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viernes, 22 de enero de 2010

Historia de la reinauguración de la Merced (III) Temporada 84.

Seguimos a vueltas con la historia de la reinaugurada plaza, Vicente Parra nos cuenta de los rejones, la corrida donde triunfan José Antonio Campuzano y Espartaco, Paquirri y su ñlesión, El Soro, Fermín Bohórquez lidiando a pie con las figuras...




ÉXITO DE FERMÍN BOHÓRQUEZ


Con la llegada de los rejoneadores, los tendidos casi se llenaron por completo para presenciar este festejo que tuvo, por el contrario, el lastre del mal estado del ruedo, que aún no había terminado por asentarse y, de ahí, que en algunos momentos pusiera en apuros a los actuantes.
En esta ocasión se lidiaron novillos del hierro de Concha y Sierra, propiedad de Miguel Báez Litri. Y el encierro defraudó por completo por cuanto los animales fueron blandos, mansurrones y presentaron algunas dificultades, salvándose tan sólo el que salió en tercer lugar.
A pesar de las condiciones de los novillos, el público pasó una tarde divertida,  por cuanto los actuantes quisieron ofrecer lo mejor de su repertorio y en ocasiones, llegaron a conseguirlo. Quizás, si hubiesen estado más atinados con los rejones de muerte, el número de trofeos hubiera sido mayor, pero se sucedieron los errores.
Abrió plaza Ángel Peralta que, una vez más, demostró su maestría y su saber hacer las cosas muy bien en los distintos tercios, aunque, al final, la mala colocación de los dos rejones de muerte hizo que los ánimos de los espectadores disminuyesen. Paseó el anillo.
Su hermano Rafael también alcanzó momentos brillantes, especialmente a la hora de la colocación de los hierros, pero también, tuvo otros en los que la precipitación le hizo errar en los momentos decisivos, por lo que perdió un trofeo y también dio la vuelta al ruedo. Su mozo de espadas, Salvador García Lobato, fue asistido de una herida contusa en la mano derecha, de pronóstico leve.
El triunfador de la tarde fue Fermín Bohórquez quien, con una cuadra fenomenal, ganas de triunfo y un encomiable acierto a la hora de colocar los rejones y banderillas, logró las dos orejas de su oponente tras una faena muy campera, llena de torería y de emocionantes momentos, jaleados siempre por los espectadores que se sintieron muy satisfechos de la actuación del jerezano.
Álvaro Domecq puso el temple de la jornada, con un rejoneo donde imperó la pulcritud, la exactitud y las buenas maneras, unas características que fueron apreciadas por los aficionados que terminaron rindiéndose al buen rejoneo. No estuvo atinado a la hora de utilizar el rejón de muerte y, de ahí, que no lograse premio.
 Espectacular labor la desarrollada por Antonio Ignacio Vargas ante el peor animal del encierro. Pero el entusiasmo y las ganas les permitieron llegar a los tendidos, especialmente en un par de banderillas al quiebro. Tampoco estuvo afortunado a la hora de matar y dio una vuelta al ruedo. 
Cerró el cartel el joven portugués Joao Moura que tuvo una actuación algo irregular con el novillo que le cupo en suerte, aunque logró cuajar algunos pasajes de gran interés. Asombró a los espectadores con sus quiebros y, en banderillas, fue hacia arriba, para concluir con un acertado rejonazo, que le permitió cortar una oreja.
En la enfermería, el equipo médico se vio precisado a  asistir al matarife Isaías Rueda Nieto que había sufrido una herida incisa en el tercer dedo de la mano derecha, siendo calificado su estado de leve.

 

 

