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domingo, 22 de junio de 2014

JUAN BELMONTE Y HUELVA (y II) por Santi Ortiz

Reproducimos en dos partes, la disertación que Santi Ortiz ofreció, al relance de la presentación de su magnífico libro  "Juan Belmonte. A un siglo de su alternativa" en el pasado Ciclo Los Toros de Cajasol sobre la trayectoria de  El Pasmo de Triana ligada a Huelva.
Segunda parte 

 Ya no volvería Juan a Huelva hasta el domingo, 8 de julio de 1917, donde colgaría su nombre en los carteles, de nuevo con el espada gallego Celita y el guadalajareño Julián Sáinz, Saleri II, para matar astados de Pablo Romero. Curiosamente, en este año que pasaría a la historia como el “año de Belmonte” por la inaudita regularidad de éxitos del trianero a partir de que el 21 de junio anterior cuajara la mejor faena de su vida al toro “Barbero”, de Concha y Sierra, en la plaza de Madrid, esta corrida de Huelva señalaría su peor actuación con diferencia en nuestra ciudad, pues, aunque dio la vuelta al ruedo en su primero, en el quinto anduvo desconfiadísimo y se llevó una bronca monumental.
     Ese mismo año, volvería a torear en Huelva, para la velada de la Cinta, los días 6 y 7 de septiembre, alternando en ambas con Joselito y estando Fortuna anunciado en las dos, de las que sólo pudo torear la primera al resultar herido por un toro de Guadalest al que cortaría la oreja. Al día siguiente lo sustituyó Limeño en corrida de ocho toros que tuvo al Papa Negro –el padre de los Bienvenida– como cabeza de cartel. Las reses fueron ese día de Pérez de la Concha. Belmonte, nada agraciado en los sorteos sólo pudo dejar destellos de su toreo revolucionario y fue ovacionado. Por cierto, en la última corrida intercambió orden de lidia estoqueando el séptimo toro en vez del octavo por tener que salir para Cabra donde actuaba al día siguiente. Ésta sería también la última de las tres corridas de toros que Joselito toreó en la plaza onubense.
Y nos queda una. La última vez que Juan Belmonte vistió el traje de luces en nuestra ciudad fue el 3 de agosto de 1927; es decir, diez temporadas después de la anterior. Juan, que se había retirado de los toros por vez primera a finales de 1921, volvió a la actividad profesional de la mano de Eduardo Pagés en 1925 para retirarse nuevamente este mismo año 1927, 28 corridas después de ésta de Huelva, en Barcelona, donde resultaría herido por un astado de Sánchez Rico.
     Los toros de Huelva fueron de Juan Bautista Conradi y de compañeros de cartel tuvo a su hermano Pepe Belmonte y al también sevillano Manuel del Pozo, Rayito, que no contaba aún un año de alternativa y que se llevaría en el esportón la única oreja del festejo. Belmonte, por su parte, toreó muy bien de capa y de muleta a su primer toro, y aunque no llegó a tocar pelo dio una merecida vuelta al ruedo. En su segundo, último que estoquearía en Huelva, se mostró valentón con la muleta y deficiente con el acero, mientras que su hermano pasó desapercibido toda la tarde.
Para rematar este apunte de Belmonte y Huelva, me queda hacer mención de los dos “encontronazos” que protagonizaron vestidos de seda y oro Juan Belmonte y Manolito el Litri.
     Ocurrieron ambos en la temporada de 1925, la única que torearía completa nuestro paisano como matador de toros y en la que Belmonte volvía a los ruedos convertido en monstruo sagrado del toreo.
     En esta vuelta a los toros, Belmonte no es un torero, es un símbolo vestido de luces: el símbolo del toreo moderno que él trajo a la Fiesta. Envuelto en su capote de leyenda, en la mitología de su historia, en la fantasía que la literatura ha bordado en torno a su figura, Belmonte trasciende, a los ojos del público, su verdadera personalidad, su auténtico valor, para convertirse en un mito popular.
     Todo lo que hace, parece al público extraordinario. Y en cierto modo loes, porque Juan vuelve al toreo a reconducir el arte apartándolo de los vicios con que sus imitadores –que han adoptado su escuela, pero carecen de su genio, de su personalidad artística y su sentido de la responsabilidad– lo han contaminado. Con su vuelta, Juan brinda al toreo la oportunidad de restaurar la pureza perdida, de salir del retorcimiento imperante, de las perversiones a que lo ha conducido el exceso de “estilismo”, que, como mucho, copia técnica, busca belleza, pero no logra alcanzar la emoción pasional, el sentimiento interior, con que Belmonte aderezaba la ejecución de las suertes, y ese sentido único del temple con que Juan enmudece los tendidos de Alicante ya en el toro de su reaparición, al que por cierto cortaría el rabo.
      En esta tónica triunfal seguiría toda la temporada, al punto de que sus dos comparecencias de Sevilla –su reaparición en el Corpus y otra en San Miguel– las ha saldado cortando un rabo cada tarde, y que, cuatro fechas antes de medirse por primera vez con Manolito, ha reaparecido en Madrid para dictar una extraordinaria lección de tauromaquia y cortarle el rabo a un toro de Coquilla.
     El Litri, por su parte, ha protagonizado una campaña extraordinaria, que le vale el remoquete de “Expreso de Huelva” –hoy le diríamos el AVE– por la velocidad y potencia con que se ha encaramado a los puestos señeros del escalafón y al interés de los aficionados, sobre todo después de que en el mes de julio conquistase en Madrid la Oreja de Oro de la Asociación de la Prensa, en noble competencia con Luis Freg, Nicanor Villalta y Niño de la Palma, por su faena al toro “Candil”, de don Vicente Martínez, al que cortó la oreja de carne que le conduciría a la del precioso metal.
     Lleva Manolito 40 corridas en la temporada cuando se ve por vez primera con Juan Belmonte en un patio de cuadrillas. Es el 12 de octubre, en la plaza de Badajoz, donde ha toreado la víspera mano a mano con el Niño de la Palma, torero que cierra la terna de este día y que será arrollado, bañado y enjabonado por sus dos compañeros de cartel, ya que si Belmonte corta cuatro orejas y dos rabosde los toros de Urquijo que se lidian, cuatro y un rabo se lleva Manolito, mientras el de La Palma deja su marcador a cero.
     La consumada y templaria maestría de Belmonte contrasta y se complementa con el trágico aguafuerte del toreo temerario, dramático, angustioso, del Litri, que una semana más tarde –19 de octubre– vuelve a desfilar con Juan al frente de sus cuadrillas en la plaza de Jaén, sin saber que sería la última vez que esto ocurriera ni que en la finca del marqués de Guadalest, “Extremeño” ya pastaba su último otoño antes de ser reseñado para Málaga.
     El cartel de Jaén lo completa Antonio Márquez y los toros de Concha y Sierra. Tarde triunfal para los tres espadas, de la que el público sale hablando del arte de Belmonte –que ha cortado las orejas y el rabo de sus dos toros–, la elegancia de Márquez –que se lleva tres orejas– y el valor deLitri –que le corta las dos orejas y el rabo a su primero y asusta a todos ante el incierto, difícil y bronco astado que cierra plaza–.
     Y hasta aquí esta pequeña semblanza de la relación taurómaca de Belmonte y la Huelva torera.
     Muchas gracias.
Santi Ortiz

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