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martes, 29 de abril de 2008

Cristina Padin nos regala..

EL TOREO: ESA EXTRAÑA, Y BELLA, PASIÓN…

… y, para el recuerdo, un nombre que alimentaba los juegos de mi niñez: Antonio Ordóñez. El marido de mi tata le conocía e idolatraba. Una estampa típica de mi infancia puede ser la de una tarde en el cuarto de juegos, ese sol que yo tanto necesito entrando por el amplio ventanal, el clásico bocadillo de pan con chocolate para la merienda, muñecas “Barbie” con todos sus complementos, la vigilancia cariñosa de mi tata Jesusa… y la charla incesante de su esposo: Paco Parra, el hombre que logró que hoy yo adore al Maestro, el hombre sencillo que departió con él en una Pamplona vestida de San Fermín, el hombre humilde y de pocas letras que, sin embargo, sí supo apreciar ese empaque, esa majestuosidad, esa elegancia exquisita…

… Y qué es el toreo?. Un arte. Un noble arte teñido de colores imposibles ( esos rojos de la muleta, la tonalidad rosa de los capotes, esos brillos que nos regalan los trajes de luces ), adornado por sonidos que llenan el alma de sentimientos ( ese silencio contenido, hondo y hermoso; esa respiración agitada que transmite tanta fuerza; esos aplausos, que son la vida ), aderezado por rituales casi sagrados ( esa jerarquía, ese respeto, esa vestimenta, esa tradición, esas costumbres… ), arte en veinte minutos, obras mágicas, únicas e irrepetibles que se producen una tarde. Tardes para el recuerdo, para la memoria, para los sentidos. Tardes de gloria y pasión.

El toreo es algo, una esencia, un hechizo, algo que embruja y enamora. Algo que se puede vincular a todas las demás cosas bellas que la vida regala a aquellas mentes amplias que saben apreciar los detalles. Disfrutar una escena de la Tauromaquia es como saborear una copa de buen vino, degustando…, con tranquilidad, paladeando… Es como apreciar una hermosa pintura, advertir los matices, gozar de los colores, empaparse de la creación… Es como leer un estupendo libro, ese entusiasmo al principio… esa ansiedad por devorar más y más… esa felicidad y al mismo tiempo pena a la hora del final… Es, una escena taurina, como un sabroso pastel del mejor chocolate, como la pieza más elaborada del más perfecto de los músicos, es arte, es un cúmulo de sensaciones intensas e inmensas… es como hacer el amor, esa calidez, esa convulsión, ese deseo, ese estallido de placeres, esa corriente de lujuria, esa entrega pasional y absoluta…

El toreo es vida. La vida en estado puro, y en estado natural. Es un regreso a lo auténtico, a lo primitivo, el toreo es virilidad, algo majestuoso, arte ancestral y culto, patrimonio de nuestra España tradicional, un modo de vida, un carácter, una personalidad, un espíritu.

El toreo, el toreo de verdad, el que hizo Belmonte, el que hicieron Ordóñez y Dominguín, el de Camino y Manzanares, el que hoy hacen El Juli y Perera, y José Tomás y el nuevo Manzanares… el que mañana harán otros, es, merece ser, una de las consideradas maravillas.

Cristina Padín Barca.

4 comentarios:

  1. Ole, la del norte, como hablas de toros, eso es pasión y saber expresarlo

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  2. quien es esta chica, me suena el nombre.

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  3. En el blog tienes un enlace a su página y allí aparece su correo.

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  4. Me gusta tu blog como aficionado a los toros y a las mujeres guapas. Te invito a mi blog cuando quieras aunque no hablo todo lo que debería sobre toros.

    Te dejo algo profundo taurino:

    ORACIÓN POR JUAN BELMONTE

    Ten compasiòn, Señor, de tanta gloria
    y tanta muerte y tan rebelde nudo.
    Era un hombre no más, solo y desnudo,
    esclavo encadenado a su memoria.

    Cuánto pesa la púrpura irrisoria,
    còmo abruma al ungido, al que ser pudo
    dueño de tanto azar y cayò, rudo
    gladiador contra el bloque de su historia.

    Cuántas veces luchando en la faena
    buscaba aire y era nazarena
    fe, fe viva y causal lo que pedía.

    Todo el ruedo se ha abierto en horizonte.
    Y còmo lanceaba y qué armonía.
    Apiádate, Señor, de Juan Belmonte.

    GERARDO DIEGO

    Y algo de Rubén Darío como mujer:

    AUTUMNAL


    Eros, Vita, Lumen

    En las pálidas tardes
    yerran nubes tranquilas
    en el azul; en las ardientes manos
    se posan las cabezas pensativas.
    ¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
    ¡Ah las tristezas íntimas!
    ¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
    tras cuyas ondas trémulas se miran
    los ojos tiernos y húmedos,
    las bocas inundadas de sonrisas,
    las crespas cabelleras
    y los dedos de rosa que acarician!


    En las pálidas tardes
    me cuenta un hada amiga
    las historias secretas
    llenas de poesía:
    lo que cantan los pájaros,
    lo que llevan las brisas,
    lo que vaga en las nieblas,
    lo que sueñan las niñas.

    Una vez sentí el ansia
    de una sed infinita.
    Dije al hada amorosa:
    --Quiero en el alma mía
    tener la aspiración honda, profunda,
    inmensa: luz, calor, aroma, vida.
    Ella me dijo: --¡Ven!-- con el acento
    con que hablaría un arpa. En él había
    un divino aroma de esperanza.
    ¡Oh sed del ideal!

    Sobre la cima
    de un monte, a medianoche,
    me mostró las estrellas encendidas.
    Era un jardín de oro
    con pétalos de llama que titilan.
    Exclamé: --¡Más!...

    La aurora
    vino después. La aurora sonreía,
    con la luz en la frente,
    como la joven tímida
    que abre la reja, y la sorprenden luego
    ciertas curiosas mágicas pupilas.
    Y dije: --¡Más!... Sonriendo
    la celeste hada amiga
    prorrumpió: --¡Y bien! ¡Las flores!

    Y las flores
    estaban frescas, lindas,
    empapadas de olor: la rosa virgen,
    la blanca margarita,
    la azucena gentil y las volúbiles
    que cuelgan de la rama estremecida.
    Y dije: --¡Más!...

    El viento
    arrastraba rumores, ecos, risas,
    murmullos misteriosos, aleteos,
    músicas nunca oídas.
    El hada entonces me llevó hasta el velo
    que nos cubre las ansias infinitas,
    la inspiración profunda,
    y el alma de las liras.
    Y lo rasgó. Allí todo era aurora.
    En el fondo se vía
    un bello rostro de mujer.

    ¡Oh, nunca,
    Piérides, diréis las sacras dichas
    que en el alma sintiera!
    Con su vaga sonrisa:
    --¿Más?... --dijo el hada. Yo tenía entonces
    clavadas las pupilas
    en el azul; y en mis ardientes manos
    se posó mi cabeza pensativa...

    [1887]

    Ha sido un placer descubrir tu blog.

    José Luis.

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