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jueves, 3 de enero de 2013

La profesionalidad el ¿intrusismo? en el toro, Capítulo segundo. Los veterinarios



Sobre la profesionalidad y competencia de los veterinarios taurinos

Seguimos con nuestro recorrido por un análisis de la profesionalidad en los distintos estamentos del toro, intentando romper esa cuarta pared que impide ver lo que pasa tras el telón. Parece que molesta este paseíllo por la periferia. Pues nos alegramos. En eso consistía. En molestar un poco.
Tras los periodistas, columnistas, informadores y otras gentes que hablan de toros, pasamos ahora a los veterinarios. Otra profesión de la periferia de la fiesta brava. Los únicos licenciados universitarios junto a los médicos que tienen obligación de asistir a un festejo.

Vamos a empezar aclarando las funciones de un veterinario en un espectáculo taurino, después analizaremos el desarrollo habitual de las mismas y por último opinaremos.

Sin duda queda en manos de estos profesionales la piedra angular de la fiesta brava: La salud, el bienestar animal incluso durante el transporte, la presentación e integridad del toro que se lidia en nuestras plazas

Funciones

Siempre han tenido los albéitares importante y discutida presencia en la fiesta brava, su asistencia e informes son preceptivos desde en una suelta de vacas hasta una corrida de San Isidro, desde el momento de construir o habilitar una plaza (los corrales, chiqueros, cuadras y desolladeros) hasta en los certificados post mortem de las reses de lidia. Tienen, además de sobre los toros, potestad y opinión sobre la cuadra de caballos sin embargo, en caso de cogida, no curan a estos jacos, ni los de los rejoneadores, no disponen de medios, material quirúrgico, y de hecho informan sobre las cogidas aunque hayan sido atendidos por otro veterinario. He estado en plazas de toros donde las cogidas de los caballos han sido atendidas por el médico cirujano. He sido testigo de como un veterinario ha pasado una noche en vela, sin obligación, por amor a su profesión y al caballo que curó. Por cierto siempre me ha parecido llamativo que los rejoneadores de primera fila lleven fotógrafos de cámara y no un veterinario en su equipo. 
Tras los problemas de las guías de transporte "de retorno a la explotación" motivados por la "Lengua Azul" y las "Vacas Locas”, los veterinarios ahora acuden al campo en esas curiosas excursiones, que debe pagar la empresa, me cuesta llamarlos señalamientos o reconocimientos previos, tan de moda, donde acuden presidente, delegado gubernativo, asesor artístico y al menos un veterinario. 
 Ya en la plaza deben estar presentes en el desembarco del ganado y, tras comprobar y abrir los precintos, deben realizar el primer reconocimiento que versará sobre el tipo, las defensas, trapío y utilidad para la lidia de las reses, teniendo en cuenta las características zootécnicas de las mismas
Una vez analizado este primer informe y oído al ganadero y a las cuadrillas, el Presidente resolverá lo que proceda sobre la aptitud para la lidia de las reses reconocidas, notificando en el propio acto a los interesados de la decisión adoptada
Durante el festejo el veterinario que está en el palco se limita a exponer su opinión cuando les inquiera el Presidente, quien podrá, o no, aceptar el criterio, expuesto verbalmente, claro
Tras el festejo los veterinarios son responsables de emitir la guías de transporte y de "las carnes", además de realizar los análisis pos mortem que consideren necesarios ellos mismos o a instancia del presidente, en función de lo observado durante la lidia.
Además son miembros de oficio de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos.

Aclaradas someramente las funciones de los veterinarios, y teniendo en cuenta que cada autonomía puede y  suele hacer de su capa un sayo, y en cada plaza todo es relativo y eso depende,  volvamos al asunto que nos mueve.

¿Son los veterinarios taurinos actuales los adecuados y con la competencia exigida?
Si partimos de la base que  "Corresponden al Consejo General de Colegios Veterinarios de España o, por delegación de éste, a los respectivos Colegios Oficiales de Veterinarios las propuestas de los veterinarios que hayan de ser nombrados por la autoridad competente para  para intervenir en los espectáculos taurinos y garantizar la formación técnica de los mismos descartamos desde ya el término intrusismo. Entonces nos preguntamos:
      ¿Gozan los licenciados en veterinarias de la suficiente formación?
¿Aplican la diligencia debida  en el desempeño de sus funciones los veterinarios taurinos? 
¿Es justo el sistema de nombramiento de los veterinarios? 

