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sábado, 9 de enero de 2010

Historia de la reinauguración de la Merced (2) Año 1984

Vicente Parra nos sigue deleitando con la historia de la Merced, detalles, datos, memoria y cariño. Litri, el torero de Huelva, Pepe Luis casi de Huelva, mi Curro, arte en estado puro, nuestro Silvera, único que sigue en activo, Salvador Ortega, el príncipe Sandín, el primer alumno que se matriculó en la escuela taurina de Madrid.. Por cierto, las fotos les van como a un Cristo dos pistolas, tendré que esmerar, agradecería colaboraciones.. En fin vamos con los dos primeros festejos de la reinaugurada plaza de toros de Huelva.

 

EL BELLÍSIMO AROMA DEL ROMERO


Una vez más volvió a sonar el pasodoble Manolito Litri para que las cuadrillas hiciesen el paseíllo. Miguel Báez Litri estrenaba un precioso terno corinto y oro; Curro Romero lucía un elegante verde con remates en negro mientras que Pepe Luis Vázquez se enfundó un traje azul y oro. Los tendidos se cubrieron en algo menos de sus tres cuartas partes.

Nada más romperse el paseíllo, saltó a la arena el presidente de la Tertulia Litri, Alfonso Robles Raggio, quien sacó al tercio a José Luis Pereda García para que recibiera el homenaje de los aficionados por su decisión de remodelar tan histórico coso. La ovación del público fue de gala y el impulsor del proyecto, muy emocionado por ese inesperado reconocimiento, se sintió recompensado por el esfuerzo realizado y por ver cumplida tan grandiosa ilusión.


Y salió Juanillo, marcado con el número 83 y con 470 kilos en sus lomos, negro y del hierro de Jandilla. Luis González sería el primero en ofrecerle el capote mientras que Ambrosio Martín fue el primero en picar. Con él, Litri no pudo alcanzar el éxito deseado por cuanto el animal, gazapón y con escasas fuerzas, no se prestó al lucimiento entre el desencanto de los espectadores que, en todo momento, prestaron su apoyo al torero que había llevado a cabo un gran esfuerzo para estar en el ruedo en esta jornada tan emotiva. Sin embargo, el veterano maestro se sacó la espina en el cuarto, con el que, en gesto de orgullo, estuvo en la línea habitual para, con su toreo de siempre, enloquecer a sus paisanos quienes se rindieron y le concedieron las dos orejas en las que hubo mucho de sentimentalismo y de generosidad por el esfuerzo realizado.



Quien dejó los mejores momentos de la tarde fue Curro Romero por cuanto en su primero bordó el toreo con el capote, poniendo al público en pie tras lancear parsimoniosamente a su oponente y cerrar la serie de verónicas, lentas y armoniosas, con una gran media verónica. Tras volverse a lucir en el quite, cuando el camero tomó la muleta los tendidos sabían que iba a suceder algo grande y así fue por cuanto Curro Romero creó una portentosa faena con ambas manos llena de una bella plástica inigualable. Para él fue la primera oreja de la nueva historia que empezaba a escribirse en la plaza. Con el quinto, otro animal que no sirvió, estuvo muy torero pero sin poder brillar aunque, en los tendidos, quedó el regusto del buen quehacer del torero camero.


A Pepe Luis Vázquez le tocó el lote de la tarde, especialmente el que hizo tercero, un gran toro, ante el que el sevillano estuvo bien a secas pero por debajo de las condiciones del astado. A lo largo de su trasteo hubo momentos de mucha calidad para componer una magnífica faena que llegaría al público que, con generosidad, le premió con las dos orejas. En el que cerró plaza, otro gran animal, Pepe Luis estuvo bien a secas cuando pudo haber aprovechado la ocasión para dejar constancia de su arte. Aún así, y dado que la tarde estaba enrachada, se le concedió otro apéndice, propiciando la salida a hombros junto al maestro Miguel Báez Litri mientras los aficionados seguían hablando de Curro Romero, cuyo aroma había impregnado esta histórica tarde.

EMILIO SILVERA Y SALVADOR ORTEGA, CARA Y CRUZ

La novillada programada trajo las dos caras de la moneda. Por un lado, el rotundo éxito del joven novillero Emilio Silvera, que cortaría el primer rabo de la remodelada plaza, y, por el otro, la grave cornada sufrida por el veterano Salvador Ortega, quien, tras unos años de ostracismo, soñaba con reverdecer viejos laureles, pero el percance le hizo despertar.

El festejo, pese a ese desagradable incidente, fue espectacular. Y, para ello, contribuyeron los novillos de Soto de la Fuente, con una magnífica presentación, extraordinaria trapío, y de un excelente juego dadas sus condiciones de bravos, encastados y nobles. Por ello, al finalizar el festejo, tuvo que saludar desde los medios el mayoral de la ganadería.

No fue la tarde de Salvador Ortega que no pudo con sus encastados oponentes y con su larga ausencia de los ruedos, por lo que, a lo largo de su actuación, las dudas, algún que otro susto y la falta de respuestas atinadas hicieron que su no estuviese acompañado del éxito soñado en esta su vuelta a los ruedos. La fortuna no le acompañó durante todo el festejo y, en el cuarto de la tarde, cuando lo pasaba de muleta fue cogido y en la enfermería se le apreció una herida contusa de seis centímetros de longitud y ocho de penetración en el muslo izquierdo, que seccionó aponeurosis y masa muscular en dirección hacia arriba, y contusión en el abductor mayor. Tras ser operado por el doctor Rafael Sancho D’Herbe, fue trasladado a la Residencia Sanitaria.


La afición onubense tuvo la oportunidad de disfrutar con un incipiente Emilio Silvera que redondeó una gran actuación, con momentos sublimes, preñados de arte y valor. Dejó retazos de gran torero, con una técnica insuperable y la facilidad que tuvo para conocer las cualidades de sus dos oponentes. Dentro de su amplia labor muleteril, los mejores momentos los alcanzó cuando toreó al natural en el mismo platillo de la plaza y el prodigioso remate del pase de pecho que hizo enloquecer a los tendidos. De ahí que, al concluir con su primero de dos pinchazos, le concedieran dos orejas, trofeos que aumentaría con el rabo del que cerró plaza, durante el que entusiasmó a los tendidos que se rindieron ante las buenas maneras del torero onubense, al que vitorearon antes de salir del coso a hombros de un numeroso grupo de partidarios, que habían disfrutado con su actuación y empezaban a vaticinar sobre un futuro prometedor.


Y lo hizo acompañado del madrileño Lucio Sandin, que se presentó muy cuajado. El joven diestro hizo un toreo clásico y parsimonioso, conectando fácilmente con el público, al que le ofreció varias series con ambas manos de magnífico trazo y dejando estela de su calidad. Fue volteado por el primero de su lote y, en la enfermería, se le apreció contusión en el tórax y un puntazo en el muslo izquierdo, lesiones que no le impidieron continuar la lidia para alcanzar un gran triunfo y conquistar una oreja a cada uno de sus oponentes.

Fue una gran tarde para la afición, aunque le quedase el amargor de la cogida de Salvador Ortega, pero tanto Lucio Sandin como Emilio Silvera hicieron disfrutar a los espectadores que salieron del coso muy satisfechos, especialmente con la labor del choquero.

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