tuvo una actuación tan espectacular como deficiente a la hora de dejar clavados los hierros. Lo mejor de su quehacer fue un par de banderillas a dos manos por los adentros que fue acogido con una fuerte ovación. No estuvo tampoco afortunado a la hora de matar y todo quedó en una vuelta al ruedo.
Muchas dificultades tuvo el astado que le correspondió a Manuel Vidrié. Muy distraído y saliéndose de las suertes, obligó al madrileño a fallar más de lo habitual a la hora de dejar los arpones y, especialmente, con los rejones de muerte. Tuvo que echar pie a tierra y, al quinto descabello, acabó con el animal. Recibió un aviso y fue silenciada su labor.
Mejor fortuna tuvo Joao Moura, que se encontró con el mejor novillo de la tarde, por lo que pudo lucirse con sus espectaculares quiebros antes de dejar bien colocadas las banderillas entre las ovaciones de los espectadores, entre los que se encontraban muchos compatriotas. Espectacular a la hora de matar, desde los tendidos se solicitó la oreja que paseó en una triunfal vuelta al ruedo.
Con la garrocha y en la puerta de toriles recibió Javier Buendía a su oponente, un animal manso y rajado, ante el que el sevillano tuvo que esforzarse para dejar las banderillas, destacando en las cortas. Tras un rejón de muerte tuvo que echar pie a tierra para acabar al cuarto descabello, dando la vuelta al ruedo.
La collera formada por Peralta y Moura también cortó una oreja. Mientras el veterano llevaba el peso de la lidia gracias a sus conocimientos, el jóven lusitano se lucía a la hora de colocar las banderillas tras unos espectaculares quiebros que entusiasmaron a los espectadores, por lo que al acertar con el rejón de muerte fueron premiados.
Lo mejor de la tarde llegó en el último donde se unieron el rejoneo clásico de Vidrié y la heterodoxia de Buendía ante un novillo que acudió a los cites y que, en varias ocasiones, estuvo a punto de arrollar a Buendía. Tras una actuación muy meritoria, fallaron a la hora decisiva y todo quedó en unas palmas de reconocimiento por parte de los espectadores que, tras el comportamiento de las reses lidiadas, ya se conformaban con las pocas cosas de interés que los caballistas trataban de ofrecer en una tarde en la que, desgraciadamente, hubo pocas cosas de interés.

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