Los Colegios de Veterinarios consideran que los profesionales que actúan en espectáculos taurinos están cualificados para ese cometido, por formación universitaria, por formación continuada y por experiencia, y además, por afición.
Todos los veterinarios por su formación universitaria deben saber valorar las características zootécnicas de una raza de bovino, en este caso de lidia. Además todos los veterinarios propuestos por los colegios para un festejo deben haber realizado, al menos y de manera obligatoria, un curso de formación especifico (de entorno a las 40 horas lectivas, incluidas practicas en el campo) y que imparte el propio consejo a través de los colegios (es un curso con determinado coste que sufraga el propio interedsado) o el Instituto Andaluz de la Administración Pública(IAAP) en Andalucía (y organismos similares en otras autonomías) que realizan un curso exclusivo y gratuito para funcionarios (en el que alguno tuvo incluso la habilidad de cobrar dietas) y que habilitan para actuar en espectáculos taurinos. Sin esta formación específica no es propuesto ningún profesional. Lo normal es que además de esta formación obligatoria el veterinario realice cursos, jornadas, congresos taurinos, etc, que aumentan paulatinamente su formación especifica sobre esta materia y que le deberían dar más posibilidades de resolver situaciones y actuar en plazas más relevantes.
Se da por hecho que la mayoría de los veterinarios que muestran su interés en actuar en espectáculos taurinos son previamente aficionados, de ahí que sepan valorar las "características zootécnicas" de un toro de lidia dentro de su encaste y para una determinada plaza en función de su categoría. En Andalucía y Extremadura al menos uno de los veterinarios designados debe ser funcionario de la consejería con competencias en materia ganadera
La mayoría de los festejos se celebran en feriados, fines de semana o domingos, los reconocimientos previos que se realizan 24 horas antes del festejo, hay que sumar desplazamientos, comidas. La asignación económica ronda los 200€ por festejo.
Suele darse el caso que en cada provincia haya un pequeño número de veterinarios "especializados". Para un veterinario de reciente colegiación para el ejercicio libre el mundo del toro, con un sueldito el fin de semana, relacionarse, abrir campo... no es una mala opción. Para profesionales consolidados las motivaciones son otras.
Los colegios son más laxos  a la hora de proponer nombrar profesionales para una plaza de tercera o una suelta de vacas y mucho más exigentes, interviniendo la política colegial y la "gran política", si la designación es para una plaza de primera o de segunda, influyendo incluso en algunos casos la delegación del gobierno.
Pero hagamos un ejercicio de opinión. ¿Por qué se debe caracterizar la labor de un veterinario taurino? Por unos conocimientos veterinarios generales básicos. Por unos extensos conocimientos del toro de lidia, encastes, tipos, etología, pelos, encornaduras. Por un relativo conocimiento de la fiesta brava, Y por un indispensable cierto don de gentes

La realidad.
Un alto número de festejos se dan en plazas portátiles, plazas de tercera con pocas condiciones y escasos corrales. Muchas están situadas en el pueblo donde el viento da la vuelta, pueblos  con manifiestos, que corren los toros...Esa mañana pululan por allí un alcalde o concejal "implicado" y que anda de fiestas, un tonto del pueblo que es abonado del siete, dos peñistas que se aburren, un guardia civil que no duerme bien, el empresario que "por definición" oculta algo, unos banderilleros que escupen y han asistido a miles de sorteos, un periodista que hace fotos inoportunas y pide el orden de lidia para Parrado y... los veterinarios, que como la guardia civil, van por parejas, incluso por tríos. Si la plaza es de menor enjundia andan a la par con el delegado. El empresario suele ser conocido de otros festejos. No es despreciable el número de veces en que un funcionario o  veterinario en ejercicio libre debe decidir sobre una ganadería sobre la que presta o ha prestado sus servicios profesionales. Recuerdo una plaza jiennense donde el veterinario del festejo era a su vez veterinario de cabecera de la ganadería que debía lidiarse, la rechazó al completo en el reconocimiento previo. ¡¡Que cosas!!
Rompamos una lanza previa, no siempre es fácil trabajar en plazas donde no hay corrales, bajo las órdenes funcionales de quien no es profesional y se mueve por intereses distintos a los de nuestro veterinario, en un mundo, el taurino, sui generis, con presiones temporales y económicas. Por cierto una pregunta ¿Desde cuando no se cogen cuernos para confirmar sospechas de manipulación?... 

En ese ambiente especial, en el que unos se juegan su vida, otros su dinero, todos el prestigio, una postura inteligente puede ser la aparentemente cómoda de no dar problemas, no complicarse ni complicar la vida a nadie. Veterinarios del sistema que no reconocen más que desde las ventanucas del camión, comparan papeles y realidades sin meterse en profundidades, no miran donde no deben, no ven lo que otros no quieren que vean, no escriben si no es evidente. Me quito tensiones, hago amigos y consigo unas entradas para agasajar a mi gente, unas palmaditas en la espalda y que todo bicho taurino me este dando vueltas alrededor hablándome de usted en la barra del casino donde pontifico. Si se parte de la pseudoprofesionalidad que otorga la experiencia y un cierto buen sentido, se suele saldar todo con bien, apenas pequeñas ilegalidades que no afectan al principal, pequeños fraudes que no violentan los cimientos de la fiesta. El interés de que el espectáculo continué, unido a la proverbial paciencia del pueblo español, hace que todo se sustancie con alguna deserción en los tendidos, un “amigos para siempre” y unas cuantas orejas en las estadísticas. Sólo trasciende algún caso en que el desconocimiento, la inexperiencia o excesiva dejación de profesionalidad del veterinario se une a la golferia más allá del límite de lo admisible a que tiende el sector.

