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miércoles, 18 de junio de 2008

De como convertir un aficionado en un taurino

Me contaba Pepe Cháves una historia que se repetía con harta frecuencia en las doce vueltas a España que dio con Miguel Báez Spinola.Creo que sirve para definir y clasificar a los taurinos, esa gente que pulula alrededor del toro, que pretenden gozar siempre de pases de callejón, que no son pero siempre están, están en las habitaciones de los hoteles, en las comidas de la cuadrilla, en los sorteos, están... hasta en la sopa. Y pasa como con el tonto del pueblo, en cada pueblo hay uno, por chico que sea siempre hay uno, es más, cuanto más chico sea el pueblo más tonto suele ser. pues con el taurino igual, cuanto más chico es el pueblo más taurino es el nota.

La historia reiterada empezaba el primer año que Litri toreaba en una plaza cualquiera, daba igual un pueblo que una capital con metro. Pepe, como organizador de toda la logística del torero organizaba el transporte a la plaza, entonces no estaban tan de moda las furgonetas como cochecuadrilla y el desplazamiento del hotel a la plaza lo hacían matador y banderilleros con el chofer, los picadores, mozos, ayuda se buscaban otro vehículo. Solía el ayuda comentarlo en el hotel o cafetería y era lo más probable que surgiera algún candidato al que por toda entrevista de trabajo se le hacía una doble pregunta siempre por este orden:

¿Tiene usted coche? ¿es usted aficionado? y no pasaban más dos recomendados antes de que algún aficionadillo se prestará al porte.

Pepe, en agradecimiento, solía atenderlo con una invitación para el festejo. Todo eran loas, buenas palabras, orgullo y disposición del eventual chofer. Acabado el festejo, vuelta al hotel, el servicial personaje ayudaba a bajar los bártulos, y despedida entusiasta del nuevo seguidor del torero de Huelva.

Al año siguiente, misma ciudad, mismo hotel y el aspirante a taurino esperaba con ansias la llegada de la cuadrilla, saludos afables y brindaba el auto para el traslado, sólo había un problema, quería invitar a "mi señora, que es mucho del maestro", Pepe Cháves, sonreía, intentaba recordar el nombre del fijo eventual y acababa accediendo como no podía ser menos. Ya era uno más de la cuadrilla, gastaba bromas, saludaba al maestro con harta efusión y vivía su momento de gloria al llegar a la puerta de cuadrillas y decirle al portero "vengo con el Litri". Su disposición para el trabajo solía decrecer, su afán de ayudar disminuía este segundo año inexorablemente.

El tercer año, el taurino, sí ya taurino con todas las de la ley, saludaba a la cuadrilla incluso con besos, con el maestro la intimidad llegaba al abrazo, al mozo de espadas, casi ni lo miraba y cuando llegaba el momento de "hablar de lo nuestro", en palabras de profesional sus exigencias sindicales pasaban por las entradas de la señora y del niño que, claro, "había crecido y era mucho del Litri", además lo suyo debía ser un pase de callejón "por si hay que indicarle al maestro el pitón bueno del toro", y dos mil duros por que luego de la corrida tenía que lavar el coche, "que los picadores fuman y se pegan peos tremendos". El momento clave, el verdadero paso del Rubicón de hombre de la calle, de aficionado a taurino llegaba en el momento en que el individuo decía indefectiblemente a la vuelta de la plaza, "hemos(sin duda plural mayestático) cortado dos orejas, lástima de la espada si no volvemos a hombros al hotel".

Ya era un taurino, los años sucesivos el personaje en cuestión cambiaba de trabajo , de coche de "señora", llegaba la tarde de los toros al hotel con un clavel en la solapa y un puro del quince, y se acercaba, ya no al mozoespá sino al matador o al apoderado a por su pase de callejón, donde sin lugar a duda, en el lugar dispuesto para indicar su cometido rezaría, "TAURINO" por la gracia de Dios y que sea por muchos años.

Por eso Pepe, con su socarroneía y su visión a largo plazo, sonreía cuando llegaba a una nueva plaza y se repetía incansable el ritual que empezaba con la clásica doble pregunta:

¿Tiene V coche? ¿es usted aficionado? si la respuesta a ambas preguntas fuera positiva nuestro Pepe podía responder tranquilamente.

"pues lo voy a convertir en un taurino"

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