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miércoles, 4 de junio de 2014

Así vio Barquerito las dos orejas de Pereda en Madrid


.Martes, 3 de junio de 2014. Madrid. 26ª de San Isidro. Casi lleno. Casi veraniego, algo de viento.
Seis toros de Adolfo Martín. Corrida de muy desiguales hechuras y diversa condición. Se apagaron o aplomaron segundo, tercero y cuarto. Correoso el primero; muy noble el quinto. El sexto, con recámara de bravo, fue con diferencia el toro de la corrida.
Antonio Ferrera, silencio en los dos. Diego Urdiales, silencio y palmas tras un aviso. Miguel Ángel Perera, saludos y dos orejas, salió a hombros.
Y luego explotó la gran bomba. Una hermosura el toro Revoltoso, enlotado con un tercero cortito, y todo y solo raspas, y sus dos puntas. Perera le había buscado y encontrado a ese tercero el cómo y el cuándo, le consintió y estuvo muy firme con él, le sacó con la zurda cuatro cinco muletazos de escándalo pero sueltos, y le pegó un estoconazo.
Bravo de partida, el sexto se enceló en el caballo, se dolió en banderillas y tomó el capote de brega de Joselito Gutiérrez descolgado y humillando. Perera lo vería antes y mejor que nadie. Brindó al público. La ovación ya entonces fue cerradísima. Estaba la gente con él. Y más que lo fue estando porque después del brindis vino una faena de paciencia, engarce, encaje y autoridad fantásticos. Perera se sacó al toro al tercio toreando por delante. Se resistió un poco el toro, que no llegó a pasar entonces ni llegó a hacerlo del todo hasta que Perera se empeñó. En la primera tanda en redondo punteó el toro al rematar viaje. En la segunda impuso su ley Perera con pulso privilegiado. A los diez viajes ya tenía Perera en la mano el toro. No importó que se le acostara de cuando en cuando, porque le pesaba un poco mover los cuartos traseros. Quiso revolverse, supo burlarlo Perera.
Faena rota ya entonces en son mayor, pero de son creciente porque su segunda mitad fue un prodigio: la mano izquierda de Perera, el toro enganchado suavemente por el hocico mismo, la mano baja, el pulso de los toreros grandes, a cámara lenta, sin ceder un centímetro, uno de pecho en dos tiempos que fue sorpresa, cuatro tandas ligadas de verdad y pasándose el toro por donde casi nadie se atreve. Una estocada extraordinaria. Sin puntilla el toro. Una obra maestra. Deliraba la gente. Dos orejas, a hombros. De número uno.

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