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lunes, 21 de abril de 2008

Sin que la izquierda se entere


Mayoral callado y serio, a la antigua usanza en muchas cosas, un pizca disciplente en el siempre correcto trato, campero, sabio, criado a los pechos de un viejo mayoral en uno de los altares del campo bravo. Ha pasado por varias fincas de bravo, taciturno, cabal, de pocas pero serias palabras, sin pretensiones de ser más que un perpiscaz hombre de campo, un manijero de sagrados ritos y honradas maneras.

Luego, un joven matador, nieto del mayoral a cuyos pechos se crió el primer protagonista de la historia, luchando por abrirse camino, de pocas palabras, de pocos favores pedidos, de pocas corridas, tiene que comprar toros de deshecho en las fincas de la zona, para hacer espada y ponerse.
Una de las faenas fruto de este comercio poco decoroso se lleva cabo en la ganadería donde lleva años el aún joven mayoral. Pocas palabras entre ambos, conocidos desde el recuerdo inmemorial de generaciones anteriores, respeto hacia el conoceor de más edad, respeto hacia el chaval serio, no es ningún chufla, un currante que trabaja duro para pagarse el toro.
Llega la liquidación, pasan al cortijo la gente del torero, el toro está a medio pagar. dentro el encargado de la finca en un discreto aparte recibe del mayoral un puñado de billetes en el bolsillo de la camisa.
-¿Que es esto? -inquiere
- El toro del chaval, la mitad lo pago yo. Ni mu a nadie
El paganini hace mutis por el campo y se va en su viejo Land Rover, a ver sus toros y a explicarles que favores debidos es un sintagma escaso para las relaciones ancestrales.
Este es la gente del toro, por eso amo este mundo de verdades, sentimientos y hombres de una pieza.
Si el mayoral o el matador no dicen nada nunca diré sus nombres, pero seguro que muchos sabéis de quien hablo, y si os equivocais es claro que los protagonistas que pongáis hubieran sido capaces de semejante gesto.

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