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martes, 27 de octubre de 2009

Litri vuelve a conquistar Lucena sesentaydos años después

La grandeza de llamarse LitriUna foto de arte, los matadores de toros de Huelva en activo junto al maestro Litri

En estos de los saraos taurinos hay de todo, faenas de oficio, petardos, cumbres del toreo, uno va teniendo experiencia y sabe que es difícil que se da la necesaria alineación de astros para que salga un asunto medianamente digno. Pues en la noche del sábado pasado se dieron todas estas circustancias y nos quedo un tinglado de lo más apañao.
Nos llaman del muy querido pueblo de Lucena del Puerto para preparar un homenaje al Litri en un pueblo que le es muy querido al viejo maestro. Proponemos un cartel con los cuatro matadores en activo de nuestra provincia, movemos hilos con el inefable Pedro Macias y hete aquí que un sábado de Octubre las ocho de la tarde, en que le daban patadas al balón los del Madrid en la caja tonta, nos encontramos con un Nuevo Centro Cívico repleto de paisanos, el maestro del barrio de San Sebastián en sazón, y los cuatro toreros de alternativa dispuestos a una gran tarde de toros.
No dura el acto más de una hora, Litri está cariñoso, entregado, habla de su sufrida madre y de sus nietos, de un vida torera que dice surge poderosa el día 19 de marzo del 49 en Valencia, de un amor sin límite al toro y a su gente, de un animalillo que torea con el Niño de la Isla a escasos metros de donde nos encontramos, (“Roig mató la madre y yo al hijo, le corte el rabo”), de su amor a la provincia, de sus partidarios, el auditorio rompió en aplausos varias veces, el hombre se emociona. Los toreros que completan cartel hablan de la personalidad, del pundonor, del cariño recibido en esa casa por parte de este Miguel Báez Spinola y todos coinciden en la calidad humana de quien fue figurón del toreo. Pedro Macias, coetáneo y siempre próximo, relata la anécdota precisa que descubre la magnitud de quien se iba del toro por cansancio de miedos y responsabilidades peleando con unos tales Ordóñez, Dominguín Pepeluis, Benítez, Chamaco, Puerta, Romero, Mondeño, Camino….
Fariñas habla de un Litri que le enseñó la generosidad del toreo, la dureza del toro y la facultad de llegar.
Silvera cuenta de una infancia litrista, de una día de tentadero con Manolo Cortés donde el maestro, ya más que retirado, coge el capote le forma un lío al toro y lo deja en pie en el burladero, antes de decir frotándose las manos, “bueno vamos a hacer la paella”, el resto de toreros se quedó petrificado y ninguno se atrevió a coger los trastos ante el baño que les había dado el Litri que se fue en dirección a los fogones como si nada.
Doblado resalta la personalidad, única como en Manolete, el especial sabor de todo cuanto ha hecho el onubense en el toreo.
Barroso habla de la fuerza de su torero, de sus condiciones, de la poca importancia que tiene la suerte cuando se pone todo para conseguirla.
El alcalde de la localidad, Manuel Mora, anuncia entonces y por sorpresa que la corporación ha decidido poner el nombre del torero a una plaza que se va a inaugurar justo donde cortó aquel primer rabo, el maestro ya si que se rompe y agradece el gesto con humildad sincera y nubes por lo ojos que tiene que operar de cataratas.
La noche se demora, firma el maestro mil autógrafos, se le acerca una señora, cuyo padre fue chofer de Damas, le trae un viejo álbum de fotografías donde aparece una que el Litri le regaló al viejo conductor. Hasta la plaza del pueblo llega un emisario que le susurra al maestro que su compadre Sebastián le espera en casa, discreto el torero de la sombra alargada marcha discreto, en una muestra más de su espíritu generoso, que hasta para saber recibir hay que ser grande. Cuando vuelve de la casa del compadre, se presenta propietario de una liebre que esa misma mañana cogieron los galgos, de un adocena de rosas y otras golosinas.
La conversación fluye y la noche se acaba entre la admiración de la sencilla grandeza de los hombres irrepetibles

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