TRIUNFO SIN PALIATIVOS DE JOSÉ A. CAMPUZANO


La cuarta corrida del ciclo ferial llevó a bastantes aficionados a los tendidos. Sin duda alguna, se presagiaba que se iba a tener la oportunidad de disfrutar de una buena corrida y, al final de la misma, los espectadores salieron satisfechos con el buen juego de las reses de Jiménez Prieto y las actuaciones de la terna, mientras José Antonio Campuzano y Juan Antonio Ruiz Espartaco, tras los triunfos alcanzados, lograban salir a hombros por la puerta grande.
Del encierro enviado por Eloy Jiménez Prieto se lidiaron cinco toros por cuanto el tercero fue sustituido y reemplazado por un ejemplar de Ramón Sánchez. En general, los astados estuvieron bien presentados pero carecieron de la fuerza necesaria para aguantar la pelea, por lo que no se entregaron a los montados. De todos cuantos saltaron al ruedo, hay que destacar al lidiado en cuarto lugar.
Espectacular actuación de José Antonio Campuzano en sus dos toros, con los que se mostró muy poderoso, artista y sabiendo todo lo que tenía que hacer, demostrando el excelente momento que atravesaba por entonces. Tanto con el capote como con la muleta estuvo muy por encima de las condiciones de sus dos buenos – especialmente el segundo de su lote - oponentes, con un público totalmente entregado a las dos magníficas faenas realizadas y que tuvieron unas felices culminaciones con los aceros, por lo que el torero sevillano totalizó cuatro orejas y, fundamentalmente, supo ganarse con su actuación el fervor del público que le proclamaría como el gran triunfador del ciclo taurino colombino.
No llegó a redondear la tarde Emilio Muñoz, que se presentó con las secuelas de una reciente cornada sufrida en la localidad francesa de Mont de Marsan. Ya en su primero notó la merma de facultades, por lo que en su actuación hubo momentos de buen quehacer y otros de menor intensidad, por lo que fue premiado con una oreja. Sin embargo, en el otro estuvo a la deriva por las molestias que sufría, por lo que, tras concluir su actuación, pasó a la enfermería donde el Dr. Sancho le atendió de deshicemas en el escroto, proveniente de una cornada recibida anteriormente, practicándosele tratamiento con puntos de aproximación. Sin duda alguna, las condiciones físicas en las que se encontraba Emilio Muñoz le mermaron en su actuación y no pudo alcanzar el éxito.
También alcanzó un rotundo éxito Espartaco que puso mucho ardor durante toda su actuación, en la que dejó muestras de sus deseos, voluntad y entrega, dando muchos muletazos que fueron acogidos con clamor por los tendidos que se entregaron al joven torero. Mejoró en su segundo y, de ahí, que sumara dos orejas más a la que había conquistado en el tercero de la tarde después de dejar las improntas de su toreo y sus enormes deseos de triunfar y dejar contentos a los espectadores, que se sintieron muy satisfechos por las ganas de triunfo y de no dejarse ganar la partida por sus compañeros de cartel y mucho menos en la tierra en la que se convirtió en matador de toros.

 

TRIUNFA EL SORO Y PAQUIRRI SE LESIONA EN EL HOTEL


El ciclo se había embalado hacia el éxito, pero, al llegar el quinto festejo, se rompió la racha por diversas circunstancias. En ese festejo se había anunciado a los espadas banderilleros, con un cartel que gustaba mucho a los espectadores y que se repetía en muchas ferias. En esta ocasión, el público acudió a los graderíos, cubiertos tan sólo en su mitad, con ánimos de diversión, pero, los toros enviados por Fermín Bohórquez no ayudaron para que el festejo discurriese por los cauces esperados  Pese a todo, El Soro totalizó tres orejas y salió a hombros por la puerta grande, por lo que el público quedó  satisfecho.
Las reses enviadas por el rejoneador jerezano estuvieron mal presentadas y salieron sin fuerzas y con demasiada blandura, por lo que, al final de las faenas muleteriles, llegaron muy paradas. Además, todas sin excepción mansearon en demasía, por lo que en nada contribuyeron al éxito de la tarde, pese a la predisposición de los espectadores.
Antes de comenzar el festejo, Paquirri acudió a la enfermería, donde se le apreció un esguince lumbar, siendo calificado su estado como leve, salvo complicaciones. Esta lesión se la produjo en el hotel mientras realizaba ejercicios de calentamiento. Y, durante la lidia de su primer toro, se le agudizó la dolencia, produciéndole una contractura lumbar, que acusó durante su actuación en la que, por cierto, no estuvo muy afortunado, por lo que el público, que desconocía esa circunstancia, le pitó. Tras dar muerte a su oponente, el diestro gaditano pasó a la enfermería donde fue asistido de un esguince lumbar con intercontractiva, que limita los movimientos de ambas extremidades inferiores, siendo calificado su estado por el Dr. Sancho como menos grave.
Por este motivo, el portugués Víctor Mendes tuvo que matar tres astados. Destacó con los lances de recibo a sus tres oponentes, logrando ser ovacionados. Pero se creció en el segundo tercio, cuajando muy buenos pares de banderillas, especialmente en el último de su lote. Después, con la muleta, el lusitano se encontró con toros blandos y parados, a los que tampoco supo encontrarles las distancias precisas y, para colmo, tampoco estuvo muy acertado a la hora de dejar los aceros, por lo que su actuación no pasó de discreta y, de ahí, que tan sólo lograse algunas palmas al concluir sus respectivas actuaciones. En el quinto de la tarde, la Policía abortó el intento de M.G.B. de saltar como espontáneo, un hecho que pasó prácticamente desapercibido para muchos espectadores.
Quien si supo sacar agua del pozo seco fue Vicente Ruiz El Soro que conectó rápidamente con los tendidos gracias a su facilidad para lancear con cierta pinturería y gracia, banderillear arrolladoramente con algunos pares impresionantes, como uno que colocó de dentro a afuera, tras salir del estribo, en todo lo alto. Fue uno de los mejores momentos de la tarde por cuanto el valenciano bajó en el toreo con la muleta, ofreciéndole un toreo fácil pero que entusiasmaba a los espectadores que le aplaudieron con ganas y de ahí que le otorgasen una oreja en su primero, tras fallar a espadas, y las dos del otro para sacarle a hombros por la puerta Grande.
 

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