La segunda postura,  provoca más problemas a todo el mundo. Es  la de desconfiar por estrategia,  querer ver los toros, analizar con lupa los DIB, cotejar exhaustivamente crotales y guías, ver la matricula del sobrero, puntualizar sobre los pitones astillados, incluso la improbabilidad esporádica de los afeitados, barruntar las cojeras, los pajazos, los aspeamientos, demostrar que el ganadero es un ignorante, los banderilleros unos enteraos y el empresario un delincuente ..., A partir de ahí se corre la voz y el albeitar se hace famoso en el gremio, es declarado persona non grata en corrales,  los reconocimientos acaban en discrepancias, actas, propuestas de sanción,  llegan las voces y casi las agresiones verbales, las amenazas de intervenir Guardia Civil. No el Presidente pues en esas plazas los presidentes se suelen quitar del medio, ya que los Alcaldes suelen ser empresa indirectamente y la prioridad es que en el pueblo haya toros, o algo parecido a toros. Este que escribe ha oído a un veterinario en una plaza de tercera, "ese toro hay que dejarlo fuera, no se le aprecia nada negativo, pero es demasiado "perfecto", algo tendrá", a la postre el toro "perfecto" salió como sobrero y se le cortó el rabo. Esta actitud de los veterinarios de cogérsela con papel de fumar, suele provenir de la inseguridad o de actitudes personales belicosas.  


Claro que existe una tercera posibilidad, que se repite concierta frecuencia. El veterinario sabe lo que debe saber, el  ganadero presenta lo que tiene que mandar, el subalterno se siente torero, el empresario busca la dignidad que atraiga al público suficiente, el alcalde lo mejor para el pueblo (que no siempre es lo más cómodo para él) y el guardia ha dormido como un señor. A partir de ahí todos actúan en consecuencia, se facilita la labor del veterinario que pone sus conocimientos al servicio de la fiesta brava, se aplica el sentido común, se evitan errores, se resuelven entuertos y todas las partes son capaces de saludarse fuera de la plaza una vez acabado el festejo y su burocracia.

En plazas de mayor enjundia administrativa las cuestiones expuestas se caricaturizan hasta el absurdo, bailes de corrales, toros rechazados que se aprueban unas horas después, cuadrillas y ganaderos enredando, trapios imposibles... Siempre haciendo constar que la gran mayoría de las decisiones últimas son del presidente y todo queda al carácter y disposición de este.

Nuestra opinión. 
Tras la perorata, aclarado que no existe la figura del intruso y analizada la profesionalidad aparente de las actuaciones respondemos a las preguntas que nos hacíamos.

 ¿Gozan los licenciados en veterinarias de la suficiente formación en materia taurina?
No, si sólo aplican lo que conocen en las facultades (como en la mayoría de especialidades veterinarias). Tampoco si se limitan a la formación de 40 horas que imparten colegios o administración. Algunos de ellos si gozan de la preparación adecuada, adquirida desde la autoformación, la afición y el compromiso ético, a través del tiempo y la experiencia concreta.  
¿Aplican la diligencia debida  en el desempeño de sus funciones los veterinarios taurinos? 
No todos, pero si la mayoría, los intereses que deben defender son los del cliente de espectáculos taurinos en cuanto a la sanidad e integridad del toro.  A menor categoría de la plaza menos presiones a los profesionales y menos nivel de exigencia. A medida que sube la categoría suben las presiones políticas y disminuyen las profesionales. Empresarios y ganaderos deberían dejar  de estar a la defensiva ante los veterinarios y estos deberían no invertir la carga de la prueba y pensar que no todos quieren engañarle.   
  ¿Es justo el sistema de nombramiento de los veterinarios? 
   Debería eliminarse la discrecionalidad, quizás tres veterinarios para una corrida sea excesivos en épocas donde contener el gasto es fundamental. Se debería establecer un escalafón reglado, proponer una carrera profesional con grados desde aprendiz hasta maestro, de forma que sólo los veterinarios con experiencia y capacitación demostrada llegasen a las plazas más exigentes en virtud de sus méritos profesionales Sería aconsejable un registro nacional único de tal forma que en las plazas señeras de la geografía patria interviniesen los más calificados e independientes de los veterinarios españoles. En todo caso las responsabilidades quedan limitadas por el absurdo de que las decisiones técnicas de un veterinario puedan ser rectificadas por un presidente.

Resumen, intrusismo no existe; profesionalidad, depende del individuo en cuanto a formación y actitudes. Pero ya saben que esto no es más que ejercicio que un veterinario frustrado hizo del hablar por hablar







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