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lunes, 6 de abril de 2015

Mario García nos relata sus vivencias en el adiós de Espartaco

Hoy era un día especial para mi porque iba a asistir a una corrida con tintes históricos y además desde un lugar privilegiado. Como alumno de la Escuela Taurina de Camas y aficionado que soy, la despedida del torero de Espartinas iba a ser algo inolvidable, al ser una figura del toreo de la que, a pesar de haber leído y escuchado maravillas sobre él, no había tenido la oportunidad de verle nunca, pues se retiró cuando yo solo tenía dos añitos. Creo que “Espartaco”, además de por muchos otros motivos, también hacía este esfuerzo a sus 53 años, para dar ejemplo a las nuevas generaciones y para que pudiéramos verle quienes nunca pudimos hacerlo.

Tras lo sucedido en 2014, y de nuevo la negativa del conocido G4 a torear en Sevilla por unos motivos que la afición sigue sin tener claro, la Empresa planteó un cartel para Resurrección con Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, José María Manzanares y la alternativa de Borja Jiménez. Cuando “Espartaco” recibió la oferta de la empresa, supo que lo fácil, lo cómodo y lo lógico era decir que no. Pero el maestro, como figura del toreo, sabía que si decía que no, iba a estar el resto de sus días, echándose en cara a sí mismo que no fue capaz. Como él mismo dijo, se lo había pedido Sevilla. Sevilla y el Toreo lo necesitaba. “Espartaco” aceptó el reto, y lo hizo con todas las consecuencias.

El cartel tenía un atractivo enorme para el aficionado y también para el no tan entendido. Volvía “Espartaco” a la plaza que se lo dio todo para cortarse la coleta y dar su última lección. Regresaba también Manzanares tras la repentina muerte de su padre el pasado octubre, que tanto dolor le ha causado y llegaba a Sevilla para tomar la alternativa Borja Jiménez, uno de los novilleros punteros y además discípulo de Juan Antonio.

Por todos esos motivos, Sevilla colgó el “No Hay Billetes”, lo cual, ya de por sí era un gran triunfo. En los chiqueros aguardaba una corrida bonita y bien hecha de Juan Pedro Domecq. Todo estaba listo. Con la plaza llena a rebosar, sonó el primer “cerrojazo” de 2015 en La Maestranza e hicieron el paseíllo los tres diestros. “Espartaco” lucía un terno (según él) manzana y oro, Manzanares un traje que no era de luces, pues era azabache en su totalidad (como señal de luto) y el toricantano, como manda la tradición, un blanco y oro para el día de su alternativa.

Al finalizar el paseíllo, el público le tributó una gran ovación a “Espartaco”Después salió el primero, “Embajador” de nombre, negro, enmorrilado y muy “acochinado” a pesar de no tener un peso exagerado. De salida dejó evidencia de su falta de fortaleza, de raza, de motor y también de su nobleza. Tras unas palabras de “Espartaco” en la ceremonia, Borja fue todo voluntad y decisión ante un toro que no le dio opciones de ningún tipo por los motivos ya mencionados más que para mostrarse muy valiente y decidido y hacer un esfuerzo que no tuvo recompensa. Agarró media estocada a la tercera y fue silenciado, siendo pitado el toro en el arrastre

El segundo fue “Palmero”, un bonito castaño, al que “Espartaco” recibió con un ramillete de verónicas muy templadas y ganándole terreno al toro, rematando con la media soltando el pico del percal, haciendo romper la plaza en ovaciones. Tampoco estaba sobrado de fuerzas el toro, pero al contrario que su compañero, sacó muy buen fondo y mucha nobleza y calidad en la embestida. El toro se empleó en el peto y acudió con buen son en banderillas. Tras la devolución de trastos, “Espartaco” se dirigió al tendido 1 para brindarle el toro al “Faraón de Camas”. Mientras tanto, todo este tiempo le había venido fenomenal a “Palmero”, que llegó muy bien al último tercio. “Espartaco” planteó la faena en el tercio, al lado de la Puerta del Príncipe. Comenzó por el pitón derecho, con dos series de gran calado en los tendidos que hicieron que arrancase la música. Tras otra buena serie al natural, le siguió una con la diestra rematada con un torero pase del desdén. Para rematar el trasteo, corrió la mano en cuatro naturales, seguidos de uno de pecho, un trincherazo y de nuevo un pase del desdén del que salió andando a recoger la espada. La faena, ante un toro noble y con recorrido por ambos pitones, tuvo sabor, belleza, oficio, torería y tuvo ese poso y esa perfección técnica que solo dan los años. Si algo le faltó a la faena fue echar más “la pata p ́alante” y cargar más la suerte, pues es de esa manera cuando los muletazos se quedan en la retina de los aficionados. La gente, a favor de obra y muy con el torero de Espartinas, se entregó y vibró con la faena. Un pinchazo precedió a una estocada hasta los gavilanes que tumbó al de Juan Pedro, siendo concedida una oreja que paseó en una vuelta en que recibió el cariño del público y que quizás hubieran sido dos de no ser por el pinchazo previo.

