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jueves, 13 de septiembre de 2007

La vieja tertulia de los mayorales

La vieja tertulia de los mayorales.


Estamos en mal sitio para este acontecimiento. Lo siento Curro y resto de peñistas pero seguro que todos Vds., empezando por los tertulianos, cambiarían sin pensar este magnífico enclave en las tripas mismas de la plaza de toros de La Merced, esta sede siempre abierta al buen aficionado, al profesional, al curioso y al que pasaba por aquí,

Cualquiera, digo, cambiaría sin pestañear este sitio por una banqueta echa de leña de encina y estar sentado en la cocina de cualquiera de la casas ganaderas que están aquí hoy representadas.

Bueno pues vamos a intentar pensar que estamos ahí, ya saben, de vez en cuando habrá que echar algún palito y avivar el fuego, y esperemos que el humo no revoque con el poniente.

Estamos en las tripas, decíamos, de la plaza de toros y queremos introducirnos en las tripas mismas de la cabaña de bravo. Estamos con los hombres que más cerca viven el toro, más de veras y más hondo. Amanecen con el toro, lo ayudan nacer, lo ahijan, lo alimentan, lo cuidan, lo marcan, lo curan, lo eligen, lo apartan, lo miman, lo embarcan, lo acompañan en su último viaje y lo ven morir en la plaza.

Estos toros no llevan marcado a fuego el hierro del mayoral, estos hombres no viven el éxito social del triunfo, ni las palmadas en la espalda. Solos, en el campo otra vez, a la vuelta de la corrida y al cambiarlo de cercado le dirán entredientes al semental “de merito el 28, el chivito, se veía que traía buena reata y se te parecía, bien hecho machote” y a la vaca del manso la mirará con mirada de ruina y lástima de madre de hijo fracasado.

Si fuera cierto que de toros no saben ni las vacas, estos son los hombres que estarían delante de las vacas en el orden de sapiencia, conocimiento y amor al noble bruto fundamento de nuestra fiesta.

Su profesión les viene de la infancia, es tan vocacional como la de medico, militar y casi da el salto a ministerio como el sacerdote. No tienen horario y su responsabilidad es máxima. Su nombre, en otros lares se le conoce como conoceores o manijeros, viene enraizado nada menos que con el consejo de la mesta, y el Mayoral no era otro que el pastor jefe, el que mandaba sobre el ganado y sobre rabadanes, intendentes, esquiladores, pastores, mancebos y zagales, en jerarquía casi militar, en un orden que llego a hacer exclamar a un estudioso de la época
“No hay grande de España, tan bien protegido por Alcaldes y Alguaciles, como lo están sus ganados".
Era hombre de ley con mando en plaza, El Concejo de la Mesta eximía del servicio militar y de testificar en los juicios a los mayorales, con parte en los beneficios de los rebaños y manadas, hasta el 20% de lo nuevo era del mayoral, sus ordenes se debían cumplir sin rechistar y su palabra era Ley.

Yo no quiero dejar pasar esta oportunidad para contar una anécdota de un mayoral aquí presente
Me estoy refiriendo a JOSE ESCOBAR. HACE AÑOS CUATRO O MÁS 2002 Valverde una mañana de feria, el manifiesto, José vestido de corto, con su sombrero de ala ancha y haciendo el paseíllo, con el toro ya en la plaza, sus manos libres de engaños y su mirada baja... El espectáculo comienza con la salida de los toros desde los cajones a los toriles pasando por el ruedo. Cada toro correrá ante el público que lo irá viendo y catalogando. Las gradas llenas. Los toros cada uno de un estilo, uno de ellos se resistió a bajar del cajón por la rampa. Unos entraron a chiqueros sin pararse y otros se entretuvieron en el ruedo e incluso derrotó alguno en burladeros.
Pero especial fue el encierro de Clavellino de 550 kilos y nº 1. Este toro, cuando bordeó la barrera y llegó a la puerta de toriles, dio marcha atrás y se asomó a un burladero cercano donde se tapaba Escobar, el mayoral de la ganadería. JosE le habló al toro y el toro lo miró con fijeza, extrañado, lo reconoció y se sometio . El toro se fue al centro de la plaza y se planta, sin querer entrar. Pero José Escobar salió del burladero, cuando el toro volvió a emplazarse, y se fue andando con su sombrero de ala ancha por la arena y en línea recta a igual distancia del toro que de los burladeros y sin mirar al toro. Cuando le ve la culata al toro lo arrea y el toro ni inmutarse. Escobar busca un palo, Escobar, como tantas veces lo habría hecho en el campo, con sabiduría de mayoral arrojó el palo a las patas del toro llamándole la atención y el toro miró de reojo y no dudó en obedecer. Se metió para los corrales.. El toro por la tarde fue muy ovacionado, al repetir sus arrancadas de largo al picador y, en el arrastre fue aclamado y aplaudido de pie.
Esto es para mi un mayoral y hoy tenemos con nosotros a tres de los que vamos a abusar de su hombría de bien y su generosidad, los hemos sacado de sus casas y sus familias. Tenemos con nosotros a los verdaderos depositarios de los arcanos de la alquimia de lo bravo que crea desde hace siglos a uno de los animales más bellos del mundo. Que nos cuenten lo que quieran que nos limitaremos a escuchar para intentar aprender y disfrutar de su sabiduría, que alguien aticé la candela y eche un palito, que le llenen el trago a estos sénecas del siglo XXI y ánimo y al toro.

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