El 26 de
septiembre de 2011 publiqué en el diario La Vanguardia de Barcelona la crónica
de la última corrida de la Feria de la Mercè de ese año, también el último con
toros en mi ciudad.
Dos años
después, la Monumental sigue ahí (en el cruce de la calle Marina con la Gran
Vía), erguida, en pie, orgullosa de su historia y a la espera de que la política le devuelva lo que la
propia política le negó.
En la
esperanza de que más temprano que tarde llegue el día del
reencuentro con lo que es su razón de ser, el toreo , me permito tirar de
memoria y recuperar aquel texto en el que, al final, se incluye una alusión
personal a quien, en el mismo diario y en la misma fecha de la corrida,
afirmaba que aquel “era un gran día” pues no habría más con toros en Barcelona.
CRÍTICA
DE TOROS
LA VERDAD DEL TOREO
CORRIDA DE TOROS
PACO MARCH
El toreo es un arte, un acto de
creación a partir de un material sublime, que se llama toro (Luis Fco. Esplá)
No
hay ficha de la corrida, apenas importan orejas, avisos, los toros así o asá.
De
lo que se trata, en la última, es otra cosa. Se trata de la verdad del toreo,
es que van a prohibir.
Tienen
razón: hay que prohibir el toreo pues lo que propone, su verdad desnuda, no
tiene cabida en esta sociedad meliflua, manipulada, de pensamiento único, a las
órdenes de políticos, grupos de presión, sectas, que convierten el vivir
cotidiano en una tortura.
Prohibir
( por hablar de la terna de esta tarde, pero ejemplo lo son todos) la pureza de
Juan Mora, la entrega sin límites de Serafín Marín, el asombro de José Tomás.
Prohibir
el lento mecer del capote de Mora, el desmayo de su muleta acariciadora, los
redondos acompasados, el cambio de mano excelso, los naturales largos, los de pecho a la hombrera contraria ,el
trincherazo solemne, la trincherilla alada, la forma de preparar la estocada,
el andar sereno, grácil, solemne.
Prohibir
que Serafín Marín quiera torear en la tierra en que nació. Prohibir que no dé
un paso atrás cuando el toro se le queda en los muslos. Prohibir que plante sus
zapatillas en la arena y tire de las embestidas que no quieren ser. Prohibir
sus muletazos largos, a veces templados, siempre sinceros. Prohibir sus
manoletinas de infarto y sus volapiés
rotundos.
Y.
claro, prohibir a José Tomás, que tanto les duele. Y les duele porque José
Tomás es el asombro y, eso, nunca lo podrán entender, pobres.
Prohibir
la ética suprema de su verdad suprema, la estética genial de su toreo eterno.
Prohibir doce verónicas ganando terreno, a cual más bella y el remate de la
media en los medios. Prohibir lo que es imposible para el resto de los humanos.
Prohibir que se pase por la faja los pitones para que el muletazo sea más puro,
más hondo, más más.
Prohibir
que se traiga al toro y lo lleve embebido, seguramente embrujado y luego se lo
eche por delante con el de pecho. Prohibir los naturales sobrenaturales, los
redondos al cuadrado, los faroles luminosos, las trincherillas que acaban en
molinete. Prohibir los ayudados a dos manos. Prohibir, en fin, a un torero que
es ejemplo de todo lo que es el toreo, de todas sus propuestas, de toda su
verdad.
Porque
van a prohibir todo eso y más, mucho más. Porque van a arrebatar la ilusión, la
historia, la pasión, la cultura, la educación de muchos y se la niegan a los
que estén por llegar, la plaza se puso en pie para obligar a saludar a todos
los toreros, que eso son también las cuadrillas.
Porque
todo eso lo van a prohibir en Catalunya, en Barcelona, en los tendidos de la
plaza colgaban pancartas recordando artículos de la Constitución que lo
cuestionan. Porque lo van a prohibir, Juan Mora brindó a todos, Serafín besó la
arena y luego se derrumbó y José Tomás devolvió las ovaciones, el clamor, con
su ovación particular, desde el centro de ruedo, girando sobre sí mismo como
cuando lleva las embestidas de los toros imantadas a su prodigiosa muleta.
Sí,
Pilar Rahola, sí. Hoy ha sido una bella
tarde de tristeza infinita. Venceréis pero no convenceréis.
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