Antes de que saliera el tercero, el público mostró su sensibilidad hacia Manzanares tributándole una ovación de gala, en la que al torero se le nubló la vista. El tercero fue un toro de nuevo con poca fuerza, en parte por la caída que sufrió de salida. Aun así, galopó con buen tranco en banderillas, pero en la muleta, se apagó a las primeras de cambio y Manzanares abrevió, tumbándolo de una estocada al segundo intento.

Salió el negro cuarto a la arena, pero pronto se fue por donde salió, pues el pañuelo verde asomó en el palco presidencial ante la flojedad del ejemplar. Salió un sobrero de pelo castaño salpicado, el cual se llamaba “Cacareo”, como aquel “cuvillo” al que Morante cuajó una memorable faena en Bilbao. Al fin y al cabo, es el mismo origen. Salió abanto el toro, pero una vez lo recogieron, “Espartaco” salió con ganas a recibirlo de capote, ganándole terreno. Este “Cacareo” era un toro “mansurrón”, con complicaciones y con peligro. “Espartaco” brindó el último toro de su vida a sus hijos y a su padre, pero no les entregó la montera, sino que salió al centro del ruedo a brindar el toro al público. Los pelos se pusieron de punta y la carne de gallina. La Maestranza entera en pie y rompiéndose las palmas a aplaudir como homenaje a toda una historia, a toda una vida y a un concepto del toreo. En el inicio por el pitón derecho, el toro se acostaba y achuchaba, poniendo en aprietos al torero. Hubo un momento en que parecía que “Espartaco” iba a coger la espada y a tirar por la calle del medio. Pero fue entonces cuando volvió el mejor “Espartaco”, que consiguió someter al toro y “meterlo en la canasta” a base de técnica y cabeza, dándole al toro los adentros, llevándolo muy cosido y esperándole mucho. Entonces la plaza reconoció su esfuerzo y la música arrancó. Siguió con otra tanda sobre la derecha “arreando” de nuevo y exprimiendo las posibilidades del toro. La faena fue  La faena fue breve, pero muy intensa, emocionante y de gran calado. Se perfiló para su última estocada y enterró de nuevo el estoque. “Cacareo” no se echaba y requirió dos golpes de cruceta. De nuevo se le concedió una oreja, que se pidió con unanimidad. “Espartaco” besó la arena de la plaza, antes de dar su última vuelta al ruedo.

El quinto fue un toro precioso. Negro, con la mazorca blanca y el pitón negro y de cuerna engatillada. Abanto de salida, no se terminó de definir, cumplió en varas y se movió en banderillas, donde Curro Javier y Blázquez saludaron montera en mano tras un gran tercio. Manzanares, sin obligar al toro, dejó muletazos de gran estética y llegó a arrancar la música. Cuando le bajó un poco la mano, el toro se rajó descaradamente. Mató de una buena estocada y saludó una ovación.

Borja, que había hecho un gran quite al quinto, se encontró en sexto lugar con “Rastreador”, un toro con una clase excepcional. Ya la mostró en el recibo capotero y en el galleo por chicuelinas hacia el caballo. En el peto también empujó con clase. Visto el toro, se fue a los medios Borja para iniciar con varios pases cambiados ajustadísimos, a los que ligó una serie con la diestra muy templada. Borja supo darle tiempo al toro y también mostrarse firme y valiente ante los titubeos del ejemplar, que poco a poco se fue quedando más corto y apagando. Buena actuación del joven torero, que supo afrontar tan difícil compromiso. Agarró un pinchazo hondo en buen sitio y remató de un descabello. La gente, muy con él, pidió y consiguió la oreja. Si algún día hay que ser un poco menos exigente, es el del doctorado. 

Nuestro joven reportero, protagonista de la tarde
Tras la vuelta al ruedo de Borja, “Espartaco”, junto a su padre y a su hijo, salió al tercio para que se produjese la emotiva ceremonia del corte de coleta. Con unas tijeras de oro, entre el padre y el hijo del torero, separaron el añadido de la cabellera gris del maestro. Ya se veía venir lo que iba a ocurrir, y nada más ser cortada la coleta, se arrojaron al ruedo espontáneamente matadores de toros, novilleros y alumnos de escuelas taurinas para coger al maestro en volandas, incluido un servidor. Esa vuelta al ruedo en hombros, después enfiló al centro del ruedo y se abrió la Puerta del Príncipe, para decir adiós como se merece a un Torero de Sevilla.

 Como no pasaba desde hacía años, “Espartaco” fue en procesión, por las calles de Sevilla nada menos que hasta el hotel Colón, pasando por los hombros de Padilla, de Lama de Góngora, de Pepín Liria, del “Tato”... De nuevo un servidor tiene que reconocer, que por primera vez supo lo que es que un lagrimón le recorra la mejilla por la emoción indescriptible del momento.

   Una tarde histórica, de las que hacen afición, en la que se ha ido untorero como se van los grandes: por la Puerta del Príncipe.
        “Espartaco” ha demostrado hoy su compromiso con la Tauromaquia y también ha demostrado que a la FIESTA se le ayuda toreando, no lo olviden.


 Mario García Santos (@mariog_escritor)

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