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miércoles, 3 de junio de 2009

Entrevista de Rosario Pérez a Israel Lancho en ABC

Israel Lancho: «Casi se cruzaron las líneas de la vida y la muerte»
ROSARIO PÉREZ MADRID
"El toro tenía genio pero no bravura"
«El pitón se clavaba en mí mientras yo metía la espada. Aún no la había metido del todo, cuando ya tenía medio pitón en el cuerpo».
Son palabras de Israel Lancho, el matador que a punto estuvo de perder la vida en San Isidro. El extremeño se recupera en la habitación 329 de La Fraternidad de su gravísima cornada en la cavidad torácica, que lo ha mantenido cinco días en la UCI de la clínica Virgen del Mar. A su vera, en la 330, Salvador Cortés abandonaba este sanatorio de toreros, en «overbooking» en una sangrienta feria. «Con un dolor constante y la herida caliente», pero con la serenidad de los valientes, Lancho confiesa a ABC sus sensaciones.
-¿Qué sintió cuando el velamen se hundía a orillas del corazón?
-Enorme dolor, quemazón y falta de oxígeno. No se lo deseo ni a mi peor enemigo. Metí los dedos y vi la sangre...
-¿Temió por su vida?
-El agujero era muy grande, pero sabía que no iba a morir.
-Dicen que por el hoyo de las cornadas se escapa el valor...
-A mí me lo taparon muy rápido. Además, lo que no te mata, te hace más fuerte.
-Pero el percance ha sido de alto calibre.
-Y eso me hace sentirme más torero. Esta cicatriz me llena de orgullo, puesto que hice el esfuerzo de matar por derecho a un toro que no se lo merecía.
-¿De qué color era el miedo?
-Ese dolor tan tremendo lo borra y anula. El miedo revoloteaba antes de torear. Si no lo tienes, eres un kamikaze.
-Parece no comulgar usted con filosofías samuráis.
-A mí me va torear. Muchas veces, por desgracia, las líneas de la vida y de la muerte se cruzan en el ruedo. En mi caso, casi... Han estado cerquita.
-Mientras usted timoneaba entre la tierra y el cielo, el mayoral de Palha saludaba una ovación.
-Me parece una falta de respeto y una forma de hacer daño, no a mí, sino a mi familia, que lo estaba pasando fatal en la puerta de la enfermería. Imagínese que yo me muero. Y mi madre diciendo: «Ese señor saluda y su toro ha matado a mi niño». Es muy fuerte.
-Le han dado el premio a la mejor corrida. ¿No cree que se confunde el genio con la bravura?
-Mire, de todas las entrevistas que me han hecho es la única que da en la tecla. ¡Claro que eso no es bravura! Un toro bravo es otra cosa: el que te permite torear con la mano baja, despacito, buscando el pitón contrario y con la bamba. Y esos toros, más que embestir, arrollaban.
-¿Ha merecido la pena tanta crudeza?
-Esto no es una derrota; al contrario, esta herida en el pecho es una honra. Mentalmente estaba preparado para ello. -¿Dónde se halla la clave de esa psicología?
-En una especie de guión con letra pequeña que hay que aprenderse. De lo contrario, ese toro no habría acabado con la persona, pero sí con el torero. Y en este caso son la misma cosa: nacieron juntos y morirán juntos.
-Ponga un título a la tarde.
-«En busca de la felicidad». ¿Bonito, verdad? Pues estoy en el camino de encontrarla.

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